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EDITORIAL

El PNV sin anestesia

Lo que ha ocurrido, simplemente, es que Imaz ha sido y es tan consciente de la función anestesiante que debía tener el alto el fuego de ETA para el avance soberanista, como lo era y es ZP para extender su frente anti-PP al País Vasco y Navarra

El presidente del PNV, Josu Jon Imaz, ha anunciado su decisión de abandonar la política dos días después de que la Ejecutiva de su partido aprobara por unanimidad la ponencia que respalda la celebración de un ilegal referéndum soberanista en el País Vasco en caso de no alcanzarse un acuerdo con el PSE para acabar con el actual marco estatutario del País Vasco.

Como ya dijimos hace dos meses, los enfrentamientos en el seno del PNV –que ahora se saldan con la victoria del "sector duro" de Egibar, Arzalluz y el propio Ibarretxe–, no son tanto una discrepancia en relación a esos objetivos secesionistas que el PNV abandera desde su fundación, sino, más bien, una cuestión de tiempos, de coyuntura y de alianzas.

Por amable que sea la imagen y expresión de Imaz, o por ponderado que haya sido su comunicado de despedida, su apuesta por "el derecho a decidir de los vascos en ausencia de violencia" o su participación en comandita con el Gobierno de Zapatero en las negociaciones con ETA, antes y después del "alto el fuego", deben estar lo suficientemente presentes para que nadie caiga en el autoengaño de pensar que estamos ante la marcha de una especie de converso al autonomismo constitucional.

Lo que ha ocurrido, simplemente, es que Imaz ha sido y es tan consciente de la función anestesiante que debía tener el alto el fuego de ETA para sus irrenunciables avances soberanistas, como lo era y es Zapatero para extender su frente anti-PP al País Vasco y Navarra.

De la misma forma que Zapatero comprende lo electoralmente contraproducente que sería, con ETA activa de nuevo, insistir en pactar estatutos y Gobierno con los separatistas en el País Vasco y Navarra, Imaz también considera que es mejor esperar a un nuevo proceso de paz para recoger "nueces" soberanistas.

Algunos dirán que esta marcha de Imaz es, en cualquier caso, negativa, por cuanto gana el sector más duro del partido. En cualquier caso, se gana en claridad, por mucho que algunos añoren una falsa moderación que sólo iba a servir de excusa para acordar, más adelante, pactos sin principios.

A este respecto nadie debería olvidar que la radicalizada apuesta del PNV por Estella fue, paradójicamente, lo que permitió a PP y PSOE liberarse del neutralizante y estéril Pacto de Ajuria Enea y apostar fuerte por el Pacto por las Libertades. Claro que, para que nuestro optimismo tuviera ahora verdadero fundamento, el abandono de la política que deberíamos comentar no sería el de Josu Jon Imaz, sino el de José Luis Rodríguez Zapatero.

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