
Seiscientas sesenta veces veces menciona Pío Baroja el nombre de la ciudad de San Sebastián en el conjunto de sus obras, si es que no he sumado mal consultando las Obras Completas que comenzaron a publicarse en 1946 de la mano de la editorial Biblioteca Nueva de Madrid. El último tomo, el octavo, que incluye también sus muy poco comentados poemas, vio la luz ya en 1951.
Digamos sin esperar más que Pio Baroja y Nessi nació en San Sebastián hará 150 años en diciembre y que, con ese motivo, algunos concejales de la ciudad han pedido la concesión de la Medalla de Oro de la ciudad a título póstumo para su mejor escritor, uno de los grandes, y seguramente el donostiarra más universal como se dijo en el pleno municipal del pasado 24 de febrero.
Sin embargo, la mayoría absolutísima de los concejales de la ciudad, que está gobernada por la coalición de PNV y PSOE, votó en contra de esta distinción. Naturalmente, los seis concejales de Bildu y los tres de Elkarrekin Donostia se opusieron también a la iniciativa de los tres concejales del Partido Popular, que fue firmada por su portavoz, Borja Corominas Fisas, el pasado día 13 de enero de este año.
En el turno de intervenciones, una de las concejalas que se opuso a la concesión ni siquiera sabía cuál era la celebración porque llegó a decir que se cumplían 100 años de su muerte cuando es sabido que murió en 1958. Otra se escabullía de argumentos más apropiados diciendo que más que medallas lo que exigía don Pío era ser leído, subrayando además que no era el único donostiarra universal (no dijo el nombre de ninguno). Pero sí dejó claro que su ciudad natal no le gustaba nada al escritor. Otro habló en euskera, por lo que no lo entendí y no sé que dijo. O sea.

Pero fue evidente que una de las razones de peso para rechazar la concesión de la medalla fue la creencia de que Baroja fue nunca precisamente un amante de su ciudad a la que criticó con brío y libremente. De hecho, la portavoz socialista, Marisol Garmendia Beloki, recalcó que el autor de Las inquietudes de Shanti Andía y un centenar de libros más, consideraba a San Sebastián una ciudad "lamentable". No dijo el año en que lo djo, 1917, que hace más de cien.
En la prensa regional vasca, se recogieron algunas de las opiniones vertidas por Baroja sobre la ciudad.
"Respecto al espíritu de la ciudad es lamentable. Allí no interesa la ciencia, ni el arte, ni la literatura, ni la historia, ni la política, ni nada, técnicamente interesa el Rey, la Reina Regente, los balandros, las corridas de toros y la forma de los pantalones."
Luego se aportaba otra:
"He nacido en San Sebastián, el 28 de diciembre de 1872. Soy guipuzcoano y donostiarra: lo primero me gusta; lo segundo, poca cosa». Y otra más: «Hubiera preferido nacer en un pueblo entre montes, o en una pequeña villa costeña, que no en una ciudad de forasteros y de fondistas".
Y aún más,
"No me es simpático San Sebastián por muchas razones. Primeramente, el pueblo no es bonito, pudiendo haberlo sido; tiene unas calles rectas, que son todas iguales, y dos o tres monumentos, que son horribles. La construcción es mísera, raquítica. Habiendo en el país una piedra admirable, no han sabido hacer nada serio y noble; por todos lados se ven unos hotelitos ramplones, pobretones y pretenciosos. Allí donde los donostiarras, en colaboración con los madrileños, ponen la mano, se levanta una cosa fea; ya han afeado el monte Igueldo; ahora están afeando el Castillo; mañana llegarán a afear el mar, el cielo y el aire".
En realidad dijo más cosas. Por ejemplo,
"San Sebastián está formado por advenedizos y por rastacueros que han venido de Pamplona, de Zaragoza, de Valladolid, de Chile y de Chuquisaca, y que tienen el ansia de brillar… Los señoritos de San Sebastián son de lo más ramploncillo que hay en España. Yo siempre los he tenido por infra-gente."
Y esta otra:
"Como leer, en San Sebastián no lee nadie. Se leen los ecos de sociedad y se deja el periódico de miedo de secarse el cerebro. Este pueblo que se cree refinado, y que es un pueblo que empieza, está movido por unos padres ignacianos, que, como la mayoría de los actuales hijos de Loyola, son gente zafia, bestia y sin ningún talento."
A pesar de su rastacuerismo (cualidad de ricachones groseros e incultos), en el futuro podría ser un "pueblo importante y serio". Y entonces,
"el escritor que nazca allá no querrá ser mejor de un pueblo perdido entre montes que de la capital de Guipúzcoa. Yo sí lo prefiero. Yo no tengo ciudad. Hoy por hoy me considero extraurbano".
Todo de 1917 y del mismo libro.

Pero Baroja dijo más sobre San Sebastián. Por ejemplo, en El gran torbellino del mundo. Agonías de nuestro mundo (1914) describía el contraste entre las familias trepadoras de San Sebastián que marchan para adelante, sin caprichos ni sentimentalismos, con una moral especial fuerte, y las familias ricas y poderosas de Madrid (al que concede originalidad), extáticas, sin moral de clase, que se aburren de ser lo que son y juegan al republicanismo y el socialismo, a ser poetas en vez de ingenieros y al amor libre decadente.
Incluso uno de sus personajes define un plan para alcanzar la originalidad de Madrid:
"Yo dejaría Bilbao y San Sebastián como ciudades libres… Así se podría dejar en libertad a las dos ciudades importantes, sin elemento oficial, para que desarrollaran su especialidad: industria, turismo, etc., sin el peso muerto del elemento rural ni de los empleados y militares" y sin el freno del clericalismo, el snobismo y la plutocracia."
Es decir, Baroja dijo muchas cosas sobre su ciudad y la describió con esmero. Pero hacernos creer que se le ha negado la Medalla de Oro de San Sebastián porque no la merece por haber vertido algunas opiniones desdeñosas, es darle la razón a Baroja sobre el pueblerinismo y la medianía cultural donostiarra.
No hay que dejarse engañar. Lo que no aceptan ni PNV, con la Iglesia proseparatista al fondo, ni PSOE ni los comunistas proetarras o podemitas vascos es otra cosa: su espíritu independiente y no gregario, su desprecio del nacionalismo bizcaitarra, su denuncia de los desmanes de la Guerra Civil y su feroz crítica del comunismo. Esto no va de literatura. Va de la peor política.
Ya en enero de 2006, con motivo del 50º aniversario de su muerte, un PSOE aún no depravado del todo por su connivencia con el separatismo proetarra y comunista, proponía enaltecer la figura de Baroja con una gran conmemoración y acusó al PNV y a Eusko Alkartasuna de boicotear su propuesta. Vaya, vaya. Ahora todos van juntitos.
Contra el nacionalismo
Al fondo de todo, el libro Momentum catastrophicum, en el que el hombre de la boina ancha sobre la mente, que era Baroja, fustigó al bizcaitarrismo de boina estrecha. Ahora, el nuevo PSOE, helador de sangres y apéndice de Sánchez, ya está alineado con quienes querrían borrar a Baroja del mapa.
En el libro puede leerse:
"Los chapelaundis (burlones, inteligentes y con sentido del humor) estamos por encima de la etnografía y de la lingüística. Sobre la idea de la pureza de la raza y su correspondencia con el idioma no se puede basar nada que tenga valor. El nacionalismo vasco quiere basarse sobre la idea de la raza, así es de endeble y de raquítico. Es una teoría de chapelchiquis (esas gentes que "llevan barretina, que es como un calcetín puesto en la cabeza, o esos vascongados de Bilbao, que gastan una boina tan pequeña que parece un solideo, no pueden discurrir como nosotros: son chapelchiquis".
Las pocas veces que menciona en otras obras a Sabino Arana y sus bizcaitarras, lo hace con intención. Destacaba que eran los seminaristas sobre todo los que abrazaban las teorías
"exóticas" del icono y destilaba con precisión que "conocido es que Sabino Arana había libado su nacionalismo en Barcelona con los catalanistas y había aceptado con entusiasmo sus doctrinas."
En otras partes, dice:
"El bizkaitarrismo y el carlismo, extendiendo la acción católica por el país, han matado al pueblo vasco. En las aldeas han acabado con la blandura natural de los campesinos, han secado su imaginación, los han llenado de malos instintos, han suprimido sus fiestas."
No les caía, no, muy simpático a los requetés. Tampoco a los izquierdistas de hoy.
Contra el comunismo
Baroja tuvo asimismo palabras de desprecio para el comunismo. Uno de aquellos comunistas le acusó de estar vendido a sus "amos" capitalistas. Don Pío respondió al leninista donostiarra con el humor de los de la boina ancha:
"El capitalismo traidor se acerca a mí, y viene a mi casa, y deja en la mesa de mi cuarto un fajo de billetes. Por eso, sin duda, puedo ser yo fajista o fascista. La verdad es que el capitalismo traidor se acuerda tanto de mí como de los cuentos de brujas y le parecen mis artículos tan eficaces como la carabina de Ambrosio."
"Así que me conviene hacer constar ante los amigos que no tengo la obesidad monstruosa que me atribuyen, ni he enronquecido en las tertulias de los cafés, ni he sido comunista, ni me he vendido, ni he claudicado, ni soy pornógrafo, ni antivasco, ni he pertenecido a la Unión Patriótica de la Dictadura."
Hasta sus primeras simpatías libertarias decayeron cuando halló en ellas el virus acientífico comunista (Baroja era médico) que consideraba tan religioso como el Corán. Explícitamente confirmó su aversión por el comunismo en el que detectó elementos del mesianismo judaico.
La Guerra Civil española
Pío Baroja, que vio venir la Guerra Civil con claridad desde el asesinato de Calvo Sotelo, denunció la crueldad de ambos bandos.
"Quitando la crueldad, lo demás es una farsa. En todas partes se pega fuego a los libros. No se comprende para qué, si no los han leído y no los van a leer, no se explica esa estúpida saña. Esto es muy español y reaccionario."
Y añadía:
"Un fascista me ha dicho que yo estoy en las listas negras de los comunistas. Todo puede ser verdad en una época tan estúpida como ésta. Pero, si así fuera, ¿qué diría aquel otro comunista que decía que yo había inspirado a los suyos? Esta guerra civil va a ser feroz, quizá más feroz que las anteriores. Es un horror el pensar la sangre que va a costar esto y el poco resultado que dará un sacrificio semejante."
Su libro La Guerra Civil en la frontera, tomo VIII de sus Memorias, no pudo publicarse durante el franquismo.
Precisamente y a pesar de todo, Baroja volvió a España en 1940 y, aunque con las presiones esperables, siguió publicando sus Memorias. Tampoco haber vuelto a la España nacional le fue perdonado nunca por la izquierda y el nacionalismo vasco.
Él lo sabía:
"No convenceré a nadie diciendo que no soy un insensato, ni un partidario, por sistema, del contratópico; pero yo así lo creo. Otros no me acusan de insensatez, de paradojismo y de vesania, sino de ser un cuco y estar vendido. No sé a quién."
En realidad, su pecado político fue no ser de nadie más que de sí mismo y de su fidelidad a lo que percibía como únicamente puede percibirse, de manera individual y libremente.
Desde su corto exilio escribió:
"Esto han descubierto comunistas y fascistas, el que hay que tratar a la gente como a una manada: a los hombres como a reclutas, gañanes, mozos de café o mancebos de peluquería; a las mujeres, como a cupletistas, criadas y vendedoras de periódicos….En general, el escritor de cierta personalidad siempre tiende al liberalismo; cuando no tiene personalidad ni dignidad, es cuando adula a la masa o al que manda."
Clarividencia sublime.
Estoy convencido de que Baroja se hubiera reído con sorna sobre su medalla negada. Seguramente, habría recordado que en su familia ya había una medalla de oro donostiarra, la de su tía abuela doña Cesárea de Goñi y Alzate (con bodegas en Jerez), descendiente directa de los vecinos congregados en Zubieta los días 8 y 9 de septiembre de 1813. Aquella distinción conmemoraba el 31 de agosto de 1813, época del incendio de esta ciudad por los aliados, dijo él mismo.
Una de las semejanzas que utilizó en sus obras es el parecido del perfil de algunos hombres con los de las medallas. "Aquel perfil de medalla, la cara sonrosada, los ojos azules, el pelo blanco y el traje negro, le daban un aire de un verdadero señor", por ejemplo. No creo que le gustaran las medallas, ni las honoríficas ni las inexplicables como las concedidas, destacó irónicamente, al "Mérito Pederástico". Que le nieguen su medalla pero pregonen que debe ser leído le hará reír por ser una hipocresía tan poco trabajada.
Y se habría burlado de sus "demócratas" censores actuales con versos como los que siguen:
"Supongo que, al fin, el mundo,
querrá consciente pagar
la deuda que ha contraído
con mi obra monumental.
Ya sé que tengo enemigos
y que quisieran borrar
mi erudición y mi ciencia
de una manera falaz;
pero creo que estas gentes
al cabo se estrellarán
contra el bronce de mis obras
que no podrán derribar".(El hombre genial, XXXII)
A lo mejor la medalla de oro se la dan en Madrid, donde vivió la mayor parte de su vida, o en Jerez, a donde viajó en 1903 y tiene familia. Quién sabe. No por haber nacido donde nació, que es azaroso, sino por haber desarrollado una literatura en libertad, que fue la decisión libre de un hombre de acción (recibida de otros) que era más que un hombre, una encrucijada como sentenció Ortega.

