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Katy Mikhailova

Folclórica pero no tanto

Viajamos hasta Sevilla para dejarnos seducir por 7 días con aroma a rebujito y dolor de pies.

Viajamos hasta Sevilla para dejarnos seducir por 7 días con aroma a rebujito y dolor de pies.
Eva González y Feijóo | Gtres

Hoy podemos confirmar con mucha alegría que arranca la Feria de Abril. Con permiso de los más sensibles, es, sin lugar a dudas ni discusiones, "La Feria". La más elegante. La más colorida. La más especial. Y es que, tal como escribía yo otros años, no hay mayor desfile de elegancia que el que veremos estos días en Sevilla. Dicen de Sevilla que tiene un color especial, y es verdad. Lo dice la sevillana de Los del Río. Y lo dice la moda que estos días se paseará a lo largo y ancho de la ciudad. No se preocupen si no están, porque Instagram estará para recordárselo continuamente.

Cerramos la locura de la vanguardia y del diseño de Milán (ojito con la cita del diseño, porque es la meca mundial de los estetas y sibaritas, esta edición, libre de Covid y leches en vinagre, se ha consagrado como la cita más importante y mi amigo Bertie Espinosa lo pudo corroborar con Lexus)… cerramos Italia para viajar hasta Sevilla y dejarnos seducir por 7 días con aroma a rebujito y dolor de pies. Algunos también de cabeza y estómago, pero eso es otra historia. Una historia para no dormir. Partamos del calor que va a hacer, alcanzando los cuarenta grados. Lo que nos sitúa en evitar gabardinas, aun siendo agujereadas como aquella con la que apareció esta semana Máxima de Holanda en Milán. Un oxímoron visual. Trench agujereado. Ventilación asegurada y alivio de los calores. Tendencia máxima o mínima, según se vea. La moda pasa y las tendencias tres cuartos de lo mismo. Es lo que hay. Y a quien no le guste que se aisle en cualquier rincón de la España vaciada y siga su propio camino. O tendencia. ¡Con cuidado de no convertirlo en tendencia!

Lo que no pasará será la Feria, las ganas de jarana a la sevillana y los vestidos que a tantas mujeres hace soñar. Aunque también da quebraderos de cabeza. Es un vestido tan bello como puñetero. Y ahí está la gracia, en la especie de gymkana que una sortea para estar siempre bonita. El bolso reducido al máximo y por dentro. Los pies, sálvese quien pueda. Y lo del moño, como podamos. Ellos lo tienen más fácil. ¡Pero qué bien quedan las fotos en el Real! La moda flamenca, por cierto, es el único caso de vestimenta regional que tiene moda, y que varía con las temporadas, las décadas. Eso no ha ocurrido con el traje de fallera, lagarterana o huertana. Pero sí con el de sevillana. Por eso mismo tiene un color especial, porque es objeto de moda y modos. Objeto de deseo y fetiche de hombres en tirante y alguna que otra mujer en bata de cola. Ya saben que hay folclórica que tienden al mantón de manila más que al tirante de botones.

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