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Rosa Belmonte

Chamorro

Cualquier tiempo pasado no fue sólo anterior, que dirían Les Luthiers, fue también mejor. Luego le perdimos la pista. Y la televisión se hizo peor.

Cualquier tiempo pasado no fue sólo anterior, que dirían Les Luthiers, fue también mejor. Luego le perdimos la pista. Y la televisión se hizo peor.
Paloma Chamorro | RTVE

Paloma Chamorro preguntó a Pedro Almodóvar por su evolución y él dijo: "He sustituido el café por la cocaína y la cocaína por la morcilla de arroz". Mucho antes de que el director manchego recogiera en un disco sus canciones locas con Fabio McNamara (Voy a ser mamá o Suck it to me), ya las habíamos oído en La edad de oro (1983-1985). En directo. Antes de verla en este programa que nos pegaba a la pantalla los martes por la noche en La 2, habíamos visto a Chamorro en Galería o Imágenes. Elena Santonja me contaba que Ramón Gómez Redondo quiso que ella llevara Galería ("ese programa en el que triunfó la Chamorro. Yo me alegro horrores que lo hiciera ella. Iba más a exposiciones, sabía más de música. Le dije que estaba pintando mucho y no tenía tiempo de distraerme"). La segunda vez, Gómez Redondo convenció a Santonja para que hiciese Con las manos en la masa.

Una tiene que aguantar que la califiquen de abuelita cebolleta cuando reivindica la televisión de los 80 y especialmente a Paloma Chamorro, que acaba de morir a los 68 años. Y quien dice Chamorro dice Fernando García Tola o Javier Gurruchaga. Recuerdo haber descubierto al fotógrafo Robert Mapplethorpe en La edad de oro gracias a Chamorro.

En aquel tiempo, Paloma Chamorro fue procesada por ofensas a la religión católica. En un programa de 1984 había aparecido un crucifijo que se remataba con la cabeza de un cerdo. Un año antes, Las Vulpes se habían hecho famosas por cantar "Me gusta ser una zorra" en Caja de ritmos, que dirigía Carlos Tena. Parece el Neolítico, pero somos capaces de acordamos. Cuando La edad de oro se acabó, Paloma Chamorro dijo que, mientras duró, no había tenido tiempo para nada más. Ni para ir a la peluquería. O sea, que esa pelambrera que lucía era salvaje.

Un día, a Paloma Chamorro Genesis P-Orrige, de PsychicTV (bastante bebido), le preguntó si le gustaba el sexo. "Mis opiniones creo que no deben formar parte de este programa. Te podría decir que soy frígida". "Pues yo no soy frígido", dijo el otro. A Morrisey: "¿Estáis al tanto de la música que se hace hoy, aunque no sea la que os guste". "Sí, pero no de una forma obsesiva". La entrevista se lía, Chamorro le llama hipócrita y Morrisey acaba diciendo a sus seguidores que no coman carne. Seguramente en España, y dejando aparte los milenarismos de Fernando Arrabal, nunca se ha visto nada semejante a Charles Manson en el programa Today en 1987 cuando dijo a la presentadora: "Tengo que ir a cagar, ¿me disculpas?". Pero lo que hacía Chamorro ya no se hace en la televisión. Incluía conciertos en directo de los Smiths.

Era tan relevante que hasta Rosa María Sardá la llegó a entrevistar en Ahí te quiero ver (1984-1987), en aquellos momentos en que no ponía verde a Honorato. Da un poco de vergüenza pensar que ahora en La 1 está Cárdenas con esas camisas de botones infinitos y en La 2, como muy elevado, tenemos a Virginia Díaz en Cachitos de hierro y cromo, un programa que, como Cámbiame o MasterChef, necesita un presentador igual que un pez necesita una bicicleta.

Esta noche, de martes a miércoles, a la 1.45, La 2 recuerda a Paloma Chamorro. Cualquier tiempo pasado no fue sólo anterior, que dirían Les Luthiers, fue también mejor. Después, Paloma Chamorro, que era fija de TVE, hizo La estación de Perpiñán (1987) y La realidad inventada (1988).

Luego le perdimos la pista. Y la televisión se hizo peor.

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