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Emilio Campmany

Vuelve un clásico

Si finalmente Rajoy se ha decidido a contar con él, será porque no ha tenido más remedio que hacerlo. Dicho de otro modo, la elección de Cascos es más un signo de debilidad que una prueba de su fortaleza.

Al parecer, Francisco Álvarez Cascos será el candidato del PP en Asturias en las elecciones autonómicas de 2011. Lo más noticiable del asunto es que tal cosa sea noticia cuando es obvio que es el mejor candidato que el PP puede presentar en el Principado.

Cascos es desde luego un clásico del PP y, por eso mismo, extraña que Mariano Rajoy haya finalmente decidido apoyarle. Extraña porque a Rajoy, que también es un clásico, no le gusta rodearse de veteranos. Y mucho menos le apetece entregarle a nadie de la vieja guardia una baronía cuando ya se sabe que, en España, las baronías constituyen los trampolines más adecuados para asaltar la dirección nacional de cualquiera de los dos grandes partidos. Todo lo cual hace pensar que la decisión del presidente del PP no ha sido voluntariamente tomada, sino que le ha venido impuesta, bien por las circunstancias, bien por otras personas, bien por las dos cosas a la vez.

Las circunstancias importan. Siendo Asturias una comunidad uniprovincial, la victoria allí no es demasiado relevante a efectos de ganar las generales en 2012, que es lo que a Rajoy le interesa. Pero no cabe duda de que, estando perdida Cataluña, habiendo posibilidades para el PP de ganar en Castilla-La Mancha, siendo posible derrotar a los socialistas en Extremadura y estando en tenguerengue Baleares, la derrota en Asturias sería más importante de lo que el tamaño de la región sugiere. Además, Asturias ha sido siempre un bastión socialista y el que ahora pasara a serlo del PP podría dar lugar a un dominio de la derecha allí para muchos años, como ha ocurrido en Madrid, Valencia y Murcia, que habiendo sido durante la Transición tradicionales comunidades del PSOE, hoy pertenecen inequívocamente a la derecha sin que pueda atisbarse a corto plazo ningún cambio.

Por lo tanto, la candidatura de Cascos puede contribuir notablemente a que el mapa de España que muestren las televisiones la noche del 29 de mayo sea predominantemente azul y esto podría bastar para justificar la decisión de Rajoy.

Sin embargo, no sé por qué, me da en la nariz de que Rajoy hubiera preferido evitar la vuelta del clásico Cascos no fuera a ser que el nuevo barón, si finalmente los asturianos le otorgan el título, caiga en la tentación de participar en alguna conspiración para derrocar al Hamlet gallego. Así que, si finalmente se ha decidido a contar con él, será porque no ha tenido más remedio que hacerlo. Dicho de otro modo, la elección de Cascos es más un signo de debilidad que una prueba de su fortaleza.

No parece probable que en Génova haya causado demasiados estragos el diagnóstico de The Economist cuando afirma que en 2012 ganará en España el partido que se atreva a prescindir de su actual líder, pero allí no pueden desconocer la obvia debilidad de quien hoy encabeza el PP. Si Cascos ha logrado imponer su candidatura es que la dirección nacional se siente más débil de lo que a los demás nos parecía.

En definitiva, a Rajoy le pasa con Cascos lo que a Zapatero con Tomás Gómez, que los candidatos se les empiezan a imponer en vez de ser ellos quienes imponen sus candidatos a los demás. En fin, que no ha terminado agosto y el panorama en los dos principales partidos se presenta de lo más interesante. Conviene pues permanecer atentos a la pantalla y no perder ripio.

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