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CRÓNICAS COSMOPOLITAS

Elogio del capitalismo

Parece mentira que la izquierda europea no haya sacado las conclusiones evidentes de las experiencias catastróficas de los países comunistas, con su planificación socialista de la economía, su capitalismo de estado total, su partido-estado y su Gulag. Y desde que esos países, Rusia, China, etcétera, se han convertido al capitalismo y a la propiedad privada, sus logros económicos son evidentes, con sus altibajos, desde luego, pero rotundos, aunque muchas veces negados en Europa.

No hace mucho, Michel Rocard repetía constantemente: “Mis camaradas socialistas no quieren ni entender ni aceptar que el capitalismo ha ganado”. Pero después de preferir esta evidencia no quedaba claro qué conclusiones y qué cambios en sus métodos, propaganda y mentalidad debían realizar sus camaradas socialistas, o sea, la socialburocracia francesa y europea, para adaptarse a esta situación. Ni siquiera quedaba claro si consideraba que esa victoria del capitalismo constituía la derrota del socialismo o si el socialismo debería “convertirse” al capitalismo. Pero desde que sus camaradas le han sacado de su armario del Parlamento europeo, para que encabece la lista socialista en las elecciones europeas, su discurso cambia. No pueden ganarse elecciones a la izquierda sin algo —o mucho— de anticapitalismo, y eso no sólo en Francia. Ahora adopta la nueva jerga, y la “lucha de clases” en Europa se situaría entre una derecha ultraliberal (?) y la socialdemocracia —que yo califico de socialburocracia. El, “ultraliberalismo” habría dominado Europa, pero ahora está de capa caída y ha vuelto la hora para la socialburocracia. ¿Con qué programa? ¿Destruir el capitalismo y crear una Unión de países socialistas, sobre el modelo de la URSS? No, nada tan radical, se limita a defender la persistencia de un fuerte sector de capitalismo de estado, sin decirlo así, reivindicando vaguedades como la Europa social y la defensa de los servicios públicos, o sea, que se ha puesto a hablar como François Hollande.
 
Parece mentira que la izquierda europea no haya sacado las conclusiones evidentes de las experiencias catastróficas de los países comunistas, con su planificación socialista de la economía, su capitalismo de estado total, su partido-estado y su Gulag. Y desde que esos países, Rusia, China, etcétera, se han convertido al capitalismo y a la propiedad privada, sus logros económicos son evidentes, con sus altibajos, desde luego, pero rotundos, aunque muchas veces negados en Europa, salvo en los países ex comunistas, que han sufrido de ese sistema durante decenios. La propia India, que nunca fue tan lejos, tuvo la tentación de la planificación socialista de la economía y sufrió una grave crisis económica, hasta que abandonaron esas nefastas utopías y también se convirtieron a la libertad de mercado. Pero no necesitarían buscar ejemplos en el extranjero, tienen su propia experiencia nacional, con la legada a la Presidencia de Mitterand, en 1981, y el triunfo del programa común, con su gobierno socialcomunista y la nueva racha de nacionalizaciones, que condujo el país a la crisis económica con dos devaluaciones seguidas del franco y un aumento considerable del paro, por ejemplo. Tuvieron que detener esa furia de nacionalizaciones y poquito a poco, a trancas y barrancas, dieron marcha atrás. Empezando con Balladur, luego Jospin y ahora Raffarin. Pero con los gobiernos socialistas los problemas económicos se convierten en cuestiones semánticas; ellos no pueden privatizar porque suena demasiado capitalista, pero pueden ampliar el capital de las empresas estatales, que es prácticamente lo mismo, salvo que el estado mantiene su poder de control, lo cual muchas veces produce monstruos.
 
Es cierto que de boquilla la socialburocracia europea acepta la economía de mercado y la propiedad privada, sólo quedan los trotskistas, los anarquistas, y algunos extremistas más que siguen exigiendo la destrucción del capitalismo y la abolición de la propiedad privada. Los comunistas han adoptado hace tiempo la formula huera de “la superación del capitalismo”, sin precisar qué significaría exactamente esa “superación”. Pues hace solo veinte o treinta años, eran muchísimos más quienes seguían fieles a los mitos revolucionarios del siglo XIX. Marx, pero no sólo él, también Bakunin, Proudhan, los socialistas “utópicos”, como los “científicos”, exigían todos la destrucción del capitalismo y la abolición de la propiedad privada, aunque fuera Marx quien más sesudamente glosara sobre el tema de la propiedad privada como “freno absoluto al desarrollo de las fuerzas productivas”. Pero la experiencia ha demostrado que ocurrió exactamente lo contrario, que constituye el motor del desarrollo de las fuerzas productivas. También es cierto que Marx, contradictoriamente, no podía dejar de demostrar su admiración por el formidable desarrollo económico e industrial del capitalismo de su época, aunque le considerara condenado por la Historia.
 
De todo esto, de esas gigantescas luchas del siglo XIX y parte del XX que han influido en la propia evolución de capitalismo, de todos esos debates ideológicos que sacudieron el mundo, hoy queda bien poca cosa. La cuestión puede resumirse en la definición del papel del estado en la economía y en la sociedad. Los “herederos” de Marx e importantes sectores de la socialburocracia consideran que ese papel debe ser fundamental y abogan por una sociedad de funcionarios y de personas asistidas. Ya que no pueden (por ahora) destruir el capitalismo triunfante, pretenden controlarlo, limitarlo, castigarle con impuestos y tasas de todo tipo y oponerse a la mundualización. Esto sí que constituye un freno al desarrollo de las fuerzas productivas, para seguir con la jerga. Cuando se les demuestra que cuanta más libertad de mercado, menos trabas y controles de la economía, menos estado, se produce más bienestar y menos paro, como en los USA y Reino Unido, por ejemplo, responden que se trata de empleos precarios y de un bienestar ficticio porque el “ultraliberalismo” no produce y no puede producir más que injusticias y desastres. No ven la realidad, no quieren verla, prefieren vivir encerrados con sus mitos decimonónicos.
 
Las diferentes experiencias históricas en diferentes regiones del mundo han producido capitalismos con rasgos diferentes, China no es lo mismo que los USA, por ejemplo. Pero la democracia liberal, que no existe en ningún país del mundo (porque tratar a la Comisión Europea de ultraliberal es para morirse de risa), alía las bases clásicas del capitalismo: propiedad privada, libertad de mercado, libertad para el comercio mundial, etcétera, con la democracia representativa, las más amplias libertades ciudadanas, de expresión, de organización, el respeto de los derechos humanos, y de la autodeterminación de los individuos. Nuestras democracias actuales distan mucho de haber conquistado toda la libertad deseada, o de haber resuelto todos los problemas, pero sus enemigos sólo sueñan con horizontes de alambradas, y los más “moderados”, con sociedades totalmente burocratizadas, un totalitarismo light. Y no me refiero sólo a la izquierda, amplios sectores de la derecha también sueñan con una dictadura de “rostro humano”, como la de Sadam Husein, por ejemplo.
 
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