
Como por otra parte era previsible, terminado el recuento de las elecciones autonómicas, resulta imposible saber quién gobernará Cataluña a partir de ahora. Desde el punto de vista de las matemáticas puras, la opción parece evidente: los 42 diputados del PSC, sumados a los 20 de ERC y los 6 de los Comunes de Colau dan justo la mayoría absoluta en el Parlament, que está en 68 diputados, sería una mayoría de izquierdas que ya gobernó la región con dos presidentes del PSC: Pascual Maragall y José Montilla.
Sin embargo, esa suma resulta muy poco probable por dos grandes razones: la primera porque parece improbable que ERC, después de haberse desplomado tras años de apoyo acrítico a Pedro Sánchez, apoye ahora a Illa. Sería un suicidio político porque, al contrario de lo que ocurrió en tiempos del primer tripartito, ahora sería visto como una traición que el separatismo no podría olvidar ni perdonar.
Y la segunda y aún más importante: que eso haría, con toda probabilidad, que el Gobierno de Pedro Sánchez perdiese su mayoría en el Congreso de los Diputados. No está claro que Puigdemont pudiese llegar a apoyar una moción de censura contra el socialista, pero lo que sin duda sí podría hacer es impedir que se aprobase cualquier ley: con los siete escaños de Junts los noes a todos los proyectos del PSOE serían, como mínimo, 177. Sin moción de censura la legislatura podría seguir, pero sería un auténtico infierno y el desgaste sería brutal, insostenible.
¿Y qué posibilidades tiene Puigdemont?
Junts ha estado algo por debajo de las mejores expectativas que se llegaron a plantear durante los últimos días de la campaña, pero aun así ha destrozado a su rival directo en el campo separatista: le saca casi 250.000 votos y 15 escaños a ERC.
De hecho, es el desplome de los de Aragonés lo que hace más difícil un gobierno separatista: los 35 diputados de los de Puigdemont, los 20 de ERC y los 4 de la CUP se quedan lejísimos de una mayoría absoluta que ni siquiera tendrían con una AC que ha estado algo por debajo de lo que venían anunciando las encuestas.
¿Eso significa que Puigdemont no tiene ninguna posibilidad de gobernar? Es lo más probable, lo que nos abocaría a un escenario de repetición electoral en el otoño, pero en esta ecuación hay que tener en cuenta no sólo los diputados en el Parlament, sino también los del Congreso.
Así las cosas, una posibilidad que en una situación normal no tendría cabida pero que en Cataluña no es en absoluto disparatada es que Junts logre el apoyo de ERC –a pesar de que Aragonés ha dicho que estarán en la oposición– y presentarse a una investidura en la que lograse que el PSC, con la excusa de que ese sería el único gobierno posible, se abstuviese para salvar a Sánchez.
Puigdemont ha llamado a ERC a una "reflexión" sobre la desunión del separatismo y ha afirmado que están "en condiciones de constituir un gobierno sólido de obediencia estrictamente catalana", es decir, que aparentemente intentará implicar a los republicanos en una investidura en la que la única posibilidad de ese "gobierno sólido" es que el PSC se borre en la práctica de casi todas las votaciones en el Parlament, no sólo de la investidura.
¿Y una repetición electoral?
Puigdemont ha afirmado en su breve intervención de esta noche que la repetición electoral no sería buena para Cataluña, pero al mismo tiempo Aragonés ha asegurado que su partido se quedará en la oposición después de su desastroso resultado. Si el de ERC mantiene su promesa no hay ninguna posibilidad de que nadie forme gobierno ya que ni el PP ni Vox van a hace presidente al del PSC.
Es decir, que Aragonés, Junqueras y los suyos podrían forzar una repetición electoral. El problema es que esa repetición probablemente sólo serviría para hundir más a los republicanos… a menos que se presentasen, como ya hicieron en 2015, dentro de un frente nacionalista, que ha sido una opción que ha insinuado muy sutilmente Puigdemont. En aquella ocasión la suma les llevó a tener 62 diputados y, aunque fuese con el apoyo de la CUP, aquello acabó llevando a Puigdemont a la presidencia de la Generalidad.
Todas las opciones son complicadas, todas suponen muchos riesgos para el que las lidere, pero lo único cierto es que están todas abiertas porque los números resultantes de este recuento nos llevan a la Cataluña más ingobernable de la historia.

