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Rafael L. Bardají

El 11-S 20 años después: ¿Estamos ganando o perdiendo?

Al Qaeda no fue desmantelada por completo, el cisma interno y la aparición del Estado Islámico, primero en Irak y luego en Siria, quitó protagonismo a los herederos de Bin Laden.

Al Qaeda no fue desmantelada por completo, el cisma interno y la aparición del Estado Islámico, primero en Irak y luego en Siria, quitó protagonismo a los herederos de Bin Laden.
El Mayor General Chris Donahue subiendo al avión C-17 y convirtiéndose en el último soldado de su país en Afganistán. | EFE

En el 20 aniversario de aquel 11 de septiembre que amaneció como un día normal pero que en pocas horas se convirtió en un antes y después de nuestra historia reciente, mucha gente se pregunta si todo lo que se desencadenó después para luchar contra Al Qaeda y el yihadismo, mereció la pena. Particularmente tras ver las imágenes de la retirada americana y de la OTAN de Afganistán, en una forma deshonrosa, humillante y cuyas consecuencias están aún por ver.

Lo primero que conviene tener en cuenta es que la respuesta inicial norteamericana estaba orientada a anular y destruir la capacidad operativa de Al Qaeda, la organización yihadista liderada por Bin Laden y responsable de los imaginativos ataques del 11S. Desde este estrecho punto de vista, hay que decir que la guerra contra Al Qaeda se llevó a cabo con un notable éxito. Primero negándole la base territorial, Afganistán, desde la que planificar sus acciones terroristas. Tras la caída del régimen de los talibán en 2001, Al Qaeda tuvo que pasar a la clandestinidad, esencialmente en ciudades de Pakistán, y su capacidad para operar se vio severamente disminuida. Sus líderes fueron poco a poco detenidos o eliminados y como sabemos por los papeles de la casa de Bin Laden en Abbottabat, había perdido tanto la capacidad de estar informado como de liderar a su organización. Su muerte fue un duro golpe para la organización, del que todavía no se ha recuperado.,

Es más, aunque Al Qaeda no fue desmantelada por completo, el cisma interno y la aparición del Estado Islámico, primero en Irak y luego en Siria, quitó protagonismo a los herederos de Bin Laden. Sobre todo desde la proclamación en Mosul del Califato a manos de Al Bagdadi.

Por lo tanto, en lo que toca a Bin Laden y sus secuaces, la guerra contra el terror sí obtuvo una clara victoria. Ahora bien, todo eso se puede ir al garete si el remanente de Al Qaeda deciden reconstituirse, ahora que ya no existe el Califato ni el ISIS le puede hacer mucha sombra, y con la ayuda de los talibán, vuelve a contar con una base logística en suelo afgano. Viendo las actuales imágenes de Kabul, no es ninguna locura prever que esto ocurra. Y no olvidemos que la estrategia de Al Qaeda, que nunca ha abandonado, es golpear a los infieles allí donde más nos duele, en nuestro suelo. 20 años después de haber sido expulsados de Kabul, Afganistán vuelve a estar en manos de los talibán. 20 años después del 11S no es descartable que los nuevos dirigentes de Al Qaeda planeen un nuevo 11S desde aquel país.

En lo que refiere al combate contra la yihad, a nivel global y sus múltiples filiales locales, la valoración de dónde estamos es mucho más sombría. Por un lado, hay más grupos yihadistas hoy que antes del 11S y en más países y zonas geográficas, de Filipinas al Sahel. Sin embargo, la capacidad de atacar objetivos en suelo occidental es remota. Estos grupos suelen tener una orientación local y unos intereses territoriales estrechos y su habilidad para moverse entre nosotros sin ser detectados es muy pobre. En parte por sus propias capacidades, pero, sobretodo, por la creciente eficacia de policías y servicios de inteligencia del mundo occidental para detectar, prevenir y actuar contra los yihadistas. El lobo solitario teniente unos claros límites sobre el daño que puede infligir. Dicho lo cual, la desestabilización de zonas como el Sahel puede tener efectos muy negativos no sólo sobre la zona, sino sobre todos los países que tenemos intereses allí. Aunque solo se trata de detener la emigración a nuestro suelo. Si hablamos de la Península Arábiga, la posibilidad de afectar a la producción y tránsito del petróleo puede tener graves consecuencias para la economía global.

Finalmente, no podemos olvidar que los grupos terroristas yihadistas se inspiran todos en una ideología, el islamismo. Y es en este campo donde la guerra contra el terror ha fracasado por completo. La radicalización del mundo islámico no empezó tras el 11S, como muchos dicen. Es muy anterior y podríamos situarla, por poner una fecha fácil de entender, en 1979, año de la invasión soviética de Afganistán, de la constitución de la República islámica de Iran y, sobre todo, del asalto a la Meca por los precursores de Al Qaeda. desde entonces, el mundo musulmán ha ido derivando en un mundo islámico, más rigorista y más extremista. La reacción al 11S y la posterior invasión de Irak en 2003 fueron elementos a explotar por la retórica islamista, pero no su causa.

Y lo que ha pasado con la radicalización de buena parte del mundo musulmán, ha tenido su espejo en la creciente población musulmana en suelo occidental. No es casualidad que Francia haya sido un terreno central de batalla para el yihadismo.

Pero el hecho de que 20 años después del 11S el islamismo sea más fuerte y esté mas extendido que nunca no puede cegarnos y llegar a la conclusión que todo lo que se ha hecho ha sido inútil. ¿Cómo sería el mundo hoy si George W. Bush no hubiera lanzado la guerra contra el terror? La respuesta sólo puede ser una: Al Qaeda habría golpeado de nuevo, el islamismo se hubiera sentido reforzado. Países como Jordania y Arabia Saudí o Egipto habrían sido desestabilizados o controlados y nosotros estaríamos cercados a la vez que castigados desde dentro. Y dada la debilidad de nuestra cultura, a punto de rendirnos y desaparecer.

Es verdad, que esta larga guerra no nos ha traído las victorias necesarias como para poder considerarla ganada, ni mucho menos. Es más, ha complicado nuestras vidas y transformados nuestros ideales en formas que no sospechábamos. Para poder detectar a los terroristas hemos cedido mucho de nuestra privacidad al Estado. Aunque nada, desde luego, como cuanto hemos cedido durante el Covid.

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