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Pedro Fernández Barbadillo

El miedo del PNV a la derrota de ETA

Los peneuvistas y los etarras se enfrentan por dominar el mundo 'abertzale'. En estos momentos está venciendo el sector de los pistoleros al de los abogados.

 Los peneuvistas y los etarras se enfrentan por dominar el mundo 'abertzale'. En estos momentos está venciendo el sector de los pistoleros al de los abogados.

El nacionalismo vasco ha dejado de ser el tajamar de los enemigos de España y ha cedido con gusto ese honroso puesto al nacionalismo apellidado en Madrid "moderado". Si hasta hace unos años las noticias de muertes, atentados, insultos y arengas provenían del Cantábrico, ahora lo hacen del Mediterráneo.

Bajo la aparente calma se sigue librando una guerra, una guerra en dos frentes: el de los separatistas contra lo español y el de los separatistas entre sí. Los peneuvistas y los etarras se enfrentan por dominar el mundo abertzale. En estos momentos está venciendo el sector de los pistoleros al de los abogados. Por medio de Bildu y Amaiur, los etarras están absorbiendo a otros actores abertzales, como Eusko Alkartasuna y Aralar; además, están presentes en Navarra, donde el PNV no tiene nada; y controlan infinidad de municipios, incluso en Vizcaya, como Guernica y Bermeo.

El PNV, los abogados, los de la corbata y las de la peluquería, tienen pavor a que las nekanes y los del pendiente y la coleta les quiten los despachos y los negocios adyacentes. Por desgracia, en este combate los peneuvistas cuentan con los de Madrid para echarles una mano, como ya contaron en la transición y en la ruptura del partido.

La batalla actual: el 'blanqueo' del terrorismo

En estos momentos no hay tiros en la nuca ni bombas, pero eso no significa que el terrorismo haya terminado. ETA no se ha desarmado, prosigue el terrorismo callejero y se combate por fijar un relato, como se dice ahora, un relato que legitime a los etarras y los sitúe en igualdad con sus víctimas. Semejante equiparación blanquearía al nacionalismo vasco, que engendró a ETA, y a los moderados.

Así lo ven muchos vascos.

Por ejemplo, la periodista Tonia Etxarri (El Correo Español, 6-1-2014):

ETA, que sigue sin disolverse, necesita publicidad para movilizar a los suyos. Sus colectivos siguen reivindicando su historia. Han renunciado a la violencia porque el Estado les ha ido dejando sin oxígeno. Pero quieren contar lo ocurrido a su manera. De momento, se van encontrando en el camino con muchos acompañantes de última hora que están dejando de mostrarse exigentes con quienes violentaron el Estado de Derecho, asesinando a 838 ciudadanos, y que van cayendo en su trampa del lenguaje. El del relato centrado en los dos bandos que nunca existieron. (…) La idea de que sus presos, que ahora dejan de apostar por la violencia, apelan a la sociedad para que haga "borrón y cuenta nueva" es una trampa dialéctica que la mayoría de los ciudadanos no puede dar por buena.

El filósofo Fernando Savater (El País, 4-2-2014):

Son los ahora empeñados, junto a personas de mejor voluntad y peor información, en el torticeramente llamado proceso de paz. Consiste en diluir la responsabilidad específicamente antidemocrática del terrorismo en la mermelada semántica del conflicto y las violaciones generales de derechos humanos, con el propósito de no renunciar al ventajismo político que consolidaron gracias a él. Y para ello cuentan con el apoyo de los partidos nacionalistas, la ambivalencia culpable de los socialistas y ocasionales debilidades de los populares vascos, que no quieren verse aislados y tener a todos contra ellos. La doctrina de fondo es que como ETA ya no es peligrosa, ahora la amenaza consiste en la intransigencia de Rajoy, de Madrid, de España. Ahora sí, ya sin mala conciencia, prietas las filas: ¡Sabino y cierra Euskadi!

El obispo de San Sebastián, monseñor Munilla (15-8-2013):

El diálogo sobre la paz solo tiene sentido en el supuesto de que se inicie y se concluya con una condena explícita al terrorismo, así como a todo tipo de violencia. (…) La existencia de diversos tipos de víctimas y de violencias no debe ser utilizada como una maniobra de distracción, que le libere a cada uno de su obligación moral de arrepentimiento y de petición de perdón hacia las víctimas que él ha generado, o de las que ha sido cómplice. (…) Los foros de diálogo por la paz que excluyen a las víctimas del terrorismo, o que simplemente no son capaces de recabar su apoyo, carecen de la necesaria autoridad moral.

Aparte de los nacionalistas vascos y los nacionalistas catalanes, entre los partidarios del pelillos a la mar podemos citar al periodista Luis R. Aizpeolea, que descalifica como Tea Party a quienes se separan de la versión oficial de que ETA se acabó, y al exjuez Baltasar Garzón, empeñado en exigir a las víctimas de ETA que asciendan a su nivel a las que él considera víctimas del franquismo so pena de perder su bendición laica.

En esta fase de la guerra contra el terrorismo la mejor arma es recordar el pasado y los actos de cada uno. Por ejemplo, las relaciones entre el PNV y ETA. Los jelkides pretenden arrogarse una superioridad moral invocando su equidistancia entre violentos "de uno y otro lado" o, como los socialistas, entre separadores y separatistas.

Mientras enterrábamos a Blanco

La realidad es que el PNV ha sido el mayor beneficiario político de la existencia de ETA, hasta el punto de que su posible derrota por el Estado español la consideraban los peneuvistas una derrota de su causa. La mayor reacción popular que ha habido jamás contra ETA, y que se hizo al margen de los partidos políticos, fue la del secuestro y asesinato del concejal del PP en Ermua Miguel Ángel Blanco en 1997. Entonces, la mayor preocupación de los jerarcas del PNV no fue rematar a ETA, sino impedirlo.

En un artículo titulado "Notas de campaña" (Deia, 24-7-2001), Koldo San Sebastián reveló que al PNV le preocupaba mucho que la ETA desapareciese porque podría convertirse en un partido como otro cualquiera. Por tanto, había que salvar a la banda.

Días después del asesinato de Miguel Ángel Blanco, centenares de militantes del PNV nos reunimos en asamblea [secreta en Artea] para ver cómo afrontábamos la brutal campaña mediático-política que se había desatado contra nosotros. En las asambleas se produjeron momentos muy tensos. Había quien pensaba que, efectivamente, sin ETA nos convertiríamos en una fuerza vulgar. Para quien conozca un poco la historia del PNV, se vivieron los momentos más críticos desde 1936 (incluso más críticos que los de la última escisión).

Hay que explicar que cuando Koldo cita 1936 se refiere a las dudas en el PNV para decidir con qué bando se iba. Juan de Ajuriaguerra, Manuel de Irujo y José Antonio Aguirre subastaron su apoyo entre el general Mola y el socialista Prieto. Como al PSOE la nación y la democracia le importan un bledo, ofrecieron más y el PNV se fue con el Frente Popular hasta que, pasado un año, le traicionó en Santoña.

Poco después de esa asamblea el PNV y su escisión, Eusko Alkartasuna, firmaron el Pacto de Estella, en el que se unieron los que agitan el árbol y los que recogen las nueces contra España y los españoles.

En junio de 1998, tras el asesinato del concejal del PP en Rentería Manuel Zamarreño, Javier Arzallus dijo que el compromiso de aislamiento de Herri Batasuna del año anterior era mentira.

No mentía, pues, esa "brutal campaña mediático-política" que vinculaba a los nacionalistas pacíficos y violentos.

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