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Rosa Belmonte

Calle Mayor

José María Aznar, Mariló Montero, Paula Vázquez o Remedios Cervantes han sido reinas por un día (por más) en el ‘risódromo’ nacional.

Durante la emisión de El gran debate, un rótulo inferior informaba de la gastroenteritis de José María Aznar y de su ingreso hospitalario. La comedia y los comentarios chuscos habían empezado, sobre todo vía Twitter. Como ejemplo, un tuit de la revista satírica Mongolia: "Evacuan 375.000 neoyorquinos del intestino delgado de Aznar".

El expresidente del Gobierno es el último (quizá el penúltimo) de una larga lista de conocidos objetos de chufla. El género humano se ha reído toda la vida de sus tontos. Pero los tontos homologados de los que reírse han sido sucedidos por cantantes, políticos, reyes, presentadoras o actrices. Sirve cualquiera que dé una excusa para la mofa general. Como si se nombrara empleado del mes en una hamburguesería, se nombran tontos del mes. O de la semana, porque la voracidad de las redes sociales y de los medios de comunicación (que suelen ir a rebufo) es de tal envergadura que la producción no para. Hay turnos de día y de noche para que no cese el escarnio del famoso. Pero que los periódicos, al menos las ediciones digitales, reproduzcan y den noticia de las risas de redes sociales dan a estas una importancia desmedida. Tener que leer cosas como "Un tuit de Amaia Montero desata las burlas en Twitter" resulta descorazonador. Mucho más que comparar el periodismo de The Newsroom con el que vemos a diario.

En Notas sobre el Camp, Susan Sontag decía que el camp era, fundamentalmente, "una seriedad que fracasa". El humor también suele serlo. Una gastroenteritis no tiene gracia. Es una seriedad que fracasa. Tampoco la tiene una duda sobre la movilidad del alma. O la publicación de un teléfono. O no saber cuál es un buen conductor de la electricidad, si el azúcar o la sal. Y, sin embargo, José María Aznar, Mariló Montero, Paula Vázquez o Remedios Cervantes han sido reinas por un día (por más) en el risódromo nacional. Todos ellos son Betsy Blair en Calle Mayor (1956), la película de Juan Antonio Bardem que adaptaba La señorita de Trévelez de Arniches. Los señoritos que se aburrían en una ciudad de provincias y decidían reírse de una solterona con una broma macabra son ahora los usuarios de las redes sociales. Aunque es verdad que la crueldad gratuita de ahora es menos hiriente, que no tiene por qué hundir a nadie.

A la pobre Mariló Montero le han suprimido su espacio de opinión al final de La mañana de La 1. Es verdad que cuando Carlos Herrera salió en su defensa, afirmando que su ex solo había abierto un debate, muchos se preguntaron si el debate era sobre si es tonta del bote o tonta de capirote, pero también que sus ocurrencias no hacían daño a nadie. Peor es Iker Jiménez. En todo caso, lo malo es ese uso atolondrado del masculino ("No está científicamente comprobado, pero nunca se sabe si ese alma está trasplantado también en ese órgano"). A propósito de la marilolada, Quim Monzó recordó aquella vez que Eduardo Punset dijo que no estaba científicamente demostrado que fuera a morir. Algo que no tiene nada de original, ya lo había sostenido Juan de Mairena (la muerte es una idea, pues nadie tiene experiencia de su propia muerte). Pero, claro, una cosa es que estas ideas salgan de la boca de un presunto sabio y otra, que salgan de la boca de un bellezón. Y, francamente, yo prefiero escuchar a Mariló antes que a Punset. Para medio pelo, ninguno. O el pelazo de Mariló. Ni que decir que Punset también tuvo su ración de mofa cuando hizo aquel anuncio de Pan Bimbo con tres buenorras, sobre todo cuando al final emitía un extraño gemido. Y sin tener gastroenteritis.

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