No he podido evitar recordar aquel vestido de Chanel, de los años 90 (fue en el 94, concretamente), en cuya parte superior (confeccionada en forma de corpiño) estaba bordado un verso del Corán. De hecho fue Claudia Schiffer la que desfiló con semejante prenda, y Lagerfeld (que en paz descanse el hombre) aseguró que desconocía por completo el significado de semejantes grafismos. Automáticamente la casa de lujo, además de pedir disculpas a la comunidad islámica, decidió quemar las polémicas prendas y borrar cualquier rastro de los "negativos" de las fotografías que inmortalizaban aquel pase de modelos.
Este hecho, que queda más reducido a una anécdota digna de analizar en los másters de dirección de empresas de moda y lujo, denota la constante necesidad de buscar la inspiración de Occidente en Oriente, cayendo en la más pura anestesia emocional y moral. Pero, si dejamos a un lado la parte de creatividad, los números también siguen mirando a Oriente… Y es que, tirando del baúl de las polémicas, en 2014 la firma americana DKNY (Donna Karan New York), propiedad del grupo LVMH, lanzaba a nivel mundial la línea "DKNYRamadan".
Esta colección la componía diferentes accesorios y ropajes que, tal como la propia empresa aseguraba, se le podía atribuir la etiqueta de halal: vamos, encajaba en el concepto islámico del protocolo de vestimenta recatada para la mujer. Un fenómeno que genera un importante rechazo: firmas que se cuelgan la medallita de ser los pioneros en apoyar a la mujer y al Feminismo, y al mismo tiempo la ocultan.
Hasta aquí. Todo lo podemos negociar. A raíz del "desafortunado" (por emplear un término más suave) suceso de la presidenta de una mesa electoral de Ceuta que aparecía encapuchada el domingo pasado, creo que debemos volver a plantear seriamente el asunto, más allá de las modas y los modos. Porque lo de "un burka por amor" queda muy romántico si se trata de una telenovela.
Recuerden que hace más de un mes escribía en este espacio sobre la extraordinaria exposición de moda de burkas en Alemania; burkas, o como diría Santi Abascal, "mujeres encapuchadas". Y es que lo de pasear con libertad por Europa con Niqab (en Dinamarca, Austria, Bélgica o Países Bajos ya está prohibido) me parece un retroceso para la sociedad, aunque para los "progres" debe de ser un "progreso". Es un tema basta más grave que lo ocurrido en la pasarela de París hace 20 años o la tendencia empresarial de las marcas que buscan un nuevo nicho de mercado. Lejos de ironizar con el asunto, esto merece una profunda reflexión sobre lo que está ocurriendo en España y adónde vamos a llegar si ofrecemos tales privilegios a ciertos grupos religiosos. La moda de los burkas es la peor estética que pueda existir en los tiempos actuales, siendo un vivo sinónimo de la crueldad, la opresión de la mujer, el castigo y el miedo.