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Cayetano González

¿Quo vadis PP vasco?

Rajoy debería tener claro que para hacer frente a los desafíos separatistas necesita un PP vasco que recupere urgentemente las que han sido sus señas de identidad durante muchos años.

El 21 de octubre del pasado año, el PP vasco de los Basagoiti, Oyarzabal, Sémper y Maroto, obtuvo en las elecciones autonómicas 130.000 votos (11,73%) y diez diputados en el Parlamento Vasco, convirtiéndose en la cuarta fuerza política de la Comunidad Autónoma Vasca detrás del PNV (27 diputados), EH-Bildu (21) y PSE-EE (16). Esa misma cuarta posición fue la que consiguió en todas y cada una de las tres circunscripciones electorales del País Vasco –Álava, Vizcaya y Guipuzcoa- con el agravante de que en el territorio alavés el PP gobierna en la Diputación Foral y en el Ayuntamiento de Vitoria. En Guipuzcoa, los populares a punto estuvieron de convertirse en extra-parlamentarios. Sólo sacaron 30.000 votos (8,52%) y 2 escaños de 25.

Aunque dice el refrán que "todas las comparaciones son odiosas", en este caso, para darse cuenta de la magnitud de la debacle electoral popular, son absolutamente necesarias. Veamos: en 1998 con Carlos Iturgaiz de candidato a lehendakari, el PP obtuvo 252.000 votos (20,1%) y 16 diputados. En el 2001 el candidato fue Jaime Mayor Oreja, que sacó el mejor resultado de la historia del PP en el País Vasco: 327.000 votos (23,1%) y 19 diputados. En el 2005 con María San Gil como candidata, los populares tuvieron 210.000 votos (17,4%) y 15 diputados. Sobran los comentarios, basta la simple comparación de los datos.

Transcurridos casi tres meses desde esa debacle electoral, ¿ha habido alguna autocrítica en el PP vasco? ¿Algún dirigente, uno sólo, ha dimitido? En cualquier otro tipo de organización social, empresarial, si los directivos de la misma presentaran a la Junta General de Accionistas tan "pingües" resultados, lo primero y último que se les enseñaría a esos "eficaces" gestores es la puerta de salida. En España y más concretamente en los partidos políticos, no suele dimitir nadie tras un fracaso electoral. Pero en el actual PP vasco han ido un paso más allá de ese comportamiento habitual y han adoptado una actitud que roza lo esperpéntico y que tiene los siguientes síntomas: cuantos más votos pierden, más contentos están; cuanto más profunda es la bofetada electoral más se aplauden entre ellos, más se apoyan entre sí ante las críticas internas y externas, más se encierran en sí mismos, más enemigos se inventan para intentar justificar su -para los demás- evidente fracaso.

El PP pop y guay

En mayo del 2008 María San Gil, -hastiada de los tejemanejes de turno de Soria y Lasalle, que contó con la habitual pasividad de Rajoy, durante la elaboración de la ponencia política que se iba a discutir en el Congreso de Valencia- dimitió de la presidencia de los populares vascos. Entonces, llegó a la dirección del partido el grupo controlado por los alaveses Alfonso Alonso e Iñaki Oyarzabal que pusieron a Antonio Basagoiti en la presidencia, y arrinconaron a todos aquellos que consideraban leales a María San Gil o Jaime Mayor, como era el caso, entre otros, de Santiago Abascal, Carmelo Barrio, Regina Otaola o Carlos Urquijo.

Fueron los tiempos de esas gracietas lideradas por Oyarzabal y consentidas por Basagoiti, del PP "pop", del PP "guay", del PP que quería abrirse a la sociedad vasca, que quería como hacerse perdonar por si en el pasado habían sido excesivamente duros en el discurso político y habían ido muy de frente en la confrontación con el nacionalismo y la defensa de la libertad y de la Constitución en el País Vasco.

Desde la marcha de María San Gil, el PP vasco ha ido dilapidando los valores de ese proyecto político e ideológico que había sido capaz –durante los años de los Gobiernos de Aznar- de plantar cara no sólo a los terroristas y a quienes les apoyaban, sino al nacionalismo obligatorio que tan bien representaba el PNV. Tras las elecciones autonómicas del 2009, el PP optó -e hizo bien- por apoyar la investidura a lehendakari del socialista Patxi López con el objetivo de mandar a la oposición al PNV. Lo que no hizo tan bien fue mantener ese apoyo más allá de lo razonable, sobre todo cuando López se convirtió desde la Lehendakaritza en uno de los principales avalistas e impulsores del proceso de negociación política que Zapatero había llevado a cabo con ETA desde incluso antes de llegar a la Moncloa.

Esa dilapidación del caudal político, moral y ético que habían conseguido reunir los populares vascos en los años anteriores se acentuó tras las elecciones generales del 2011 y la llegada de Rajoy a la Presidencia del Gobierno. En este tiempo hemos asistido a comportamientos tan rechazables en algunos casos y equivocados en otros, como que un día Oyarzabal insultaba a las víctimas del terrorismo que eran críticas con la política antiterrorista del Gobierno de Rajoy; otro día se apoyaba y justificaba la excarcelación del etarra Bolinaga; se aceptaba sin más la legalización de Sortu por parte del Tribunal Constitucional; se defendía sin ningún tipo de rubor –siguiendo al pie de la letra el discurso de Rubalcaba y del PSE- que ETA había sido derrotada por el Estado de Derecho y esto se hacía en puertas de que ETA llegara a ser, a través de Bildu la segunda fuerza política del País Vasco y tras haber conseguido un año antes gobernar en la Diputación Foral de Guipúzcoa y en un buen número de ayuntamientos, entre ellos el de San Sebastián; Basagoiti no disimulaba antes de las elecciones vascas que su aspiración era sacar los parlamentarios suficientes para poder ayudar al PNV a gobernar. Y claro, de todos esos polvos vienen estos lodos.

Sémper, Maroto y Bildu

Pero como en una alocada huida hacia adelante, no contentos con quedarse con todo ese cúmulo de errores y el consiguiente castigo electoral que recibieron en octubre pasado, los actuales dirigentes del PP vasco están protagonizando en los últimos días -unos por acción y otros por omisión- el espectáculo más bochornoso e indecente que ha vivido el centro-derecha vasco desde la transición política.

Las recientes declaraciones del ¿líder? del PP de Guipúzcoa, Borja Sémper, en el sentido de que "el futuro de Euskadi se tiene que construir también con Bildu" y las del alcalde de Vitoria, Javier Maroto, señalando que a él "no le tiemblan las piernas" por llegar a acuerdos con la franquicia de ETA, han rebasado todos los límites de lo tolerable, hasta el punto de que hasta la misma secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, se ha visto obligada a darles un -a todas luces insuficiente- toque de atención, consciente de que tales declaraciones producen una profunda indignación en una gran parte de los votantes del PP en el País Vasco y en el resto de España.

Una indignación similar a la que produjo hace cuatro meses la decisión política adoptada por el Gobierno de Rajoy, a impulsos de su incompetente aunque amigo personal ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, que propició la liberación de Josu Uribetxeberría Bolinaga, el torturador/secuestrador de Ortega Lara. Una decisión que fue justificada y defendida en su momento por los populares vascos. En la actualidad, Bolinaga disfruta de la libertad, pasea por las calles de Mondragón, la localidad guipuzcoana donde él, junto a otros tres etarras, tuvieron secuestrado la friolera de 532 días a Ortega Lara.

¿Cómo es posible que un dirigente del PP vasco diga que el futuro de Euskadi hay que construirlo con quienes no han condenado los atentados de ETA, con quienes no han solicitado a la banda terrorista que se disuelva y entregue las armas, con quienes no han pedido a las víctimas del terrorismo perdón por el daño y el dolor causado? ¿Cómo es posible que plantee construir ese futuro junto a quienes representan un proyecto absolutamente totalitario incompatible por tanto con la democracia y con la libertad? ¿Cómo es posible que un cargo público de la relevancia de alcalde de Vitoria se pavonee de ir a tomar "potes" con los concejales de Bildu y de que no le temblarán las piernas por pactar con estos individuos? ¿Por qué ese afán de hacerse perdonar la vida por los matones del barrio? ¿A qué grado de degradación moral, ética, intelectual han llegado estos personajillos irrelevantes del PP vasco? ¿Por qué les toleran estas lindezas? ¿Cómo Basagoiti no ha cesado ya a Sémper o le ha indicado a Maroto la puerta de salida ya que es evidente que se ha equivocado de partido? 

Gregorio Ordóñez y los "mártires" del PP

En el caso del guipuzcoano Sémper hay un hecho en mi opinión todavía más grave y es que invoque para justificar su actuación política la memoria de Gregorio Ordóñez y los valores que este joven dirigente del PP asesinado por ETA hace ahora dieciocho años defendía. O bien Sémper no conoció bien a Goyo o bien su desfachatez y atrevimiento no tiene límites al tergiversar y manipular de esa manera la figura de alguien que sí tenía, no como él, las ideas muy claras y la firmeza suficiente para hacer frente a los terroristas y a quienes les apoyan. Le sugiero a este dirigente del PP de Guipúzcoa que si tiene valor llame a la viuda de Gregorio, a Ana Iríbar, y le pregunte qué pensaría su marido de todo lo que está haciendo y diciendo. Eso sí, que se prepare para escuchar de todo menos bonito, porque Ana es una mujer ejemplar, firme, con profundas convicciones y sin pelos en la lengua. En cuanto a Maroto, puestos a tomar "potes" con los de Bildu, que no se corte, que se acerque a Mondragón –total sólo se tarda media hora en coche desde Vitoria-Gasteiz- e invite a una ronda a Josu Bolinaga. Puestos a degradarse, que lo haga sin cortapisas.

Por si a Sémper, o a Maroto, o a los actuales responsables de todo este desaguisado se les ha olvidado, sería conveniente recordarles que han sido muchos los concejales del PP-UPN asesinados por ETA en el País Vasco, en Navarra y en el resto de España. Asesinatos que no han sido condenados por esos con los que ahora Sémper quiere construir el futuro de Euskadi o con los que Maroto –este es todavía más simplón-, se va a tomar vinos. El respeto a la Memoria y a la Dignidad de sus compañeros de partido asesinados debería provocarles que se les cayera la cara de vergüenza e irse inmediatamente a su casa para no volver jamás.

Para refrescarles la memoria, ésta es la relación de los auténticos mártires que tiene el PP en sus filas, aunque desgraciadamente y tristemente estén en el cementerio: Gregorio Ordóñez Fenollar (asesinado en San Sebastián el 23-01-1995); Miguel Ángel Blanco Garrido (Ermua, 12-07-1997); José Luis Caso Cortines (Irún, 11-12-1997); José Ignacio Iruretagoyena Larrañaga (Zarautz, 9-01-1998); Alberto Jiménez Becerril y su mujer, Ascensión García Ortiz (Sevilla, 30-01-1998); Tomás Caballero Pastor (Pamplona, 6-05-1998); Manuel Francisco Zamarreño Villoria (Rentería, 25-06-1998); Jesús María Pedrosa Urquiza (Durango, 4-06-2000); José María Martín Carpena (Málaga, 15-07-2000); Manuel Indiano Azaustre (Zumárraga, 29-08-2000); José Luis Ruiz Casado (Sant Adría de Besos, 21-09-2000); Francisco Cano Consuegra (Tarrasa, 14-02-2000); Manuel Jiménez Abad (Zaragoza, 6-05-2001) y José Javier Múgica Astibia (Leiza, 14-07-2001).

Añádase a esta escalofriante lista, los 11 concejales o cargos públicos del PSE, 7 de UCD y 4 de AP que también han sido asesinados por ETA, así como todos y cada uno de los 209 guardias civiles, 149 policías nacionales, 96 militares, 25 policías municipales, 16 ertzainas y mossos d'Esquadra y 361 civiles (entre ellos, jueces, fiscales, empresarios, periodistas, funcionarios de prisiones, 21 niños) para completar este repugnante cuadro del horror causado por la banda terrorista ETA.

Un partido irrelevante

Ni los compañeros de sigla política de los Basagoiti, Oyarzabal, Sémper y Maroto asesinados por ETA, ni el resto de víctimas del terrorismo, ni los españoles que han sabido estar unidos, sufrir juntos en los momentos más duros del embate terrorista, se merecen el espectáculo que están dando los actuales dirigentes del PP vasco. Unos dirigentes que han llevado al PP a ser un partido irrelevante en la sociedad vasca, sin ninguna capacidad de influir o condicionar la política vasca, sin peso específico propio; un partido despreciado por Bildu, ignorado por el PNV y mirado con desdén por ese PSE al que el PP mantuvo en Ajuria-Enea durante tres largos años. Un partido que se ha hecho irreconocible para muchos ciudadanos vascos que han dejado de votarle -197.000 desde el 2001, casi dos de cada tres- al no tener la seguridad de que los actuales dirigentes del PP vasco fueran a defender, en la práctica y no en la teoría, lo mismo que han defendido en el pasado cuando tuvieron responsabilidades al frente del partido, Jaime Mayor, Carlos Iturgaiz o María San Gil.

Dicen los que hablan con él que Mariano Rajoy tiene como máxima preocupación en el tema vasco que ETA no vuelva a matar. Enunciada así la cuestión, el objetivo es loable. El problema es que ETA es algo más que un conjunto de comandos terroristas. Es un proyecto político que nació para destruir lo que más odian, que es España. Y por eso han asesinado a 857 personas. En estos momentos ETA no mata –seguramente porque están muy diezmados gracias al magnífico trabajo de la Guardia Civil y de la Policía Nacional- pero también porque quizás piensen que ya no necesitan hacerlo para conseguir sus objetivos. Gracias a los enjuagues con Zapatero, y a la inacción de Rajoy, ha llegado a las instituciones y desde ellas intentará, implicando en esa tarea al PNV, llevar a cabo su proyecto rupturista e independentista. Además, ETA y su mundo se encuentran ahora mismo a la expectativa de lo que suceda en Cataluña, algo a lo que no son ajenos. ¿O es que se nos ha olvidado la entrevista de enero del 2004 con Carod Rovira en Perpiñán y la tregua que la banda terrorista ofreció a Cataluña a cambio de que esta Comunidad Autónoma se convirtiera en la vanguardia del proceso para romper España?

Para hacer frente a ese proyecto de ETA, es necesario, entre otras cosas, un PP y un PSE fuertes en el País Vasco. Ambos han retrocedido mucho en las últimas elecciones. El constitucionalismo –movimientos cívicos incluidos- está en franco retroceso. Fue tocado de muerte por el proceso de negociación con ETA llevado a cabo por Zapatero y todavía sigue en ese estado debido también, reitero, a la inacción de Rajoy.

El presidente del Gobierno y del PP –dedicado en cuerpo y alma a sacar a España de la crisis económica y con el reto soberanista lanzado por Mas encima de la mesa- debería ser consciente de que más temprano que tarde también le llegará ese reto desde el País Vasco. Y debería tener claro que para hacerles frente necesita un PP vasco que recupere urgentemente las que han sido sus señas de identidad durante muchos años. Para lo cual, como primera medida, debería propiciar el cambio de las personas que han llevado a su partido a la situación actual y que no contentas con eso, además se muestran partidarias de construir el futuro con quienes no han condenado los asesinatos de ETA y tienen como objetivo prioritario destruir a España.

Cayetano González es colaborador habitual en los programa Es la mañana de Federico y Es la noche de César en esRadio.

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