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Pedro de Tena

Sangre helada

¿Es que no hay nadie en el PSOE que acabe con esta forma indigna de comportarse ante asesinos que han matado a sus compañeros y a casi mil españoles?

Lo presintió Pilar Ruiz Albisu, la madre de Joseba Pagazaurtundúa que no tenía nada de derechas. Nos iban a helar la sangre, profetizó. Y acertó. Se me ha quedado helada la sangre después de conocer las actas que la propia ETA escribió de sus negociaciones con el PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero, qué magnífico entrenamiento con criminales para después continuar negociando con otro, Nicolás Maduro. Se dirá que también el PP intentó terminar con el terrorismo etarra mediante el atajo de unas componendas. Es más, es que quedó claro que lo que había que hacer se lo explicó el propio Zapatero, escandalosamente, al ministro del Interior del PP. Cierto y vergonzoso. Pero lo que hemos conocido de las notas textuales que escribió un etarra sobre el diálogo entre los hombres del presidente del Gobierno de España y ETA no puede ser pasado por alto porque son balas de hielo disparadas al corazón de cualquier español de bien. La sangre se nos ha helado, doña Pilar.

No voy a entrar en detalles. Casi todos los medios de comunicación han referido el miserable proceso de negociación bendecido por la cúpula socialista, por la cúpula etarra, por la cúpula del PNV, tal vez de la Iglesia y los batasunos y demás compañeros de viaje. Sólo quiero detenerme en la única deducción posible de tales hechos y circunstancias. En España, señoras y señores, quebrantar la Constitución y el Derecho y dañar la convivencia, la vida o las instituciones es rentable, mucho más cuando gobierna este PSOE que salió del laboratorio amoral de Zapatero. Es cierto que ya tuvo raíces en el PSOE de anteguerra y en el PSOE de Felipe González, según qué temas, pero ya no queda Besteiro alguno, con pocas excepciones, que levante la voz y diga que el socialismo no puede ser cómplice de estas barbaridades.

La democracia no es un mero marco formal que sirva de catapulta para un socialismo real. Eso ya lo sabían Bernstein y otros más que apoyaron una socialdemocracia para el que la democracia era el único marco, no un trampolín para dictaduras, dictablandas, PRI al estilo mexicano u otros inventos maquiavélicos que, al final, conducen siempre al mismo punto: la imposición a los ciudadanos de un proyecto ajeno a sus vidas justificada en que la mayoría es quien lo decide. No es eso. En una democracia, y de esto aún no se ha enterado el PSOE andaluz, ni el vasco, ni el catalán, ni el de Madrid de Pedro Sánchez, ni el de Valencia ni otros, el que gana unas elecciones gobierna durante cuatro años un presupuesto y decide el uso del dinero público, pero no ocupa las instituciones ni premia la ilegalidad para impedir la alternancia durante años.

Eso es un crimen contra la democracia, cuya ley de oro, se dice siempre, es la posibilidad de la alternancia de los Gobiernos sin derramamiento de sangre ni alteraciones públicas. Por ello, lo que no puede ocurrir en una nación democrática que se tome en serio a sí misma es que los que matan a sus defensores, los que mienten sobre sus asesinos, los que roban a sus ciudadanos, los que no cumplen la ley, Gobiernos incluidos, los que ocupan las instituciones por procedimientos varios, desde el enchufismo hasta el reparto de poderes, como en la Justicia, acaben disfrutando de ventajas y de tratos preferentes. Véase Rubalcaba, Puigdemont, por decir el nombre de álguienes. De Ternera, ya ni hablamos.

¿Es que no hay nadie en el PSOE que acabe con esta forma indigna de comportarse ante asesinos que han matado a sus compañeros y a casi mil españoles? ¿Es que matar, robar, ocupar, mentir, simular y delinquir va a seguir siendo rentable para los delincuentes y los partidos amorales? Lo dicho vale para todos los partidos, singularmente para el PP que nos legó Mariano Rajoy.

Me decía ayer un familiar en un entierro que su padre era policía nacional en San Sebastián cuando él tenía cuatro años y que su padre no podía ni subir a la azotea de su casa para tender la ropa. La sangre se me heló antes de que el responso hubiera terminado. Memoria histórica, democracia… ¿de qué democracia, de qué historia, malditos?

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