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Daniel Rodríguez Herrera

La herencia de Chrome

Las virtudes de la competencia son extraordinarias. Cuando parecía que no podríamos usar nada mejor que Internet Explorer 6, Firefox no sacó de nuestro error. Y cuando éste había quedado establecido como lo más avanzado, salió Chrome.

Sí, vale que algunas de las novedades que introdujo Google Chrome ya estaban presentes en Opera. Pero, para qué engañarnos, la influencia a corto plazo del navegador noruego es casi inexistente. Sus hallazgos, como la navegación por pestañas, sólo se han extendido por internet cuando otro –en este caso, Firefox– adoptó la idea y la popularizó. Sin embargo, tras unos años de incorporar mejoras y de la lentitud de Microsoft en ponerse a la altura, lo cierto es que el zorro de fuego se estabilizó. Como el mejor, sí, pero sin ofrecer grandes novedades. En los últimos tiempos, quizá sólo la barra de direcciones que recuerda todo lo que hemos escrito en ella haya supuesto una mejora sensible en el día a día.

Esta semana, sin embargo, ha sido pródiga en novedades desde la Fundación Mozilla. La primera fue la actualización de la versión 3.6, que ha recibido un cambio sustancial pero invisible a los usuarios. Flash, Silverlight y Quicktime, los plugin que más emplean los usuarios de los navegadores, se ejecutan ahora en un proceso distinto, de modo que si se cuelgan o ralentizan Firefox sigue funcionando con normalidad. Especialmente interesantes me han parecido los agradecimientos de los desarrolladores del navegador a Zynga, la empresa responsable de Farmville, porque quizá sea esa aplicación la más mortífera para el buen funcionamiento de Firefox; parece claro que han colaborado en esta mejora.

La segunda novedad ha sido el lanzamiento de la primera versión beta de Firefox 4. Incluye bastantes novedades, algunas de ellas útiles sólo para unos pocos, como es el soporte para MathML –un lenguaje para escribir ecuaciones matemáticas en las web–; otras son obligadas, como la reescritura del intérprete de HTML, programado en 1998, para acelerarlo y ser capaz de soportar HTML5, la nueva versión del lenguaje que permite incorporar vídeos, entre otras novedades. Pero lo primero que verá el usuario es el cambio de diseño, que convierte la navegación con Firefox 4 en algo muy parecido a acceder a la web con... Chrome.

De hecho, lo mejor que aportó Firefox 3.5 sobre la 3.0 fue un nuevo motor de Javascript que aceleraba el navegador para colocarlo a la altura de... Chrome.

Nos pasamos años entre rumores de que Google trabajaba en un navegador que nunca se cumplían; el hecho de que un día lo anunciaran y al siguiente lo pudiéramos probar fue por ello una sorpresa. Sus principales novedades fueron su limpio diseño, con las pestañas encima de la barra de direcciones y no al revés –como hasta entonces era habitual–, su extraordinaria rapidez y su construcción, que colocaba cada pestaña o ventana y cada plugin en un proceso distinto, para evitar que un problema cualquiera afectara a todo lo que tuviéramos abierto.

Chrome ha logrado hacerse desde su lanzamiento con un notable 7% de cuota de mercado, mientras la buena gente de Opera se mantiene en su casi sempiterno 2,5%. Y lo ha hecho cercenando el crecimiento de Firefox más que a costa del Explorer. De modo que los desarrolladores del primer navegador libre se han tenido que poner las pilas y copiar todo lo bueno del producto de Chrome.

Esta historia viene a demostrar las extraordinarias virtudes de la competencia. Cuando parecía que no podríamos usar nada mejor que Internet Explorer 6, Firefox no sacó de nuestro error. Y cuando éste había quedado establecido como lo más avanzado, salió Chrome. Y todos, los usuarios de Explorer, Chrome y Firefox, nos hemos beneficiado de ello.

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