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Guillermo Dupuy

Separatismo no nacionalista

La autodeterminación no es forma de recuperar España ni de preservar lo que queda de ella.

José García Domínguez, uno de los más destacados separatistas –perdón, partidarios de la autodeterminación de Cataluña– que enriquece la Opinión de Libertad Digital, nos ha invitado a reconocer el "déficit democrático" que tiene el edificio constitucional español por no reconocer y posibilitar lo que él considera "un derecho en teoría legítimo" como es "la eventual separación de un territorio".

En respaldo de la autodeterminación de Cataluña –no sé si también de otras partes de España–, García Domínguez cita la "nada sospechosa" autoridad del magistrado del Tribunal Constitucional Manuel Aragón, quien ha afirmado: "Un pueblo de hombres libres significa que esos hombres han de ser libres incluso para estar unidos o para dejar de estarlo".

Por su parte, el presidente del PNV, Íñigo Urkullu, no sé si estimulado por el escrito de nuestro compañero o por el ejemplo de otro separatista –perdón, partidario de la autodeterminación– como Artur Mas, ha denunciado este jueves la "convivencia impuesta" entre el País Vasco y España asegurando que no es propia de "un matrimonio deseado".

Es evidente que para poder defender el antidemocrático y falso derecho de la autodeterminación, lo primero que tienen que hacer sus partidarios –sean o no nacionalistas– es borrar al individuo como titular de los derechos y pasar a concedérselos a los pueblos o a los territorios. Con estos esquemas mentales, no nos extrañe que los pueblos o territorios pasen a ser considerados nada menos que como hombres, incluso como cónyuges.

Ignoro en qué contexto el magistrado Manuel Aragón, contrario en muchos aspectos al soberanista Estatuto catalán, habrá afirmado esa obviedad de que la libertad de los hombres significa que son "libres para estar unidos o para dejar de estarlo". En cualquier caso, esa libertad, afortunadamente, la tienen los barceloneses, como el resto de catalanes, como el resto de los españoles. Ahora bien, si por esa libertad se ha de entender el derecho de los ciudadanos a configurar mediante el voto las fronteras de los Estados, habrá que decir que ese falso derecho es imposible. Aunque yo pudiera decidir con mi voto si Alicante se configura o no como Estado independiente de España, mi libertad para estar unido o separado de quien me diera la gana sería la misma que he tenido siempre. La Constitución española no tiene déficit democrático alguno, como no la tiene ninguna otra Constitución de cualquier otro país democrático, por el hecho de no contemplar esa desestabilizadora y peligrosa memez de la autodeterminación.

No teníamos ya bastante con los nacionalistas y con los aun más lamentables complejos y actitudes indiferentes de los que no lo son, y ahora vienen los que, otrora aguerridos y ahora hartos, creen que la autodeterminación puede suponer una patada a los nacionalistas. Esa patada la recibiría España, para dolor también de muchos catalanes a los que no renuncio a llamar compatriotas. Eso no es forma de recuperar España, ni siquiera de preservar lo que queda de ella.

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