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Cataluña, fuera de control

Puigdemont insinúa que el Parlament proclamará la república esta semana; euforia en el separatismo por las imágenes de las cargas policiales.

Puigdemont insinúa que el Parlament proclamará la república esta semana; euforia en el separatismo por las imágenes de las cargas policiales.
Guardias civiles y separatistas frente a frente | EFE

Cientos de miles de catalanes han logrado votar. No iba a haber urnas, ni papeletas, ni colegios electorales, pero la Generalidad ha burlado todos los intentos del Gobierno por evitar la celebración de una consulta que ha revelado el músculo del tejido clientelar separatista, la capacidad de organización de sus activistas y la impunidad con la que se manejan sus líderes.

La connivencia de los Mossos con la organización y celebración de la consulta no ha debido pillar por sorpresa al Gobierno. Desde los atentados de Barcelona y Cambrils en agosto pasado, la dirección política y operativa de la policía autonómica dio sobradas muestras de deslealtad. Aún así y en atención a sus competencias fueron comisionados por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) para impedir el referéndum. A las seis de la mañana del 1-O debían comprobar que todos los centros electorales estaban precintados. Han desobedecido todas las instrucciones judiciales y han permanecido en el mejor de los casos pasivos mientras la Guardia Civil y la Policía Nacional trataban de retirar urnas y de desalojar colegios. Misión trampa. El major Josep Lluís Trapero dio órdenes de no actuar y los agentes bajo su mando las han cumplido a rajatabla. En algunos casos se han llegado a encarar con miembros de la Guardia Civil y la Policía Nacional, totalmente desguarnecidos y en muchos casos frente a individuos manifiestamente hostiles.

Colas en los colegios

En los colegios electorales a los que no llegaron las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado se votó con grandes colas. En teoría, los ataques informáticos contra el sistema habilitado por la Generalidad retrasaron las tareas de comprobación de la filiación de los votantes. En realidad, la fiabilidad técnica de la consulta era lo de menos; se trataba de montar grandes colas a las puertas de los colegios. Agentes de los mossos confraternizaban con interventores de los partidos nacionalistas y protegían el desarrollo de la consulta.

Policía y Guardia Civil se han empleado con intensidad, pero no podían abarcar los 2.300 puntos de votación dispuestos por la Generalidad. A partir de las seis y media de la mañana, una vez comprobado el "engaño" de Trapero y la pasividad de sus policías, la Guardia Civil y la Policía Nacional se encontraron con aglomeraciones en los colegios y escenas de resistencia en muchos casos nada pasiva y que les han obligado a cancelar diversas actuaciones.

Explotación propagandística

La explotación propagandística de los incidentes ha sido uno de los elementos de este día negro, preludio de una semana que será de una enorme tensión política. Convergencia y ERC dudan respecto a la proclamación de la república y la CUP exige la desconexión inmediata. Las imágenes de las cargas policiales ha sido el giro de tuerca que ha acabado por desmontar el temple de los alcaldes socialistas, sometidos durante los últimos días a una enorme presión por parte de los separatistas. A media mañana ya pedían la cabeza de Rajoy y aventaban el espectro de una moción de censura. Una declaración unilateral complicaría sobremanera la actuación de los socialistas. La "balconada", según algunos nacionalistas, supondría perder el ingente capital mediático internacional obtenido este domingo, pero Puigdemont, que no acostumbra a ceñirse a las consignas de su partido, ha anunciado que trasladará los resultados del referéndum al Parlament para que se aplique la ley de transitoriedad. Es decir, que pretende que se proclame la república esta misma semana. "Los catalanes nos hemos ganado hoy el derecho a decidir nuestro futuro", apuntó el president. Por su parte, los sindicatos y algunas asociaciones empresariales catalanas han convocado una huelga general para este martes.

A diferencia del Gobierno, los promotores del referéndum no le dan ninguna importancia a las dificultades técnicas y las groseras irregularidades. Se trataba de una pugna por el discurso y la Generalidad dispone de abundante material gráfico para vender la teoría sobre el carácter represivo y autoritario del Gobierno, así como el "heroísmo" y la determinación de los partidarios de la república catalana.

La lectura de Rajoy

El golpe separatista hace tambalear al Gobierno, cuyo presidente, Mariano Rajoy, pareció dar por terminado el episodio en su comparecencia a las ocho y cuarto de la noche. Como en el 9-N, Rajoy negó la evidencia: "El referéndum que pretendía liquidar la Constitución no se ha producido", afirmó antes de ofrecer "diálogo" y anunciar que reunirá a los grupos parlamentarios. "No voy a cerrar ninguna puerta", abundó en un discurso que provoca sombras, dudas e incertidumbre.

Rajoy defendió la actuación de la Guardia Civil y la Policía Nacional, pero pasó por alto una de las claves determinantes del fracaso del Gobierno en Cataluña, la traición de los jefes policiales de los Mossos. Prueba de la dificultad para analizar la realidad catalana por parte del Ejecutivo es una nota del Ministerio del Interior de las cinco de la tarde en la que anunciaba que Policía Nacional y Guardia Civil habían cerrado 92 colegios "en toda Cataluña". El coste en términos de imagen para tan escasa incidencia es brutal. Los mismos individuos que provocaban a los policías nacionales y guardias civiles, les tiraban piedras, sillas y vallas, aplaudían a los Mossos y se abrazaban a ellos en lacrimógenas estampas.

El peor escenario

El consejero de Interior, Joaquim Forn, ya alertó de que el Gobierno pretendía que fueran los Mossos los que impidieran el referéndum enfrentándose al "pueblo de Cataluña". No pasó tal cosa. Salvo que las actuaciones judiciales abiertas contra los Mossos tengan consecuencias, la Generalidad ha reforzado entre los independentistas el odio a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y el aprecio a la policía "propia". No ha sido un 9-N. El peor de los escenarios previstos por el Gobierno ha quedado absolutamente desbordado. La fractura social es evidente. Las sonrisas independentistas trocaron en muecas desencajadas mientras los líderes de la sedición, Puigdemont, Junqueras, Mas y Forcadell votaban sin contratiempo alguno y animaban a la gente a enfrentarse con las "fuerzas de ocupación".

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