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Juan Manuel González

Crítica: 'Infierno Azul', con Blake Lively

En 'Tiburón' la mujer era devorada en el prólogo. Ahora, la rubia resiste.

En 'Tiburón' la mujer era devorada en el prólogo. Ahora, la rubia resiste.
Blake Lively en Infierno Azul | Sony Pictures
Póster Infierno azul
Puntuación: 8 / 10

Si en Tiburón la mujer era devorada en el prólogo, aquí la víctima no solo resiste sino que incluso contraataca. Infierno Azul es una una variación de esos terrores claustrofóbicos desarrollados en un único escenario como Buried o 127 horas, a lo que se suma un escenario idílico (una playa secreta en el Trópico), bastante de los terrores naturales tan en boga en el cine de monstruos y, también, un poco de ese toque de empoderamiento femenino actual tan en boga en el último Hollywood. Una fórmula que suena manoseada, y quizá lo esté, pero que el director catalán afincado en Hollywood Jaume Collet Serra sabe manejar con innegable buen hacer.

Lo que supone toda una alegría para quien esto escribe. En un verano más bien mustio en cuanto a recaudaciones (y, por qué no decirlo ya, resultados), Infierno Azul logró, en su estreno estadounidense, superar las predicciones iniciales y lograr un más que aseado resultado en taquilla. Una grata sorpresa que demuestra varias cosas, para empezar la necesidad (y vigencia) de directores consagrados al cine de género como Collet-Serra, cuya carrera compuesta exclusivamente de películas de terror (La huérfana, La casa de cera) y acción (Sin identidad, Una noche para sobrevivir) puede parecer poco ambiciosa en el seno de un Hollywood sometido a la creación del más abrumador y definitivo blockbuster mundial.

Pero Infierno Azul supone, precisamente, cierta clase de reencuentro, el del espectador con esa película de tamaño medio como las que practica el director catalán. Una relativa modestia que se aplica a la simple fórmula principal de la película, que apenas con una rubia y un tiburón (por muy gigante que éste sea) se las arregla para generar hora y media de suspense y espectáculo, sin obviar cierta dosis de abstracción que se deriva de ese enfrentamiento limitado, pero primario, casi primitivo... y tremendamente estético. Mujer contra monstruo, bella contra bestia.

Una sencillez exige un director hábil tras las cámaras, tanto en lo meramente visual como a la hora de exprimir las limitadas situaciones del guión. Afortunadamente, Collet Serra demuestra ser cada vez mejor en lo suyo, logrando que momentos aparentemente intrascendentes (Nancy metiéndose en el agua por primera vez; o su anecdótica conversación con dos surfistas antes del ataque) gocen de interés y una notable tensión, optando por una puesta en escena para nada minimalista y muy exuberante, que saca adecuado provecho tanto del escenario natural como de las nuevas tecnologías (abundan las sobreimpresiones en pantalla, las panorámicas, la cámara lenta y travellings espectaculares; y no falta, ni siquiera, cierto componente de terror "found footage") pero que también maneja cierta idea de la progresión narrativa. Infierno Azul es una película que está bien antes del ataque, mejora cuando la protagonista y su enemigo se toman las medidas, pero que también sabe cuándo dejar de ser sutil para desatarse en un desenlace espectacular que satisface, pero no satura, en su exhibición de efectos visuales.

Aunque quizá nada de esto funcionaría sin la excelente interpretación de Blake Lively, perfecta cuando toca mostrarse desamparada pero directamente magistral en su faceta de heroína. Collet Serra exprime su interpretación, sonsaca sus emociones y recorre con su cámara casi todos los centímetros de su cuerpo, sin que el filme resulte por ello efectista o manipulador. En apenas noventa minutos, Infierno Azul sabe ofrecer terror y acción en dosis accesibles para todos. No sé ustedes, pero es la esencia de la perfecta película de verano.

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