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Rosa Belmonte

Borregos y reglas

La gente que canta las cuarenta a otra puede caer bien o mal, como Spiriman. David Sedaris ha recopilado algunos de los mejores y más salvajes insultos.

La gente que canta las cuarenta a otra puede caer bien o mal, como Spiriman. David Sedaris ha recopilado algunos de los mejores y más salvajes insultos.
Spiriman | Youtube

La gente que de manera vehemente y a grito pelado se pone a cantar las cuarenta a quien sea a veces me cae bien. A veces no. Me cae bien Peter Finch en Network. Me cae peor Spiriman. El otro día me hizo mucha gracia el vídeo del camionero murciano que reñía a los bobos de Madrid que arrasaban en los supermercados y dejaban vacías las lejas (lah lejaaah). Que no había problema, que seguían sirviendo mercancía. Y los llamaba borregos y subnormales (borregaoe, sunormaleeeeea). Ahora veo que el tuit no está disponible "porque incumplió las Reglas de Twitter". Supongo que por ese grito de subnormales. Algo que decimos muchos. ¿Incorrecto? Aceptemos que sí. Pero también es cierto que la palabra subnormal ya no se emplea como antes. Que ya no hay anuncios a toda página en las revistas donde ponga ‘Día del subnormal’ con la foto de un niño con síndrome de Down. Que es un término con demasiadas capas de polvo que hace tiempo que no se usa para calificar a nadie en particular. Es un insulto despojado de toda diferencia entre personas. Es un insulto para todos. Como hijo de puta. ¿Dónde están las putas ahí?

En el primer artículo de vuelta, Maruja Torres citó a Edu, su querido vecino "mongolio" del quinto. Por supuesto, se refería a Edu Galán, de la revista Mongolia. No piensen que tras la cuarentena vamos a volver con mayor comprensión lectora. Seguiremos igual. Algún lector se le quejó: "Tengo una hija de 21 años que es síndrome de dawn lo de "mongolio" que es??" (sic).

También ha vuelto David Sedaris. Buen momento para partirnos de risa leyendo. En Calypso (Blackie Books) hay un capítulo dedicado a los insultos. Se titula ‘Ya que estás ahí arriba, échale un vistazo a mi próstata". Empieza con su incapacidad para conducir y, por tanto, para gritarle a alguien: "Pedazo de mierda inmunda, espero que te mueras" a través de una ventanilla bajada. En las firmas de libros en distintos países, el escritor estadounidense se dedicó a preguntar a la gente qué era lo peor que le había dicho a alguien que le hubiera adelantado en un atasco. Los daneses le dijeron que no se les daban muy bien los insultos, que lo máximo a que llegaban era "Ven a dar unas vueltas por mi ojete". En Ámsterdam le dijeron que lo peor era "puta cancerígena" ("Estoy segura de que lo inventó alguien en La Haya", matizó su confidente). Y siguió con que podías decirle a alguien "puto mongoloide tifoideo". La mujer se quedó callada y se preguntó. "¿Está bien visto decir mongoloide?". Y Sedaris: "Lo correcto es decir ‘persona con diversidad funcional’. Pero al colarlo entre puto y tifoideo igual te queda una frase demasiado larga, sobre todo si la idea es gritarla mientras adelantas a otro coche en plena autopista".

Barbaridad tras barbaridad, Sedaris concluye que los insultos rumanos son los mejores. El dicho preferido de su asesora de imagen (rumana) es: "Me cago en la boca abierta de tu puta madre". Y siguió preguntando a los líderes mundiales en materia de insultos (ríete de argentinos). Le preguntó a una mujer de Transilvania y esta le dio lo suyo: "Méteme la mano hasta el fondo del culo y hazle una paja a mi zurullo". Se quedó atónito y reflexionó que "Méteme la mano hasta el fondo del culo" ya era bastante. Y te borran un tuit por decir subnormal.

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