
Desde hace unos días, sólo se habla de la justicia, mejor con minúscula, del poder judicial y, en concreto, del acoso de Pedro Sánchez a la autonomía de magistrados, jueces y fiscales, desde el Tribunal Constitucional hacia abajo y su intento de ocupación del Poder Judicial en su conjunto. No es que sea nada nuevo. Este comportamiento tiene una larga trayectoria desde los tiempos de Felipe González. A ver, un ejemplo, ¿de quién dependía el ex Fiscal General Leopoldo Torres Boursault, antes, anda, diputado socialista desde 1979 a 1990? Pues eso.
En aquellos tiempos, la sintonía entre el diario independiente de la mañana, El País, fundado en 1976 por muchos (incluso por Manuel Fraga), fue derivando hacia una férrea alianza entre Felipe González y Juan Luis Cebrián, Moncloa-Prisa, que duró mucho años, básicamente hasta la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al liderazgo socialista, aún moderado por Alfredo Pérez Rubalcaba, estallando poco después de que Pedro Sánchez se hiciera con la secretaría general del PSOE en 2014, fuera defenestrado y volviera a Ferraz como jefe supremo.
David Alandete, que fue corresponsal de El País durante muchos años en Estados Unidos y luego director adjunto del periódico, desvela en su reciente libro La trama rusa (La alianza secreta entre el independentismo catalán y el Kremlin), cuánto trecho hubo del dicho al hecho de Pedro Sánchez cuando se presentó en el periódico aún dependiente de los hilos de Cebrián para explicar su proyecto político.
Escribe Alandete: "El 3 de julio de 2014 vino a ver al director de El País para presentarle su candidatura a secretario general del Partido Socialista, con su jefe de comunicación, José Luis Fernández Peña. Sánchez se definió como una persona cabal, de centro, urdidor de consensos, europeísta. Los independentistas catalanes preparaban un simulacro de referendo que tuvo lugar el 9 de noviembre de aquel año y Sánchez dijo que, a diferencia de Mariano Rajoy, él no hubiera permitido nunca que un esperpento semejante, una votación descafeinada, tuviera lugar. Se definió en aquella reunión como radical en la defensa de la independencia de la prensa, pero sus acciones le dejarían pronto en evidencia."
El concepto de libertad de prensa que tiene Sánchez, incluso con los afines al PSOE tradicional como El País, quedó claro poco después. Añade el autor: "Meses después, en enero de 2015, siendo ya secretario general del Partido Socialista, me llamó para pedir de muy malos modos que El Paíscambiara un titular —"El PSOE tolera la cadena perpetua para salvar el pacto antiterrorista"— sobre la reforma del Código Penal escrito por el periodista Fernando Garea[i]. Lo consideraba negativo para los socialistas, contraproducente, no ayudaba. Le dije, sin embargo, que el titular era cierto".
Alandete no explica por qué el resistente de manual se sentía con derecho a exigir el cambio de aquel titular, aunque es evidente que de no haber considerado que tal derecho existía no se hubiera atrevido a llamar. ¿O es que todos los afectados o disconformes con titulares de la prensa poderosa llaman a los directivos-directores para influir en sus decisiones?
¿Y qué hizo el "amante" de la libertad de prensa, Pedro Sánchez, cuando Alandete se negó a retocar al titular? "Sánchez elevó el tono. Me dijo a gritos que iba a llamar a mis jefes para que lo cambiaran y lo hizo. Ellos le ignoraron. Luego me escribió compungido para pedirme disculpas: «Disculpa la forma en que te he llamado». Desde entonces, nuestras relaciones no fueron lo que se dice buenas, pero eso era una nimiedad para él, pues era líder del partido que más tiempo ha gobernado en democracia en España y yo no era más que un periodista empleado temporalmente en la dirección de un diario, sin gran capacidad de decisión en la línea editorial".
¿Terminó allí el ataque? "En noviembre de 2016, el político socialista admitió que llegó a verse con el consejero delegado de Telefónica, José María Álvarez-Pallete, para pedirle un cambio en la línea editorial de El País, dado que esa empresa era propietaria del 13 por ciento de las acciones", precisa el autor. Ya ven el interés de Sánchez por Telefónica y otras empresas.
No, no paró hasta que echaron a Alandete, que volvió a ser corresponsal en USA, ahora desde el diario ABC y a otros más de aquella redacción del periódico, refugiados bastantes de ellos en The Objective. Incluso Juan Luis Cebrián, tras ser apartado de Prisa, entrevista a personas para ese medio y da su opinión desde este portal de noticias nacido en 2013 pero muy potenciado desde la llegada de otro ex de El País, Álvaro Nieto, a la dirección. Ayer mismo, el directivo de Prisa y El País, José Luis Sáinz, se sumaba a este medio.
Los modos y maneras de la Ejecutiva de Sánchez no fueron muy delicadas. A Fernando Garea, ignoramos por qué, se prefirió auparlo temporalmente a la Agencia EFE. No pasó así con otros. En 2018, una periodista de El País advirtió a la dirección que "alguien del equipo de comunicación del PSOE la había llamado para pedirle que cambiara un titular que aún no se había publicado… Aquello era alarmante y a la vez muy peligroso. Unos políticos sabían lo que íbamos a escribir sobre ellos horas antes de publicarlo". Esto es, en el periódico había "espías" colocados en su interior que le filtraban los titulares a La Moncloa.
Hasta tal punto llegó la cosa que el entonces director, Antonio Caño, admirador de Alfredo Pérez Rubalcaba, decidió que las portadas del periódico fueran ocultadas, negando el acceso a las mismas, restringiendo los permisos a quienes los tenían e investigando a la plantilla. "No tuvo tiempo. El 1 de junio Sánchez ascendió a la presidencia del Gobierno por una moción de censura. El 8 de junio, el Grupo Prisa destituyó a Caño como director de El País", sentencia Alandete.
¿Qué había pasado? Que el inversor Oughourlian "forzó su salida tras haber mantenido reuniones con Sánchez y con Manuel Mirat, nuevo presidente del periódico." Luego fue despedido el propio David Alandete, director adjunto y otros. Para muchos fue una sorpresa pero en Televisión Española ya se sabía, por la revelación de un alto cargo del PSOE - se cree que José Luis Ábalos -, que "pronto habría una ‘limpia’ en El País y que aquello «ya estaba hecho».
"¿Cómo iba un político a anunciar el relevo de la cúpula de un diario, más aún cuando su partido acababa de asumir el poder y en pleno pulso independentista? Aquello sucedía en países como Turquía, pero no en España", se dijo el, por lo visto, bien ingenuo autor del libro. Pues tras el nombramiento de la "prestigiosa" Soledad Gallego-Díaz[ii]como nueva directora, "a José Manuel Calvo, Maite Rico, Luis Prados, José Ignacio Torreblanca, Álvaro Nieto, Javier Ayuso y a mí no nos relevaban del cargo, nos despedían, aunque ella no se atrevió a decirlo con esas palabras".
Todas estas calamidades democráticas –tampoco ajenas a prácticas anteriores del mismo medio ni ahora de los nuevos—, parecen nacer con la llegada de Pedro Sánchez a la dirección socialista, pero eso no es cierto. Las semillas se habían sembrado desde 1982 a causa de la obsesión de control de un PSOE de genética centralista. Mientras hubo "sintonía" entre El País y Moncloa, la nave fue. Cuando no la hubo, apareció la trituradora de libertades incubada en la versión jacobina y ejecutora del socialismo español, que nunca fue socialdemócrata ni demócrata de convicción. Recuérdese la defenestración de Nicolás Redondo padre y otros volteos.
Como era de prever, el campo de pruebas fueron las autonomías donde el PSOE consiguió amplias mayorías electorales, sobre todo y especialmente, Andalucía. Con El País Andalucía controlado y Canal Sur Tv colonizado desde su fundación, la obsesión se centraba en los demás medios. En estos casos, el medio de presión más utilizado era el reparto de la publicidad institucional que, por ley, debería ajustarse proporcionalmente a las audiencias relativas a cada medio. Nunca fue así. En otros casos, se prestó mucho dinero a cambio de incorporar redactores de la cuerda.
En 2008, se denunció la exclusión de la COPE, El Mundo y ABC[iii] de determinados repartos de dinero para publicidad institucional. Realmente, los "repartos" de Gaspar Zarrías, un Ábalos menor o "abalino", que rima con Tigelino[iv], y mano derecha de Manuel Chaves, eran realmente escandalosos. No es que dedicase menos dinero a los medios críticos. Es que no les daba ni un euro. Nada. Eso sí, a los amigos, el oro y el moro.
Aunque en Andalucía los lectores de prensa estaban por entonces diez puntos o más por debajo de la media nacional, el PSOE, que valoraba más radio y televisión, se hizo con la mayoría de medios de la cadena del Movimiento Nacional. El propio El País (29 de abril de 1984) lo contó así: "Empresarios y profesionales ligados al PSOE han adquirido, por su parte, algunos periódicos de Andalucía, con lo que consolidan la influencia que ya tenían sobre algunos medios de esta zona".
Incluso Izquierda Unida, cuando era mucho más digna, y por voz de un histórico, Antonio Romero, en el Parlamento andaluz, lo explicó así: ""Veamos, señorías, la cronología de los hechos denunciados. El Consejero de Presidencia, don Gaspar Zarrías Arévalo, presionó a cinco entidades, El Monte, San Fernando, Caja Sur, Unicaja y La General, para que sufragasen la venta de acciones del PSOE de Andalucía en los periódicos procedentes de la antigua prensa del Movimiento, los medios de comunicación social del Estado".
Luego se compró en 1988, por medio de una operación rocambolesca, el famoso El Correo de Andalucía, de la Iglesia, devorado a cambio, entre otras cosas, del Palacio de San Telmo, sede desde entonces de la Junta de Andalucía. Para muestra basta un botón, pero hay otros muchos. No se dura 36 años en el gobierno andaluz si no hay una estrategia de control e inspección de los medios de comunicación, afines o no. Tampoco se dura en el gobierno de la Nación, lección que tiene aprendida Sánchez.
En el caso que nos ocupa ahora, Alandete no tiene en cuenta que el affaire El País no ha sido un caso especial, diferente, anómalo en el tratamiento que de la prensa escrita ha hecho el PSOE, en tiempos de Pedro Sánchez y en otros. Consciente de la influencia electoral de los medios de comunicación, sean del tipo que sean, ha tratado siempre de controlarlos de una u otra manera: desde la concesión de licencias de radio y TV y el uso del dinero público, a la persecución directa, como ocurrió con El Mundo de Andalucía en tiempos de Manuel Chaves.
Lo que ocurre, y es comprensible, es que este pulcro periodista estaba desde hacía tiempo investigando la injerencia rusa en el golpe de estado catalán perpetrado por el separatismo. En este libro que estamos mencionando, se informa crudamente sobre la envergadura de aquella intromisión en la vida política española, invitados y amparados por las autoridades oficiales de la Generalidad de Cataluña, especialmente por Carlos Puigdemont, que aún sigue en proceso judicial.[v]
Cuenta, amargamente, cómo Sánchez y su PSOE fueron cómplices de la persecución que sufrió por parte de los esbirros mediáticos rusos: "Aquello, lógicamente, era un golpe enorme para mí. Estaba completamente expuesto a una campaña de injurias y desprestigio. Y no se trataba de una campaña impulsada por tuiteros anónimos o partidos españoles. Venía de Rusia. Tenía amenazas diarias de asalariados del Kremlin por medio de sus canales estatales, que habían pedido mi despido y la nueva dirección de El País se lo ponía en bandeja." ¿Con la bendición de Pedro Sánchez? Puede ser que alguien no lo crea.
Para despejar la duda, el propio autor lo remacha un poco tardíamente y sin entrar en los orígenes profundos ni en sus antecedentes: "Sí intuí tras aquellas conversaciones que El País iba a cambiar, iba a convertirse en otra cosa, en el mejor de los casos un instrumento del poder, y que la cobertura de la injerencia rusa ya no iba a ser prioritaria". ¿No parece que da a entender que el cese de la investigación de la trama rusa en el golpe de estado separatista y la purga de disidentes en el seno de El País estuvieron relacionados?
No solo la injerencia rusa no fue prioritaria sino que Pedro Sánchez la ignoró en cuanto comprendió que le era muy conveniente pactar con Puigdemont para seguir al frente de la presidencia del Gobierno. Ni siquiera le importó que el Parlamento europeo condenara firmemente el comportamiento político de los independentistas "incluso cuando en el corazón de esa Europa —cuya unidad su proyecto político ponía en riesgo— surgían pruebas tan contundentes de sus oscuras conexiones (de Puigdemont) con Rusia".
Tampoco le importó lo que dijo Juan Fernando López Aguilar, eurodiputado socialista, sobre la trama rusa en 2018, poco después del golpe de estado del 1 de octubre de 1917: Rusia, explicó, usaba "«Cataluña para sembrar caos y confusión, favoreciendo la causa de la secesión». Fue llamado al orden y donde digo "digo" digo "Diego", restando importancia a la presencia rusa en el golpe.
Pero, como concluye Alandete, "no había forma de seguir tapando la honda preocupación que en el corazón de la comunidad europea provocaban los contactos del equipo de Puigdemont con aquella variada fauna de intermediarios rusos, además de las injerencias en auxilio a los independentistas catalanes de todo tipo de jerarcas, agitadores y medios de propaganda del Kremlin".
La duda brota como un resorte interior. ¿Se cargó Sánchez a la cúpula de El País porque no se sometía sin más a sus dictados o se la cargó cuando comprendió que la investigación del diario sobre la trama rusa en la organización del golpe perjudicaba sus alianzas, ya vislumbradas, con los golpistas, ex terroristas y los neocomunistas?
Y la certeza asoma asimismo con toda nitidez. Si eso fue capaz de hacer Pedro Sánchez con la nave capitana de los medios afines, El País, ¿qué no hará, si tiene oportunidad, con los demás, digitales o convencionales, empresariales o personales, que le están complicando de modo tan evidente su estrategia política hasta el punto de situarlo al borde de un precipicio donde sólo se divisa, abajo y oscuro, el punto final de su agujero negro?
Muchos pueden creer, como la rana, que el escorpión no la picará. Tras el reciente pacto por el poder judicial, ya negado y contrainterpretado a pesar de su texto exquisitamente redactado aunque ya se sabe que el diablo está en los detalles, puede pensarse que un futuro pacto por la libertad de expresión amenazada directamente por Sánchez y su hidra política, está a la vuelta de la esquina. No parecen tener en cuenta que este escorpión tiene su naturaleza y, en su caso, historia. Ojo al picotazo.
[i] Garea fue uno de los cinco periodistas de El Mundo (con Melchor Miralles, Juan Carlos Escudier, Carlos Salas y Pedro de Tena) que sufrió la querella de aquel Fiscal General del Estado, Leopoldo Torres, no admitida siquiera a trámite, por haber publicado que se había mencionado el nombre de Juan Guerra en el Consejo de Ministros, que fue considerado presunto delito de calumnias, entre otros tipos penales.
[ii] Fue sustituida por Pepa Bueno, al poco tiempo.
[iii] ABC ya había denunciado al gobierno socialista andaluz por no respetar sus derechos en el reparto de la publicidad institucional ganando en los tribunales.
[iv] El "Tigelino de Cazalilla" llamé a Zarrías en La tela de araña, hilos de un régimen",
[v] El 20 de septiembre de 2015 se celebró en Moscú un congreso de partidos independentistas de todo el mundo al que asistieron separatistas catalanes. El organizador fue Alexander Ionov, presidente del Movimiento Antiglobalización de Rusia. El FBI lo investigaba por captar agentes entre los movimientos separatistas.
