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EDITORIAL

Olor a rancio, olor a cambio

Esta apelación del PSC a los sentidos para pedir el voto no es más que una tontería, que da idea de hasta qué punto la política, en España como en aquélla comunidad, se aleja del debate franco sobre las necesidades y los derechos de los ciudadanos.

El PSC ha dado una vuelta de tuerca a las estrategias (pre)electorales al presentar un perfume con el reto de descubrir a qué huele el PSC. Eau de Chacón, se le ha llamado en tono irónico. Pero el olor que trasciende el PSC no huele, en realidad, a bergamota y somero, a pachuli y berbena.

Huele al cuero de los maletines del 3 por ciento de que habló Maragall, huele al polvo de todo un barrio, el Carmelo, hundido por las decisiones políticas influidas por ese tres por ciento. Huele a proscripción del castellano y de quienes denuncian los abusos del nacionalismo. A traición a una parte importante de su electorado, que se siente cómodo en un partido socialista pero que se siente identificado con España. Huele a todo eso y mucho más, nada que invite a mantenerse en las inmediaciones de las siglas.

No es que el resto de los partidos en Cataluña puedan presumir de un aroma fresco. Incluido el PP… hasta recientemente, que ha abierto sus ventanas para cambiar el rancio de sus dirigentes por la renovación impuesta por Daniel Sirera. Y Ciudadanos, que ha cambiado el panorama político catalán con su sola presencia.

En realidad esta apelación del PSC a los sentidos para pedir el voto no es más que una tontería, que da idea de hasta qué punto la política, en España como en aquélla comunidad, se aleja del debate franco sobre las necesidades y los derechos de los ciudadanos.

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