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EDITORIAL

Las amistades peligrosas de Zapatero

La Junta Islámica se suma a la contienda electoral, una conducta legal aunque repugne a los defensores de la separación, que no incomunicación, entre las religiones y el Estado

Curioso laicismo el del PSOE, que fustiga todo lo que huela a catolicismo, pretendiendo incluso que en Cataluña los actos religiosos se sometan al consentimiento de las autoridades, mientras que recibe con alegría el apoyo de cualquier movimiento de corte islámico. Más que un Estado laico, consagrado en el artículo 16 de la Constitución, lo que los socialistas pretenden, a golpe de restricción de los derechos de expresión, reunión, asociación, prensa y culto, es ahogar cualquier institución social contraria a sus designios.

Como es tradicional, tanto la Conferencia Episcopal como la Junta Islámica han producido sendas declaraciones de cara a la celebración de las próximas elecciones generales. El documento de los obispos es la habitual guía de votantes, similar a la de ocasiones anteriores y en la que orienta a los católicos en una serie de asuntos que en su opinión deben ser tenidos en cuenta a la hora de votar (corrupción, terrorismo, aborto y eutanasia, familia, economía etc.). Al no existir recomendación ni veto partidista alguno, no cabe argumentar que la Iglesia se haya movido o que esté sugiriendo el apoyo a un partido determinado. Es el Gobierno que en los últimos años ha llevado a cabo políticas que chocan con las posiciones del órgano rector de de la Iglesia española después de el Papa.

Por su parte, la Junta Islámica aconseja el voto para la izquierda, algo que lleva haciendo desde el año 2000, e incluye una condena explícita contra el PP, partido al que acusa de ser un peligro para la libertad religiosa, y una crítica a los obispos católicos. Como en los casos de otras confesiones religiosas –también algunos grupos evangélicos apoyaron en el pasado  al PSOE– la Junta Islámica se suma a la contienda electoral, una conducta legal y legítima aunque pueda repugnar a los defensores de la separación, que no incomunicación, entre las religiones y el Estado. A quien no incomoda es a los socialistas, abanderados del laicismo más radical pero que hasta la fecha no se han quejado del entusiasta respaldo recibido de algunos sectores del  Islam.  

Por si las amenazas contra la Conferencia Episcopal, emitidas en las últimas 48 horas por el Gobierno y sus medios de comunicación en un estilo afín al propio de regímenes totalitarios, no fueran suficientes, hace una semana un sonriente José Luis Rodríguez Zapatero firmaba un acuerdo electoral con Coalición por Melilla, una formación política creada por y para musulmanes y que en el pasado había llegado a alianzas similares con Gaspar Llamazares. El hecho, insólito en Europa, contradice la defensa de la igualdad que supuestamente propugna el PSOE. Muy mucho deberían pensárselo, por ejemplo, las mujeres y los homosexuales de toda España antes de apoyar a un PSOE aliado de personajes como Mustafá Aberchán, ex voluntario civil en Pakistán a las órdenes de los guerrilleros mujaidín (combatientes islámicos) afganos, muchos de los cuales terminaron en Al Qaeda. Tampoco creemos que los musulmanes españoles se sientan identificados con la trayectoria del político melillense.

La legislación española, garantista como pocas, permite la existencia de partidos de todo tipo, incluso los étnicos y confesionales. Lo que los votantes no deberían permitir es más imposturas del presidente del Gobierno, quien ayer negociaba con terroristas y hoy pacta con islamistas.

En conclusión, una de las servidumbres de las democracias de masas es la existencia de "extraños compañeros de cama" unidos por el poder. Sin embargo, el PSOE, con su ira "comecuras" y su entrega a los más radicales, es lo nunca visto en un país moderno y occidental. Rodríguez Zapatero está rebasando con creces las líneas rojas que imponen la moderación y la decencia en una sociedad libre y democrática. El 9 de marzo es la fecha ideal para recordárselo.

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