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Rosa Belmonte

Y pasó la censura

Es sorprendente que 'Víspera de odio' de Concha Castroviejo no sea un clásico de nuestra literatura.

Es sorprendente que 'Víspera de odio' de Concha Castroviejo no sea un clásico de nuestra literatura.
Concha Castroviejo | youtube

La editorial Garbo presenta a la censura en 1959 la novela Víspera del odio, de Concha Castroviejo. El informe del primer censor: "Novela en extremo desagradable, de penosa lectura. Una joven casada por su madre con un ser repugnante de avaricia y lujuria vive martirizada por él y sus hermanas en un ambiente sórdido insoportable hasta el año 1936 que por fin huye, encontrando casualmente al hombre de su vida (dechado de perfecciones metido en un uniforme de capitán rojo). Divorciada y casada con su amor… Más tarde ella muere sin que un compasivo religioso logre traerla al camino del arrepentimiento y la penitencia. No obstante, ateniéndonos al cuestionario adjunto, puede publicarse". El cuestionario tenía las siguientes preguntas: "¿Ataca al Dogma? ¿A la Moral? ¿A la Iglesia o sus Ministerios? ¿Al Régimen y a sus instituciones? ¿A las personas que colaboran o han colaborado con el Régimen?". Los dos lectores por los que pasó Víspera del odio contestaron no a todas las preguntas.

Lo que he omitido del texto del censor es lo más importante de la novela, no que estuviera divorciada y casada con su amor. El censor cuenta la trama, pero no lo voy a hacer yo aquí. La editorial Renacimiento ha reeditado Víspera del odio, con prólogo de Ana Cabello. Y tiene razón Juan Bonilla: "Resulta inaudito que una novela como esta, publicada en los años cincuenta, no sea lectura indispensable como retrato de la época. Es un dispendio que la literatura española no puede permitirse. Y más allá de su condición de documento, es una de las historias de amor y venganza más brutales que uno haya leído". Es verdad. Y lo que habría disfrutado yo en COU leyendo Víspera del odio en lugar de Tiempo de silencio. Con lo que se disfrutan las venganzas. Por entonces disfruté mucho con Retorno a Edén, la miniserie australiana con cocodrilos y desquite.

La horrible vida de Teresa Nava, la protagonista, y su deseada venganza la cuenta ella en carta ya a punto de morir a una amiga. La crónica de un tiempo oscuro, de una mujer sometida (porque podían someterla). La historia de su odio. La de su amor por un hombre (y no tanto por el hijo, aunque también). Una novela sorprendente. Y más sorprendente que no sea un clásico de nuestra literatura. Una novela tan conocida como otras. La portada original de Garbo tenía el dibujo de una madre y un hijo. La de ahora, más terrorífica, el de una mujer alimentando a un hombre impedido. "El odio es muy manso", escribe Castroviejo en palabras de Teresa. "No se olvida. El odio es muy manso. La ira es muy arrebatada, pero el odio es muy manso", le había dicho un hombre bueno que había matado a otro por lo que había hecho a una mujer.

Concha Castroviejo (1902-1995) nació en Santiago de Compostela, estudió Filosofía y Letras y Periodismo, se exilió con su marido, Joaquín Seijo, en 1939 y regresó a España en 1949. Colaboró en diversos medios (La noche, Informaciones, La hoja del lunes, Revista de Occidente, Blanco y Negro) y destacó como crítica y cronista literaria. Su carrera como periodista la terminó en la agencia Efe. Además de Vísperas de odio, premio Elisenda de Montcada, había publicado antes la novela Los que se fueron (1957). Y luego libros de literatura infantil. Dice Ana Cabello en el prólogo de esta edición que la "connivencia de la censura con la obra de Concha Castroviejo podría explicarse, quizá, por algún tipo de influencia que la escritora pudiera tener, bien gracias a su hermano, José María Castroviejo, significado política e ideológicamente del lado del régimen; bien gracias a su eminente y respetada posición como crítica literaria y periodista". En cualquier caso, dice, esa laxitud permitió a Concha Castroviejo mostrar una parte silenciada y manipulada de lo ocurrido desde 1939. Es también una mirada de mujer y de exiliada. Y es la suya una posición crítica y valiente para la época. O sea, que además de calidad literaria, tiene valor documental.

"Esta es una roja, es la mujer de un rojo… Tiene el niño sin bautizar: ellos vivían bien mientras a los demás nos quitaban todo…", le grita una mujer a Teresa cuando pasa al lado de unos soldados. Y un soldado: "¿Qué culpa tiene esta señora? No molesta a nadie. Déjela ir con su hijo", dijo el militar. Y recuerda Teresa que su marido José (el militar rojo) le había dicho una vez, hablando de la guerra, que los que combaten se odian menos que los que están en cada parte sin combatir. Qué poco ha cambiado eso.

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