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Santiago Navajas

O nosotros o Pinochet

Pretendían sacar a Pinochet por la ventana, pero en realidad lo que querían era introducir a Fidel Castro por la puerta.

Pretendían sacar a Pinochet por la ventana, pero en realidad lo que querían era introducir a Fidel Castro por la puerta.
El presidente de Chile, Gabriel Boric. | Alamy

En una afilada viñeta de 1975, tres meses antes de la muerte de Franco, Ramón en 'Hermano Lobo' dibujaba a un señor con pajarita en un mitin que dirigiéndose a la multitud decía "¡O nosotros o el caos!". A lo que el pueblo gritaba entusiasta: "¡El caos, el caos!". El señor de pajarita respondía finalmente: "Es igual, también somos nosotros".

A los chilenos el referéndum sobre la nueva Constitución se les ha planteado como un dilema entre Pinochet o el combo de políticas populistas al estilo de Maduro, Evo Morales, Kirchner. El nuevo presidente de Colombia, Gustavo Petro, lo ha vuelto a plantear en un tuit en el que lamenta la derrota del proyecto constitucional

Lo que no es más que una proyección por parte del mandatario exterrorista de cómo la extrema izquierda está resucitando en América. Simplemente, han sustituido el fusil Kalashnikov por la espada de Bolivar, pero siguen siendo los mismos revolucionarios violentos y antiliberales. La antigua Constitución de Chile había sido ya reformada más de treinta veces, por lo cual el alegado origen espurio e ilegítimo de la misma había sido borrado por la legitimidad en el ejercicio, los sucesivos refrendos parciales, su homologación con otras Constituciones liberales y su efectividad en la práctica.

Una vez que el tren democrático descarrila de la vía constitucional es muy difícil volver a encarrilar el Estado de Derecho. El Presidente Boric ha demostrado con su amateurismo radical que no puede dirigir otra cosa que un sindicato de estudiantes. Imaginen cómo sería en España un proceso constitucional siendo Pablo Iglesias el presidente. Por eso la dimisión de Boric es necesaria y urgente, tanto por su fracaso en el pasado como por la polarización hacia el futuro.

Los chilenos deberían saber que una Constitución debe ser un marco básico de actuación que no esté sesgado por políticas del presente, sino como una institución sólida, austera y flexible que acoja las direcciones políticas concretas que la democracia en ejercicio estableciese en cada momento dado, marcando líneas rojas en cuanto a Derechos Fundamentales, sin frivolidades ni capturas por parte de lobbies, ya sean empresariales o indigenistas. Es decir, todo lo contrario de lo que ha sucedido en Chile en la actualidad, cuando el proyecto constitucional ha sido pasto de búsqueda de rentas particularistas y presa de delirios ideológicos.

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El objetivo principal de un orden constitucional, desde el fin de las monarquías absolutas, es limitar a los poderes establecidos, sean estatales o privados. Lo que está ocurriendo en Hispanoamérica, y casi triunfa en Chile, es que se está imponiendo un modelo de democracia ilimitada y populista que pretende poner la Constitución a su servicio. Pretendían sacar a Pinochet por la ventana, pero en realidad lo que querían era introducir a Fidel Castro por la puerta.

Desde el punto de vista teórico, la soberanía de la Ley y la del Parlamento son irreconciliables. En España sabemos muy bien a dónde conduce el supremacismo parlamentario por encima de la Constitución, golpe de Estado mediante en Cataluña por parte de los nacionalistas. En Chile se pretendía imponer una democracia populista y asamblearia, al estilo woke, a una democracia limitada y liberal, con una Constitución más emparentada, para entendernos, con la de la URSS que con la de EE.UU.

Entre el caos de hunos y el caos de hotros, los chilenos tienen un difícil camino para volver a encontrar la senda de la libertad, la prosperidad y el sano constitucionalismo.

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