Menú
Pablo Molina

¡Viva España!

Nadie les obliga ni les va a obligar nunca a que demuestren una pizca de patriotismo. Pero al menos, permitan a los que no nos avergonzamos de ser españoles pegar un par de banderazos aunque sea una vez al año.

Espero no estremecer a nadie con el título de esta columna, que es lo que José Blanco dice que les ocurre a muchos españoles cuando escuchan esa exclamación, si bien es cierto que el Schoppenhauer de nuestro socialismo se refiere a cuando la palabra es pronunciada por la derecha. En cambio la izquierda no tiene ese problema pues jamás nombra a España. Sus integrantes dicen "este país", que es mucho más progre gracias a ese leve toque apátrida, siempre tan elegante.

Para los socialistas nombrar a España es como exhibir su bandera, un acto incalificable de fascismo. Por eso en las manifestaciones que ellos organizan no aparece ni una sola enseña nacional, sino multitud de banderas de la extinta URSS, de la también extinta II República (a la que ZP está invocando en sesiones de ouija con la castaña de la Ley de la Memoria Histórica como conjuro de ultratumba) y, por supuesto, las del arco iris, que siempre quedan muy bien como nota colorista en los planos que ofrecen los telediarios de la noche.

Se sienten muy ofendidos cuando alguien hace ostentación de los símbolos que nos representan a todos, y protestan porque son símbolos ¡que nos representan a todos! A ver, un momento Pepiño, si nos representan a todos, incluidos a ustedes, ¿por qué se cabrean de esa manera? La bandera de España no es propiedad de nadie y todos tenemos el derecho a exhibirla en la forma que nos parezca oportuno. Su problema es, por ejemplo, que a muchos alcaldes del PSOE no les parece apropiado izar la bandera en el edificio consistorial y en ese caso no se trata sólo de una cuestión de gustos, sino de un incumplimiento flagrante de la ley. Ellos no ponen la bandera porque no les da la gana, pero se cabrean si un vecino la cuelga en su balcón el día de la Fiesta Nacional. No hay quien los entienda.

Según don José Blanco, hacer ostentación de los símbolos patrios es también un grave acto de agitación contra todos los que piensan de forma diferente. Lo que debe preguntarse el pasmo de Palas de Rei es qué siniestro mecanismo psicológico opera en las mentes de los que, como él, se sienten tan profundamente agraviados ante la simple visión de los colores nacionales. Nadie les obliga ni les va a obligar nunca a que demuestren una pizca de patriotismo. Pero al menos, permitan a los que no nos avergonzamos de ser españoles pegar un par de banderazos aunque sea una vez al año. En la confianza de que sabrá entendernos, Pepiño, con su permiso: ¡Viva este país!

En España

    0
    comentarios