El diario francés centra su atención en los efectos de los atentados de Barcelona y Cambrils en la situación política española y describe un panorama en el que Puigdemont deberá optar entre la CUP y el proceso separatista o la Constitución para combatir el terrorismo. El hispanista Benoît Pellistrandi firma una dura pieza de análisis en la que recuerda de entrada a las víctimas del 11 de marzo de 2004 en Madrid y sostiene que "el análisis geopolítico de estos atentados no debe ignorar la muy particular coyuntura en la que ocurren". "Nunca estuvieron tan deterioradas las relaciones entre la Generalidad y el Estado a causa del proyecto independentista", apunta Pellistrandi, quien atribuye un gran valor simbólico al minuto de silencio conjunto del Rey, Rajoy, Puigdemont y Ada Colau, de la que subraya que se niega a colocar la foto de Felipe VI en el salón de plenos. "Cuando se conocen las mezquindades que los separatistas son capaces de hacer, se mide mejor el poder simbólico de la imagen de 18 de agosto 2017".
La tribuna recuerda las semanas previas en Cataluña, el cese del consejero de Interior y el del jefe de los Mossos, Albert Batlle, "por anunciar su intención de respetar la Constitución". El gobierno catalán estaba volcado en el choque institucional y los atentados han puesto sobre el escenario político el error de fiar toda la actividad de gobierno a un solo objetivo, acentúa Pellistrandi.
Y añade: "También se ha derrumbado el discurso de la singularidad catalana. Barcelona y Cataluña serían la Suiza del Mediterráneo. Neutral y benevolente, estaría a salvo de las grandes crisis geopolíticas del mundo actual. El terrorismo yihadista ha acabado con ese espejismo. Cataluña, española o no, es una realidad occidental y es odiada por ello".
Además, asegura que Puigdemont se deberá ceñir a la legalidad. "Si la lucha contra el terrorismo se hace a través del Estado de Derecho, tendrá que respetar los derechos y obligaciones de la Constitución de 1978. La violencia del 17 de agosto recuerda que la democracia es una construcción permanente y quienes tratan de imponer sus ideas violando sus reglas debilitan la defensa de la misma democracia", escribe.
"Más allá de la lucha global contra el terrorismo, los atentados en Barcelona y Cambrils marcarán un antes y un después en la crisis separatista. Esto es, sin duda, la consecuencia más inmediata de los ataques. De un mal puede salir un bien si las autoridades políticas recuerdan que sirven al bien común y no a los sueños nacionalistas radicales", denuncia el autor, que también pide al gobierno catalán que renuncie al apoyo de la CUP. Tras aludir a las acciones y el discurso de los radicales contra el turismo afirma: "Es urgente que Puigdemont clarifique sus alianzas. La violencia no puede ser condenada por un lado e instrumentalizada por otro".