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Katy Mikhailova

Los crápulas y las focas de Reverte

Reverte generó polémica con su columna "Mujeres como las de antes". Me sorprende que el grupo de feminazis y feminazos no le hayan linchado en las redes -o quizá es que me lo he perdido al estar de vacaciones-.

Reverte generó polémica con su columna "Mujeres como las de antes". Me sorprende que el grupo de feminazis y feminazos no le hayan linchado en las redes -o quizá es que me lo he perdido al estar de vacaciones-.
Arturo Pérez Reverte | Cordon Press

Casualidades de la vida el otro día recordé, estando de vacaciones, el término "crápula". Desayunando con un buen amigo en Oropesa de Mar como todos los veranos, le conté la divertida historia de un conocido que conozco desde hace años. Una media de 4 relaciones sentimentales -o más bien sexuales- al mismo tiempo decoran su frívola vida. Y eso, según cómo se mire, es plausible o lamentable. Según cómo se ejecute, es envidiable o simplemente patético.

Una de ellas, de esas víctimas, subía al Instagram una foto encantada de la vida en uno de esos viajes lujosos que, de vez en cuando, le caen por ser la querida -aunque ella cree que es “novia”- del protagonista de la columna de hoy.

No sabe de qué va el asunto porque vive a 10 horas en avión de su amor; no conoce la historia porque les separa el lenguaje —y la lenguaja–, pero les une un inglés básico y ordinario; desconoce la verdad porque el galán de manual no tiene perfil en redes sociales más que el profesional y no hay por dónde pillarle. Y, lo peor: cree, piensa y sueña con la idílica fantasía-braguetazo de que esto acabará algún día en matrimonio; porque la pobre o es tonta o se lo hace.

Contándole toda esta telenovela a mi buen amigo, este no tardó dos segundos en denominarle como “crápula de manual”. Después reflexionó unos minutos, y autocorriégiéndose espetó: “más bien crapulilla”.

El asunto de crápulas y crapulillas -cuya definición particular narro más adelante- tiene su aquel cuando una, de pronto, haciendo zapping, da con un reality de una cadena en la TDT que pertenece a uno de los dos gigantes multimedia que todos conocemos en España.

El programa consiste en que jovenzuelos y hombres “de bien”, rodeados de lujos,  que viven de las apariencias, buscan, a través de redes sociales y alguna de esas webs de ligoteo, aventuras de una noche o un par. ¿El perfil de la mujer? Cuanto más silicona, mejor. Colágeno en boca, pómulos… tacones de infarto, minifaldas de quitar el hipo… De hecho esto me recuerda el Teorema de los Tacones que dice algo así como “cuanto más alto el tacón y más corta la falda, es que la mujer está pidiendo guerra”. Yo no comparto esta teoría, pero de lo que estoy segura es que la elegancia brilla por su ausencia, y la ostentación y el mal gusto en lo estético y en lo ético de los personajes es la esencia del programa.

Se lleva eso de ser crapulilla. Se lleva ser una zorra de alto mantenimiento, en ciertos estratos de la población -en ciertos, por favor, no todos-. O esa es la moda que muestra el reality. Por fortuna, hay salida y no toda la población, gracias a Dios, es así.

Esto tiene también su sentido después de haber leído la columna de Reverte titulada ‘Mujeres como las de antes’. Por falta de tiempo no le contesté escribiendo ‘Hombres como los de antes’. Comentarios como este que transcribo a continuación me ha dejado perpleja: “(...) focas desechos de tienta que pasan junto a nosotros vestidas con pantalón pirata, lorzas al aire y camiseta sudada; creyendo, las infelices, que nuestro «por allí resopla» va con ellas”.

Ya que salía del Hotel Palace de Madrid, la próxima vez que vaya a comer al Asian Garden situado en el interior del hotel de lujo, que me pondré pantalones piratas, vendré de correr 50 minutos, y esas lorzas debido a ese arroz cantonés que hacen tan rico las mostraré con orgullo. Y si me lo encuentro, le preguntaré cuán cerca cree que está él de parecerse a Alain Delon, Cristiano Ronaldo o José Mourinho.

Me sorprende que el grupo de feminazis y feminazos no le hayan linchado en las redes -o quizá es que me lo he perdido al estar de vacaciones-. No sé qué tiene Arturo en contra de las focas, los focos, los pantalones piratas, las lorzas al aire y las camisetas sudadas. Como si nunca hubiera tenido, quién sabe, una aventura con alguna mujer con más kilitos de los “exigidos” desgraciadamente en este nuestro estropeado imaginario social colectivo que dicta qué es bello y qué es grotesco. Quizá es que la monogamia ha gobernado su vida. Tampoco sé a quién se refiere cuando habla de <focas> y si por estas se refiere a mujeres con curvas, de las de antes, porque quizá debamos recordarle quién fue Rubens, por ejemplo: esas sí que eran unas lorzas de verdad… Ironías aparte. Debería conocer a mi amiga la curvy Eva María Pérez Llano. Quizá se le quite la tontería.

Por cierto, esto de las focas me recuerda a ese meme de Cabronazi en el que pone “estoy a 4 kilos de que me rescate Greenpeace”. Es obvio que el escritor no menosprecia a las mujeres rellenitas sino critica la vulgaridad. Pero, déjeme que le diga, compañero: la elegancia empieza por respetar a las mujeres, lleven pantalones piratas, vaqueros rotos, minifaldas o bragas brasileñas.

La diferencia entre crápula y crapulilla reside en que, si bien aquel es un Don Juan de los de antes, el crapulilla es un ligón de feria con aires de grandeza. Da la sensación de que la moda es la vulgaridad, el lujo ostentoso, la grosería y la ausencia de valores. Como diría un conocido mío “no boobis, no sex”. Y en la línea de ese meme sobre focas: estoy a dos prótesis de silicona de seducirle.

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