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Cayetano González

El liderazgo de Rajoy

Si en el peor momento político de Zapatero, con cuatro millones de parados, con una soledad parlamentaria clamorosa, el presidente del Gobierno "sale vivo" del debate, es que algo ha hecho mal, muy mal, el líder de la oposición.

Después de haber visto el pasado martes el cuerpo a cuerpo de Rajoy con Zapatero en el denominado "Debate del estado de la Nación", mejor hubiese sido llamarlo sin tapujos "Debate sobre la crisis". Se entiende perfectamente como, encuesta tras encuesta sea del CIS o del ZAS, muchos españoles –entre ellos una buena parte de los votantes del PP– tengan, como mínimo, serias dudas sobre la capacidad de liderazgo de quien en estos momentos dirige el principal partido de la oposición, cuando no piensen directamente que lo que necesita urgentemente el PP, si quiere ganar las elecciones generales del 2012, es otro líder.

Si en el peor momento político de Zapatero, con cuatro millones de parados, con una soledad parlamentaria clamorosa, el presidente del Gobierno –como muy bien ha titulado El Mundo– "sale vivo" del debate, es que algo ha hecho mal, muy mal, el líder de la oposición. Y es que Rajoy ni estuvo convincente, ni transmitió ilusión, ni dio una imagen de líder solvente, ni explicó cuál era su alternativa. En su primera intervención se le vio envarado, rígido, aburrido, sin chispa, incluso innecesariamente faltón, seguramente porque se había dejado imbuir en exceso de los consejos de Pedro Arriola: "Mariano, cuida el tono, no te pases en agresividad, no des una imagen de crispación". En fin, ya se sabe lo que suele aconsejar este sociólogo de cabecera, que también lo fue de Aznar, –aunque tengo para mí que le hacía un caso relativo– y que lo heredó, eso sí, bien retribuido Rajoy.

Y encima, el líder de la oposición recibió bastante "estopa" por parte de un Zapatero que en estos cinco años que lleva en el poder ha aprendido mucho en cuanto a dialéctica parlamentaria se refiere. Una "estopa" de la que llega al pueblo llano, que no sigue el debate en directo, pero que sí ve los telediarios de las infinitas televisiones gubernamentales. ¿O acaso cree Rajoy que la acusación de Zapatero de que "usted no solamente no arrima el hombro para salir de la crisis, sino que se aprovecha de ésta para sus intereses electorales" no es absolutamente letal?

El militante/simpatizante/votante del PP que siguiera el debate por televisión no pudo quedar satisfecho de la actuación de Rajoy. Y que eso sucediera a menos de cuatro semanas de unas importantes elecciones, por la lectura en clave nacional que van a tener, no es una buena noticia para los populares. Por otra parte, el discurso de Rajoy estuvo absolutamente pegado al terreno económico, obviando otras cuestiones que también interesan y mucho a los ciudadanos, como la discriminación lingüística que se sufre en diferentes partes de España, especialmente en Cataluña, o el delicado estado de la justicia. Pero sobre eso Rajoy no dijo ni palabra. Ha tenido que ser Rosa Díez la que con su contundencia acostumbrada –consecuencia de la claridad de ideas que tiene esta política– hablara de ello e incluso le espetara a Zapatero eso de "o convoque un gran pacto de Estado para salir de la crisis o convoque elecciones". ¿Por qué Rajoy fue incapaz de decir lo mismo o algo similar? Esa es la gran pregunta a la que seguro que muchos ciudadanos tienen ya respuesta.

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