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Amando de Miguel

El encanto de las biografías

Las decisiones vitales de seguir determinados estudios, tomar estado, residir en uno u otro lugar, todo eso es algo que trasciende lo racional.

Las decisiones vitales de seguir determinados estudios, tomar estado, residir en uno u otro lugar, todo eso es algo que trasciende lo racional.
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Los sociólogos (y otras gentes más discretas) consideran que los rasgos de las naciones, las etnias y otros colectivos se entienden mejor de forma agregada. No estoy de acuerdo. En la marcha de la sociedad cuenta la suma infinita de las decisiones de muchos individuos, sobre todo si se trata de las que han logrado cierta influencia. No es indiferente quién esté al timón en las navegaciones de la vida.

Resulta curioso que ciertos rasgos de nuestra personalidad sean prácticamente inalterables y decididos desde fuera. Es el caso del sexo, el nombre y los apellidos, la fecha y el lugar de nacimiento, los atributos étnicos, entre otros detalles de nuestra identificación. Eso indica que lo que llamamos sociedad es un conjunto más estable de lo que podría parecer. Los papeles fundamentales que representamos se hallan previstos en algún oculto lugar. Naturalmente, uno puede salirse de ellos e improvisar; pero eso tiene también alguna sanción.

Las biografías más interesantes son las autobiografías, por mucho que impongan el sello de quedar bien, justificarse, ocultar los errores. Lo que uno piensa de sí mismo es un dato ineludible para entender su trayectoria vital. Naturalmente, se trata de un aspecto de la realidad menos objetivo de lo que parece.

Es una equivocación considerar que una biografía empieza realmente con la mayoría de edad, con la posición inicial en el mundo de los adultos. Ese punto de vista está bien para presentar el currículum vitae. Pero lo cierto es que la personalidad básica del sujeto se fragua en la adolescencia, incluso en la infancia. Simplificando algo las cosas, se podría decir que uno es según haya pasado por el bachillerato.

Quien deja constancia de sus memorias, recuerdos o testimonios se suele hacer la ilusión de que todo fue una cadena de acertadas decisiones personales, y sin interferencias ajenas. Dicho así, el relato es un tanto fantástico y hasta puede que incluya elementos alucinatorios. Ninguna biografía es del todo coherente, salvo que intente pasar por hagiografía.

Al tejer la vida propia, el sujeto se da cuenta de que suele intervenir una especie de genio (maléfico o benéfico, según los momentos) con cierta independencia de los propósitos del protagonista. El cual, echando la vista atrás, se percata de que no ha tenido más remedio que haber sido como es. Ese pensamiento mitiga mucho el envanecimiento que producen los logros, los éxitos, o lo que se considera como tales. En gran medida y de forma latente se deben también a las influencias de otras personas sobre la trayectoria individual. Habrá que contar con los elementos aleatorios. Es lo que llamamos suerte, para bien o para mal. La consecuencia de ese factor solo se puede medir después de sucedido.

Las decisiones vitales de seguir determinados estudios, tomar estado, residir en uno u otro lugar, todo eso es algo que trasciende lo racional. Es como si un individuo misterioso lo fuera decidiendo en lugar del sujeto en cuestión.

Lo inevitable es que, tomada una decisión trascendental, es como una válvula que se abre, al tiempo que otras posibles se cierran. Quizá la analogía sea demasiado mecánica, pues realmente se trata de opciones difusas y lábiles. Lo que está más claro es que difícilmente se pueden controlar por el protagonista que está haciendo su vida.

En España, las biografías de muchas personas siguen un patrón bastante rígido o pautado. La razón fundamental de tomar una u otra decisión es que suele elegir la que los otros cercanos esperan. Se toleran mal los desvíos de lo que el medio en el que vivimos dibuja por nosotros. Es el equivalente incruento de los matrimonios de conveniencia, apalabrados por las respectivas familias de origen, aunque aplicado a otras muchas circunstancias vitales.

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