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Antonio Robles

La lista mamporrera del PSUC

Si legalmente no pueden ser plebiscitarias, se ha de evitar que lo parezcan.

Oigo, leo, me cuentan que el independentismo ha logrado un éxito histórico con eso de la lista unitaria plebiscitaria del 27-S. Nuevamente cunden el desaliento y la desesperación en las filas no nacionalistas por un Gobierno nacional incapaz de ponerle freno a un proceso cada vez más insolente y peligroso. La sensación de impotencia por la actitud pasiva de Rajoy está justificadísima, pero no por el espejismo de la lista unitaria. De hecho, es su segunda derrota después del 9-N. Con la falsa lista unitaria, lo que de verdad se ha evidenciado es que ya no todos los nacionalistas y equidistantes están en el mismo frente.

Hasta ahora, con el derecho a decidir estaban ICV-EUiA, PSC, CiU (CDC+UDC), ERC y las CUP. Después del acuerdo alcanzado por una lista unitaria por la independencia se han reducido a ERC y CDC. Nunca antes se había definido la frontera entre las fuerzas partidarias del independentismo y las que no lo son o no abogan por él. Siendo este detalle lo más evidente, no es sin embargo lo más nocivo para los intereses secesionistas. El espacio común nacionalista, ese espacio de sobrentendidos donde todos estaban contra España por el mero hecho de ser catalanistas, se ha cuarteado. Por inercia, nadie se podía permitir salir de esa omertá catalanista. Durante tres décadas y media fue el aval para imponer sin contestación social el monolingüismo, romper lazos afectivos con España y consentir el vaciado del Estado en Cataluña.

Pues bien, eso se ha roto. Un nuevo escenario se está generando más allá de la voluntad de sus protagonistas. La irrupción de la candidatura Catalunya Sí Que Es Pot, pacto de izquierdas de Podemos, ICV, EUiA, y Procés Constituent, partidarios de un nuevo proceso constituyente dentro de la legalidad, y su rechazo explícito de Artur Mas como representante de la casta corrupta catalana han recreado el frentismo de derechas e izquierdas. De hecho, la lista unitaria está encabezada por un exeurodiputado pijoecosocialista de ICV, Raül Romeva, para contrarrestar ideológicamente el pacto de izquierdas de Podemos. Es la vieja política psuquera de enarbolar la bandera de la izquierda para acabar colaborando con el pujolismo. La historia de estos últimos cuarenta años.

La extravagancia de poner a Artur Mas de cuarto en su propia lista plebiscitaria para asegurarse la presidencia de la Generalidad, precedida por el oportunista de izquierdas Raül Romeva, la republicana y presidenta de la ANC Carme Forcadell y la convergente y presidenta de Òmnium Cultural Muriel Casals es la forma más diáfana de mostrar la imposibilidad de hacerse con el arco ideológico. Esta burda simulación ha sido inmediatamente denunciada por ICV, que ha acusado a su excompañero Romeva de esquirol por trabajar para hacer presidente de la Generalidad a Artur Mas.

Es desalentadora la pachorra del Gobierno de Rajoy, pero aún puede ser peor la llamada de su representante en Cataluña, Alicia Sánchez Camacho, a todos los partidos constitucionalistas (PSC, C’s, PPC y UDC) para unir fuerzas contra la lista unitaria. Podría ser una salida para tapar el previsible fracaso electoral de su partido, nunca para España. Estas elecciones no son ni pueden ser plebiscitarias. Si legalmente no pueden ser plebiscitarias, se ha de evitar que lo parezcan. Y jugar al mismo juego que sus partidarios es el peor camino.

No hay que temerles por los escaños y votos que puedan sacar, de ningún resultado pueden generar legalidad ni legitimidad para proclamar la independencia unilateral. El Estado en algún momento deberá plantarse y defendernos. Lo desesperante es cómo y cuándo. Lo que el Estado ya no tiene en su mano es reconducir a cientos de miles de catalanes a los que se les ha adiestrado en el desprecio a la legalidad constitucional. Han normalizado el desafío y se creen con derecho a cualquier cosa. O mejor dicho, cualquier cosa que se haga en contra de sus deseos es descifrada como un ataque a sus derechos. El sujeto político de sus derechos ya no está en la ley, sino en sus emociones. Mal asunto para un Estado que parece cualquier cosa, menos el fundamento de la ley.

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