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EDITORIAL

Garzón: de acusado a acusador

Les tacha de franquistas, que ya es ironía la etiqueta cuando este caso va de eso mismo, de franquismo, el franquismo que quiso investigar Garzón a pesar de no ser competente al efecto.

Poco importa que le hayan cogido en una antológica prevaricación que pasará a los anales de la judicatura española. Poco importa que las pruebas contra él sean de tal número y de tal peso que abochornarían a cualquier magistrado. Poco importa que, a excepción de García Ancos, ningún otro colega de profesión se haya solidarizado con él. Garzón, el juez campeador, el hombre que ha convertido la Audiencia Nacional en un cortijo donde ajusta en público sus cuentas personales, ni se echa para atrás ni espera a que la justicia siga su camino; muy al contrario, contraataca con un patético recurso acusando a los acusadores de ser uno más de sus fantasmas familiares y judiciales.

Era previsible que Garzón respondiese de este modo tras imputarle el Supremo un delito de prevaricación "palmaria, premeditada, consciente y creyéndose impune", básicamente porque Garzón, diosecillo judicial del Olimpo progresista, sigue considerándose bendecido por la impunidad absoluta. Se juega mucho en el brete, por eso reacciona con virulencia contra los que le denunciaron, el sindicato Manos Limpias. Les tacha de franquistas, que ya es ironía la etiqueta cuando este caso va de eso mismo: de franquismo, del franquismo que quiso investigar Garzón a pesar de no ser competente al efecto, y de que los crímenes sobre los que pretendía hacer justicia se cometieron hace 70 años. Alega asimismo animadversión por parte del sindicato, cuando es bien conocida la enemistad que el juez profesa por el Partido Popular y pese a la cual no duda en emprender procesos contra él.

Pero la pataleta de Garzón no por esperada es menos lamentable, y viene a confirmar que el titular del Juzgado Central de Instrucción número 5 no puede continuar siéndolo durante mucho más tiempo. Si prospera la causa incoada por el Supremo y Garzón termina siendo declarado culpable de prevaricación, podría encontrarse con una pena de 10 ó 20 años de inhabilitación, es decir, le inhabilitaría de por vida, habida cuenta de que en 2009 el magistrado cumplirá 54 años. Pero no se debe esperar a esta sentencia ya sea fría, caliente o tibia. El Consejo General del Poder Judicial debería intervenir cuanto antes y poner freno a las expansiones de un juez polémico y con ínfulas de invulnerabilidad. No sólo por la causa que ha admitido a trámite el Supremo, que es de una gravedad máxima, sino por el continuo e indigno espectáculo judicial que Garzón se empeña en dar siempre que se le presenta la oportunidad.

Motivos para investigarle y someter sus muchas correrías a escrutinio sobran, lo que falta a fecha de hoy es la voluntad de detenerlo. Manos Limpias, un pequeño sindicato de la función pública, ha demostrado que el gigante es todo soberbia y que tiene los pies de barro. Toca ahora al Gobierno de los jueces poner punto y final a un Juzgado desde el que se imparte cualquier cosa menos justicia.

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