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La Comunidad Valenciana, por orden de su ex-jerifalte Zaplana, ex-liberal él, ha decidido que los cibercafés son establecimientos que albergan máquinas recreativas de tipo A, es decir, máquinas de ocio puro, y por tanto las mete dentro del ámbito de la Ley del Juego. Empezando por el absurdo de que los marcianitos estén incluidos en la misma ley que los bingos, uno se sorprende del reduccionismo constante al que someten los políticos a unas máquinas tan versátiles como son los ordenadores y a una fuente de información tan rica como es Internet.

Los cibercafés surgieron y florecieron al margen de la administración y sin quejas de nadie. Pero claro, tuvieron demasiado éxito, los jóvenes les cogieron demasiada afición y eso es demasiado grave como para que los políticos resistan la tentación a meter la nariz donde nadie les había pedido que lo hicieran. Pero claro, así se demostraba a las claras que cuando hay una necesidad el mercado la soluciona, y eso no se puede permitir así como así, no sea que les terminemos dejando sin sueldo. Y sin impuestos extra.

Se ve que estoy escribiendo esto en una máquina recreativa de tipo A. Seguramente el propio proyecto de ley ha sido escrito en una máquina recreativa de tipo A. Está alojado en la Red en una máquina recreativa de tipo A. Ustedes leen esto en una máquina recreativa de tipo A. La verdad es que este repentino conocimiento me debería hacer feliz, ahora resulta que trabajo ocho horas al día delante de una máquina recreativa. El sueño de cualquier niño, ¿no?

Lo que no entiendo es porqué, ya que están, no han optado por definirlas como de tipo C, es decir, como máquinas de azar puro y duro. Al fin y al cabo, en Internet también hay casinos. Pero claro, cuando la arbitrariedad entra por la puerta, la lógica suele salir por la ventana.


Daniel Rodríguez Herrera es editor de Programación en castellano.

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