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EDITORIAL

Un cambio que no admite demoras

Dicen que el Cid fue capaz de ganar batallas hasta después de muerto. Zapatero está demostrando que es capaz de perderlas para España hasta después de que los electores le hayan "matado" políticamente.

Dicen que el Cid fue capaz de ganar batallas hasta después de muerto. Zapatero está demostrando que es capaz de perderlas para España hasta después de que los electores le hayan "matado" políticamente. Y es que, a pesar del clamor que, dentro y fuera de nuestras fronteras, pide celeridad en el traspaso de poderes para poder acometer los drásticos ajustes y las profundas reformas que España necesita para evitar la bancarrota, el gobierno socialista parece dispuesto a agotar hasta el último día el plazo máximo que nuestra Constitución fija para la constitución del nuevo parlamento que designará a Rajoy presidente de Gobierno.

Es cierto que, tradicionalmente, los gobiernos han agotado ese plazo al elaborar el decreto de convocatoria de elecciones en donde se fija la fecha de constitución de las nuevas Cámaras. Sin embargo, no es menos cierto que la dramática situación económica por la que atraviesa España es absolutamente excepcional. Cada día que pasa tenemos que pagar más por permanecer colgados en el precipicio.

En cualquier caso, ante la irresponsable tozudez del Gobierno en funciones, el futuro presidente Mariano Rajoy debería probar nuevas fórmulas para tranquilizar lo antes posible a los mercados y replantearse su inicial pretensión de esperar a su investidura para detallar sus medidas de gobierno y anunciar quienes van a ser sus ministros, empezando por el de Hacienda. Hay que decir en favor de Rajoy que esta fórmula también es la tradicional, pero esos formalismos en el procedimiento también están ahora de más dadas las circunstancias.

Rajoy no debe esperar a que le den el bastón de mando para anunciarnos lo que va a hacer con él y en quién va a delegar. En este sentido, ni un dilatado proceso de traspaso de poderes ni nada impide a Rajoy concretar y decirnos ya si va a acometer ajustes mayores, menores o distintos a los que, por ejemplo, ya han anunciado y concretado comunidades autónomas como la de Cataluña o el País Vasco. Tampoco nada le impide decirnos ya los nombres de sus ministros. Y no hay que ser experto en economía ni en teoría de expectativas racionales para saber que acertadas decisiones en este terreno pueden, aunque sólo sea en forma de anuncio, relajar ya la presión que sufre España por mucho que se demore el traspaso de poderes.

Necesitamos un cambio, sin medias tintas y con la mayor celeridad.

En España

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