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Pedro de Tena

Levántate y anda

Para quienes éramos gotas de aquella marea de cambio liberalizador y resolutivo del subdesarrollo endémico de Andalucía, la situación es desesperante.

Tras el resultado inexplicado de las pasadas elecciones andaluzas –en sólo 4 meses el PP andaluz perdió 300.000 votos–, la comunidad más poblada de España todavía se encuentra en estado de shock. Lo que parecía ser una marea de cambio cálida y esperanzada tras treinta años de fracasos socialistas recibió un gancho inesperado de izquierda en el hígado y se encuentra en el ring nacional como un saco de patatas sonado. Si la ocupación de la sociedad andaluza, desde la administración pública a la enseñanza, pasando por la comunicación, las cajas, la sanidad y la cultura, había convertido al PSOE en un régimen hegemónico, ahora se asiste atónito al baile agarrado de un Griñán que parece cumplir en su persona el principio de Peter, desnortado, incapaz y ridículo, con una cúpula de IU bolivariana, crecida en la vorágine y autoritaria y agitpropera hasta las cachas (como todo comunismo que se precie). El PP, en ese panorama, quedó noqueado, con su líder indiscutible desaparecido en combate, sin que se sepa por qué con tanta prisa y esposado a las circunstancias del ajuste del Gobierno de Mariano Rajoy, al que aupó a la mayoría absoluta.

Para quienes éramos gotas de aquella marea de cambio liberalizador y resolutivo del subdesarrollo endémico de Andalucía, la situación es desesperante. No sólo sufrimos un régimen empeorado, sino que no hay en el horizonte una posibilidad de cambio. Podemos esconder la cabeza en el suelo y esperar que escampe o podemos sacar fuerzas de flaqueza y volver a conseguir una mayoría ética, social y política que produzca por fin el cambio. Lo necesita Andalucía y, ojo, que no se olvide, lo necesita España, si quiere consolidar una sociedad abierta hoy amenazada por el deterioro institucional provocado por conductas impropias y por el mal uso que de ella han hecho los grupos de poder de los grandes partidos y de los no tan grandes.

Siento profundamente el sufrimiento político del PP andaluz. Probablemente no ha habido un grupo humano tan, primeramente, acorralado, luego, vilipendiado y calumniado y, finalmente, tan maltratado por propios y extraños. Y jamás se le ha oído una palabra antidemocrática, una salida de tono, un desahogo radical durante años. Incluso sus casos de corrupción han sido ínfimos y personales, no institucionales. Su gran lealtad a la democracia, por enferma que estuviera en Andalucía, sólo es equiparable a la deslealtad institucional de la izquierda andaluza, que ha utilizado el poder no para hacer de Andalucía una región potente, libre y abierta, sino para apropiársela por mecanismos infames.

Sin embargo, la dirección del PP andaluz no comprendió que se enfrentaba a un régimen abusivo hasta hace bien poco y no desarrolló una organización adecuada al adversario que tenía enfrente. Por otra parte, mientras el PSOE ha sabido siempre que Andalucía era la llave maestra del gobierno de España, el PP no lo ha entendido nunca.

Dicho esto, si España tiene que levantarse y andar, Andalucía tiene que ponerse a la cabeza de la regeneración necesaria, de la defensa de sociedades libres y prósperas lejanas del modelo bolivariano y de un nuevo modelo de convivencia democrática sin parasitismo político, sindical y cultural y centrado en el respeto a los ciudadanos personalmente considerados. El PP andaluz es la clave de muchas cosas en España. Y los que queremos ese cambio lo necesitamos.

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