
Una vez estreché la mano de Vargas Llosa. Fue en el Museo Thyssen, en una de las exposiciones temporales. Lo vi al fondo de una de las salas, mirando una pintura de tema taurómaco. No le conocía de nada, pero me acerqué para mostrarle mi admiración por su obra y su persona. Charlamos brevemente, sobre el cuadro, la tauromaquia y el liberalismo. Me atreví a solicitarle una entrevista y me dio un número de teléfono de quien le organizaba la agenda. Finalmente, entre unas cosas y otras, nunca llamé a ese número, así que me quedé con las ganas de conocerle más en profundidad, dejando en el tintero esa entrevista. Pero tras su fallecimiento, he decidido hacérsela. A modo de homenaje y para presentar un perfil literario, político y cultural, también humano, de uno de los escritores más decisivos del último medio siglo, un ensayista de primer nivel en el ámbito literario, artístico y político, en general, un intelectual de talla XXL e impacto global. Le he hecho esta entrevista a su espíritu inmortal para resarcirme de la que hice a la persona viva, ahora que finalmente se ha cumplido su destino de mortalidad. Un hombre que consideraba que el hecho de la muerte hacía significativa la aventura de la vida.
Diálogo Imaginario con Mario Vargas Llosa
Periodista: Señor Vargas Llosa, es un honor poder hablar con usted, aunque sea de esta manera tan... etérea. ¿Cómo se siente mirando hacia atrás a su vida y obra desde esta nueva perspectiva?
Vargas Llosa: Gracias, es un privilegio poder reflexionar sobre mi existencia. Veo mi vida como una larga novela, llena de capítulos inesperados y personajes inolvidables. La literatura y el compromiso con la libertad han sido las constantes en mi narrativa personal.

Periodista: Comencemos entonces con su literatura. ¿Cuál de sus obras cree que mejor refleja su visión del mundo
Vargas Llosa: La ciudad y los perros marcó un antes y un después, no solo en mi carrera, sino en la literatura latinoamericana. La lucha por la identidad y contra la opresión del sistema educativo militar refleja mi visión crítica del poder y la conformidad. Sin embargo, "La guerra del fin del mundo" quizás sea la obra que más profundamente exploró la complejidad de las ideologías y el fanatismo.
Periodista: Su relación con el liberalismo es bien conocida. ¿Cree que su activismo político perjudicó o benefició su labor literaria?
Vargas Llosa: Es una pregunta que me he hecho muchas veces. Creo que mis incursiones en la política, especialmente mi candidatura presidencial, me dieron una perspectiva más rica sobre la humanidad, sus deseos y sus fracasos. Pero también me distanció de la creación pura. Al final, pienso que mi literatura ganó en profundidad y compromiso con la realidad.
Periodista: Hablando de la realidad, usted fue un crítico feroz del populismo. ¿Qué opina ahora, viendo cómo ha evolucionado el mundo con figuras como Maduro o Trump?
Vargas Llosa: El populismo sigue siendo una amenaza para la democracia y la libertad individual. Mi preocupación es que la sociedad aún no ha aprendido a valorar la verdad y el debate racional sobre el espectáculo emocional. La lucha por la libertad de expresión y la educación sigue siendo tan relevante como siempre.
Periodista: En sus últimos años, se le vio más reflexivo, quizás más conciliador. ¿Fue una evolución natural o una adaptación a los tiempos?
Vargas Llosa: La vida te enseña a ser más humano, a ver las contradicciones en uno mismo y en los demás con más empatía. Mi relación con la política, mi divorcio, mi reconocimiento global... todo esto me hizo entender que, al final, somos todos personajes en busca de un autor, tratando de escribir nuestra propia historia con honestidad.
Periodista: Pasemos a un aspecto más personal, si me lo permite. ¿Cómo influyó su infancia en Arequipa y Bolivia en su visión del mundo y su literatura?
Vargas Llosa: Aquellos años fueron fundamentales. La disciplina, la soledad, el descubrimiento de la lectura en Arequipa, y luego la diversidad cultural de Bolivia, me dieron una perspectiva amplia y crítica. Mi infancia fue como un crisol donde se forjó mi amor por la narrativa y mi desconfianza hacia cualquier forma de autoritarismo.
Periodista: Y hablando de familia, ¿qué papel jugó su familia en su decisión de convertirse en escritor?
Vargas Llosa: Mi familia fue un caos creativo. Mi abuelo, mis tíos, todos eran personajes de novela. Mi madre me inculcó el amor por los libros. Sin su apoyo, quizás hubiera terminado en otro campo. Pero fue el caos familiar lo que me empujó a buscar sentido y orden a través de la escritura.
Periodista: Vamos a las relaciones personales. ¿Cómo describe su relación con Julia Urquidi y cómo influyó en "La tía Julia y el escribidor"?

Vargas Llosa: Julia fue mi primer amor, mi primera musa también. Nuestro matrimonio fue una aventura, una locura juvenil reflejada en ese libro. Ella me enseñó mucho sobre la vida, el amor, y la risa. La novela es un homenaje a esos años locos y a ella.
Periodista: Su matrimonio con Patricia Llosa también fue muy significativo. ¿Qué impacto tuvo en su vida personal y profesional?
Vargas Llosa: Patricia fue mi compañera durante casi medio siglo. Su apoyo fue inestimable en todos los aspectos de mi vida. Nuestra separación fue dolorosa, pero no borra todo lo que construimos juntos. Profesionalmente, ella siempre fue mi primera lectora, mi crítico más honesto.
Periodista: Y la transición a su relación con Isabel Preysler, ¿cómo fue?
Vargas Llosa: Fue un cambio de vida, de ritmo. Isabel trajo una nueva dimensión de alegría y apertura a mi vida. Con ella, encontré una forma diferente de ser feliz, de ver el mundo con ojos nuevos, lo cual también tuvo su reflejo en mi escritura.
Periodista: Su tiempo en el Colegio Militar Leoncio Prado fue controvertido. ¿Qué impacto tuvo en usted?
Vargas Llosa: Fue un infierno personal que me enseñó mucho sobre la crueldad humana, la jerarquía y la resistencia. "La ciudad y los perros" es una catarsis de esos años. Ese colegio me hizo escribir, como una forma de escapar y de entender.
Periodista: Y en cuanto a la educación universitaria, ¿cómo influyeron sus estudios en su pensamiento?
Vargas Llosa: San Marcos me dio la pasión por la literatura y la crítica social, mientras que la Complutense me abrió a la literatura europea y a nuevas corrientes de pensamiento. Ambas experiencias me formaron como intelectual y escritor.
Periodista: Vivir en el exilio en España, ¿cómo afectó su perspectiva sobre Perú y América Latina?
Vargas Llosa: El exilio fue un desarraigo pero también una forma de ver mi país y mi continente desde afuera. Me hizo más crítico y también más comprensivo con nuestras complejidades. España fue un segundo hogar que me permitió ser más universal en mi escritura.
Periodista: Señor Vargas Llosa, hubo quien lo comparó con Dios por su capacidad de crear mundos con sus novelas. ¿No cree que la muerte es una diferencia suprema entre el novelista y Dios?
Vargas Llosa: Esa comparación siempre me pareció más bien poética que literal. Claro, la muerte es una diferencia fundamental. Un novelista crea, pero dentro del marco de la vida, con sus limitaciones y su finitud. Dios, en la conceptualización teológica, es eterno, omnipotente. La muerte nos recuerda a los escritores que, aunque podamos dar vida a personajes y mundos, somos tan mortales como los seres que habitan nuestras páginas. Sin embargo, hay algo de inmortalidad en la creación artística; nuestras palabras y mundos perduran más allá de nosotros. Pero sí, la muerte es, sin duda, una diferencia suprema, un recordatorio de nuestra humanidad y nuestras limitaciones.
Periodista: Señor Vargas Llosa, ¿nos podría confesar algún secreto, algo que no haya compartido con el público hasta ahora?
Vargas Llosa: (Ríe) Los secretos, cuando se revelan, pierden su esencia, ¿no cree? Pero te daré algo: En mi juventud, escribí un relato corto que nunca publiqué, un cuento de amor y traición en una pequeña ciudad peruana, inspirado en una historia real que me contó un amigo. Lo guardé porque me parecía demasiado personal, demasiado revelador de mi propio corazón en ese entonces. Nunca lo compartí porque en ese relato hay más de mí que en muchas de mis novelas. Quizás algún día alguien lo encuentre entre mis papeles, y entonces será su momento de ver la luz. Pero hasta ahora, ha sido mi pequeño secreto literario.
Periodista: Si no hubiese sido Mario Vargas Llosa, el escritor, ¿quién le hubiera gustado ser? ¿Quizás un futbolista, o un torero?
Vargas Llosa: (Sonríe) Esa es una pregunta que me hace pensar en mis pasiones. Si no hubiera sido escritor, me habría encantado ser futbolista. El fútbol es un deporte que me ha dado tanto placer y emoción. Imaginarme corriendo por un campo, sintiendo esa conexión con el balón, con el público... sería una vida magnífica, aunque efímera. En cuanto al toreo, me fascina la estética, la danza mortal entre el hombre y el toro, pero la realidad de ese arte es demasiado cruenta para mi gusto, demasiado cercana a la tragedia. Así que, sin duda, si no hubiera sido escritor, hubiera intentado ser un futbolista, quizás un delantero que hiciera vibrar los estadios con sus goles.
Periodista: Señor Vargas Llosa, usted ha sido un defensor de la tauromaquia en el pasado. ¿Cómo la defendería hoy en día y cree que tiene futuro en un mundo cada vez más ecologista y animalista?
Vargas Llosa: La tauromaquia es un arte complejo, cargado de simbolismo y tradición. En su defensa, no se trata solo de la lidia; es un ritual cultural que refleja aspectos profundos de la humanidad: la lucha entre la vida y la muerte, el valor frente al peligro, el arte en su forma más primitiva y pura.
Periodista: Pero, ¿cómo responde a las críticas de maltrato animal y a la creciente ola ecologista y animalista?
Vargas Llosa: Entiendo las críticas y respeto la sensibilidad hacia el sufrimiento animal. Sin embargo, la tauromaquia también tiene un aspecto ecológico. El toro de lidia es una raza que se mantiene gracias a la tauromaquia. Sin ella, esta raza podría extinguirse, lo que sería una pérdida de biodiversidad. Además, las dehesas, donde se crían estos toros, son ecosistemas valiosos. La tauromaquia, en cierta manera, contribuye a su conservación.
Periodista: ¿Y ante los argumentos de que es una práctica cruel?
Vargas Llosa: La crueldad es un concepto que se ha reinterpretado con el tiempo. La tauromaquia es un espectáculo donde el toro tiene la oportunidad de luchar, de mostrar su bravura. No es una ejecución unilateral; hay un riesgo real para el torero también. Pero comprendo que esta visión puede ser difícil de aceptar en un mundo donde crece la empatía por los animales.
Periodista: Entonces, ¿cree que la tauromaquia tiene futuro?
Vargas Llosa: El futuro es incierto, pero creo que la tauromaquia puede adaptarse. La educación sobre su significado cultural y ecológico es clave. También, hay movimientos dentro del mundo taurino para mejorar las condiciones de los toros y reducir el sufrimiento. Si la tauromaquia quiere sobrevivir, debe dialogar con las nuevas sensibilidades, evolucionar sin perder su esencia. Quizás no en la forma que conocemos hoy, pero como parte de nuestra herencia cultural, como una manifestación artística de nuestra relación con la naturaleza y la muerte, tiene potencial para persistir. Sin embargo, siempre será un debate abierto y complejo, donde cada generación deberá sopesar los valores en juego.
Periodista: Señor Vargas Llosa, ¿ha sentido alguna vez envidia de alguien?
Vargas Llosa: La envidia es un sentimiento humano, y no soy inmune a las emociones humanas. Sí, he sentido envidia en momentos de mi vida, pero no del tipo destructivo. Más bien, he sentido una envidia admirativa, esa que te impulsa a mejorar, a querer alcanzar o superar logros ajenos. Por ejemplo, he sentido envidia de la facilidad con la que algunos escritores, como Gabriel García Márquez, tenían para tejer realidades mágicas con sus palabras. Pero esa envidia me llevó a querer ser mejor escritor, a explorar nuevas formas de narrar.
Periodista: ¿Podría darnos un ejemplo específico?
Vargas Llosa: Bueno, cuando "Cien años de soledad" se publicó, hubo un momento en que sentí una especie de envidia por cómo García Márquez había logrado capturar la esencia de América Latina de una manera tan universal y poética. En vez de permitir que esa envidia me consumiera, me motivó a buscar mi propia voz, a innovar en mi estilo y a comprometerme aún más con mi escritura.

Periodista: ¿Cómo manejó ese sentimiento para convertirlo en algo positivo?
Vargas Llosa: La clave es reconocerlo y luego transformarlo. La envidia, cuando se acepta como un impulso hacia la auto-superación, puede ser poderosa. Leí, analicé, aprendí de aquellos a quienes admiraba. Me esforcé por no copiar, sino por encontrar mi propio camino, mis propias historias. La envidia, en su forma más constructiva, es un recordatorio de que siempre hay más que aprender, más que alcanzar, y eso es enriquecedor.
Periodista: Es una perspectiva interesante, ver la envidia como un motor de crecimiento personal.
Vargas Llosa: Exactamente. Todas las emociones tienen su razón de ser. La envidia, cuando se maneja con inteligencia emocional, puede ser una señal de que estamos dispuestos a crecer, a no conformarnos. La clave es no dejar que nos envenene, sino que nos motive.
Periodista: Para cerrar, si pudiera dar un consejo a las nuevas generaciones de escritores y pensadores, ¿cuál sería?
Vargas Llosa: Nunca dejen de cuestionar, de leer, de escribir con la verdad como brújula. La literatura debe ser un espejo, a veces incómodo, de la sociedad. Y en cuanto al pensamiento, abracen la duda, la libertad, el debate. Solo así podemos aspirar a un mundo más justo y libre. La vida es una mezcla de aprendizajes y errores. A un joven Mario le diría que no tema a los errores, que se mantenga curioso, que ame profundamente y que escriba siempre con honestidad.
Periodista: Muchas gracias, señor Vargas Llosa, por compartir estos detalles tan personales. Su legado es inmenso, y estas perspectivas personales lo hacen aún más humano.
Vargas Llosa: Gracias a usted por recordarme que la vida, al final, es una gran historia que todos estamos escribiendo.
Periodista: Antes de finalizar, una pregunta que siempre surge en retrospectiva: ¿Hay algo en su vida de lo que se arrepienta?
Vargas Llosa: El arrepentimiento es una emoción humana compleja. No me arrepiento de los caminos que tomé, pues cada uno me llevó a donde estoy hoy, con mis libros, mis ideas y mi vida. Pero, sí, hay momentos, decisiones, especialmente en mi vida personal, donde me habría gustado actuar con más tacto y delicadeza. Quizás en cómo manejé ciertos conflictos, en el dolor que causé o no supe evitar en mis relaciones. Pero esos errores son parte de nuestra humanidad, nos enseñan y nos hacen reflexionar. Lo importante es aprender de ellos y seguir adelante, intentando ser mejor cada día.