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Sánchez, camino de las siete plagas: del volcán de la Palma a las chinches de la T4

Volcán, virus, nieve, inundaciones, apagón y chinches: seis plagas bajo el mando de Sánchez. Solo falta la séptima para completar el desastre bíblico.

De la lava al insecticida, pasando por virus, nevadas "bíblicas" y apagones que oscurecieron hasta las promesas electorales y ahora, plaga de chinches. La historia del Gobierno de Pedro Sánchez bien podría haber sido dictada a golpe de trompeta apocalíptica.
Como en el Egipto antiguo, cada calamidad trajo su propio castigo y su profeta de la incompetencia. Y aún queda por cumplirse la séptima plaga.

Y la tierra tembló y escupió fuego

En septiembre de 2021, el volcán Cumbre Vieja de La Palma entró en erupción, dejando más de 7.000 evacuados y cientos de viviendas sepultadas por la lava. La respuesta del Gobierno fue tan ardiente como el magma: Pedro Sánchez apareció como figurante, mientras los vecinos pedían ayuda real y no promesas volcánicas.

¿El balance? Mucho humo —literal y político—, retrasos en las ayudas y un plan de reconstrucción que llegó después de que la lava se enfriara y los votantes también.

Más de tres años después, decenas de familias siguen viviendo en contenedores de 39 metros cuadrados con goteras y oxidados. Estas son las promesas de Sánchez.

Y llegó la COVID, y los "expertos" eran de barro

La pandemia de COVID-19 es la plaga que mejor define al sanchismo, gestionada entre retrasos, opacidad y propaganda.

Se permitió el 8M sabiendo del riesgo, y se cerró el país al día siguiente como si el virus hubiera leído el calendario.

La gestión sanitaria más opaca de Europa, más de 120.000 fallecidos, pero con cifras reales de muertos que superan en más de 30.000 a las oficiales. Un comité de "expertos" que resultó ser tan ficticio como la neutralidad ideológica de Fernando Simón, y una sucesión de medidas improvisadas que sirvieron más para proteger al Gobierno que a la población.

Todo ello con Salvador Illa al frente del Ministerio de Sanidad, que abandonó el barco para presentarse en Cataluña mientras las UCIs aún estaban colapsadas. Porque, en tiempos de pandemia, nada mejor que una campaña electoral.

Y cayó del cielo una nevada como no se vio en generaciones

En enero de 2021. Madrid quedó paralizada por la mayor nevada del siglo, Filomena y el Gobierno… desaparecido. Literalmente.
La capital paralizada, ciudadanos con trineos improvisados, despejaban calles y hacían milagros logísticos con palas y guantes de esquí.

Y Sánchez, esperando a que el sol hiciera su trabajo. Mientras la capital quedaba congelada, y el gobierno optaba por la estrategia preferida del sanchismo: esperar a que escampe y culpar a Ayuso.

Y las aguas se desbordaron, y nadie estaba en la barca

En octubre de 2024, la DANA arrasó Valencia, dejando más de 200 víctimas mortales y daños materiales severos. Las imágenes eran estremecedoras: coches flotando, calles convertidas en ríos y viviendas devoradas por el agua.
¿Y el Gobierno? Una vez más, tarde. Muy tarde. Teresa Ribera, ministra para la Transición Ecológica, estaba más ocupada ajustando su sillón en Bruselas que supervisando la emergencia; el nivel del CO₂ le preocupaba más que el del agua. El relato climático pesaba más que los damnificados.
Y Sánchez, fiel a su estilo, entre la huida de Paiporta y su frialdad institucional, dejó para el recuerdo frases como "yo estoy bien" o ese brutal sincericidio que define toda su gestión: "si quieren ayuda, que la pidan" .

Y se hizo la oscuridad sobre la tierra

Mayo de 2025. Un apagón dejó al país sin luz. Mientras la CNMC advertía que Red Eléctrica había avisado del riesgo por exceso de renovables sin respaldo, Sánchez culpaba al modelo energético, pero no al suyo, claro está, culpaba a las nucleares.

Ni una disculpa, ni una explicación. El ministerio de Transición Ecológica se escudó en la sostenibilidad, pero los ciudadanos nos quedamos sin luz, eso sí, de forma muy verde.

Y los insectos infestaron el templo del transporte: las chinches invaden la T4

La última en tiempos de Sánchez, la T4 de Barajas que se ha convertido en el epicentro de la entomología política. Chinches, picaduras y mostradores clausurados y, más de 400 personas sin hogar viviendo entre terminales.

¿Quién es el nuevo profeta de esta plaga? Nada menos que Óscar Puente, ministro de Transportes, más conocido por sus tuits que por su gestión. Mientras el AVE colapsa, él combate las plagas con ironía en redes sociales y fumigaciones que no detectan chinches pero sí desesperación.

Y aún falta la séptima plaga…

Con seis plagas a sus espaldas, Pedro Sánchez se ha convertido en una figura bíblica inversa: donde pisa, no brota leche ni miel, sino caos administrativo.
Cada calamidad ha tenido su ministro invisible, su experto de cartón-piedra y su rueda de prensa que parecía salida del Antiguo Testamento, pero sin fe ni milagros.
La pregunta es clara: ¿cuál será la séptima?

Lo que está claro es que cada nueva catástrofe revela lo mismo: un Gobierno obsesionado con el relato, incapaz de gestionar la realidad, más centrado en silenciar que en resolver.

La política del relato tiene fecha de caducidad

De la lava al insecticida, pasando por virus, nevadas "bíblicas" y apagones que oscurecieron hasta las promesas electorales y ahora, plaga de chinches. La historia del Gobierno de Pedro Sánchez bien podría haber sido dictada a golpe de trompeta apocalíptica.
Como en el Egipto antiguo, cada calamidad trajo su propio castigo y su profeta de la incompetencia. Y aún queda por cumplirse la séptima plaga.

Y la tierra tembló y escupió fuego

En septiembre de 2021, el volcán Cumbre Vieja de La Palma entró en erupción, dejando más de 7.000 evacuados y cientos de viviendas sepultadas por la lava. La respuesta del Gobierno fue tan ardiente como el magma: Pedro Sánchez apareció como figurante, mientras los vecinos pedían ayuda real y no promesas volcánicas.

¿El balance? Mucho humo —literal y político—, retrasos en las ayudas y un plan de reconstrucción que llegó después de que la lava se enfriara y los votantes también.

Más de tres años después, decenas de familias siguen viviendo en contenedores de 39 metros cuadrados con goteras y oxidados. Estas son las promesas de Sánchez.

Y llegó la COVID, y los "expertos" eran de barro

La pandemia de COVID-19 es la plaga que mejor define al sanchismo, gestionada entre retrasos, opacidad y propaganda.

Se permitió el 8M sabiendo del riesgo, y se cerró el país al día siguiente como si el virus hubiera leído el calendario.

La gestión sanitaria más opaca de Europa, más de 120.000 fallecidos, pero con cifras reales de muertos que superan en más de 30.000 a las oficiales. Un comité de "expertos" que resultó ser tan ficticio como la neutralidad ideológica de Fernando Simón, y una sucesión de medidas improvisadas que sirvieron más para proteger al Gobierno que a la población.

Todo ello con Salvador Illa al frente del Ministerio de Sanidad, que abandonó el barco para presentarse en Cataluña mientras las UCIs aún estaban colapsadas. Porque, en tiempos de pandemia, nada mejor que una campaña electoral.

Y cayó del cielo una nevada como no se vio en generaciones

En enero de 2021. Madrid quedó paralizada por la mayor nevada del siglo, Filomena y el Gobierno… desaparecido. Literalmente.
La capital paralizada, ciudadanos con trineos improvisados, despejaban calles y hacían milagros logísticos con palas y guantes de esquí.

Y Sánchez, esperando a que el sol hiciera su trabajo. Mientras la capital quedaba congelada, y el gobierno optaba por la estrategia preferida del sanchismo: esperar a que escampe y culpar a Ayuso.

Y las aguas se desbordaron, y nadie estaba en la barca

En octubre de 2024, la DANA arrasó Valencia, dejando más de 200 víctimas mortales y daños materiales severos. Las imágenes eran estremecedoras: coches flotando, calles convertidas en ríos y viviendas devoradas por el agua.
¿Y el Gobierno? Una vez más, tarde. Muy tarde. Teresa Ribera, ministra para la Transición Ecológica, estaba más ocupada ajustando su sillón en Bruselas que supervisando la emergencia; el nivel del CO₂ le preocupaba más que el del agua. El relato climático pesaba más que los damnificados.
Y Sánchez, fiel a su estilo, entre la huida de Paiporta y su frialdad institucional, dejó para el recuerdo frases como "yo estoy bien" o ese brutal sincericidio que define toda su gestión: "si quieren ayuda, que la pidan" .

Y se hizo la oscuridad sobre la tierra

Mayo de 2025. Un apagón dejó al país sin luz. Mientras la CNMC advertía que Red Eléctrica había avisado del riesgo por exceso de renovables sin respaldo, Sánchez culpaba al modelo energético, pero no al suyo, claro está, culpaba a las nucleares.

Ni una disculpa, ni una explicación. El ministerio de Transición Ecológica se escudó en la sostenibilidad, pero los ciudadanos nos quedamos sin luz, eso sí, de forma muy verde.

Y los insectos infestaron el templo del transporte: las chinches invaden la T4

La última en tiempos de Sánchez, la T4 de Barajas que se ha convertido en el epicentro de la entomología política. Chinches, picaduras y mostradores clausurados y, más de 400 personas sin hogar viviendo entre terminales.

¿Quién es el nuevo profeta de esta plaga? Nada menos que Óscar Puente, ministro de Transportes, más conocido por sus tuits que por su gestión. Mientras el AVE colapsa, él combate las plagas con ironía en redes sociales y fumigaciones que no detectan chinches pero sí desesperación.

Y aún falta la séptima plaga…

Con seis plagas a sus espaldas, Pedro Sánchez se ha convertido en una figura bíblica inversa: donde pisa, no brota leche ni miel, sino caos administrativo.
Cada calamidad ha tenido su ministro invisible, su experto de cartón-piedra y su rueda de prensa que parecía salida del Antiguo Testamento, pero sin fe ni milagros.
La pregunta es clara: ¿cuál será la séptima?

Lo que está claro es que cada nueva catástrofe revela lo mismo: un Gobierno obsesionado con el relato, incapaz de gestionar la realidad, más centrado en silenciar que en resolver.

La política del relato tiene fecha de caducidad

Sánchez nos prometió resiliencia y nos ha dado una sucesión de catástrofes. Su gobierno es una tragicomedia de ministros desnortados, ruedas de prensa vacías y una sociedad civil que sobrevive a base de sentido común. No hay comité de expertos que nos salve de una política que convierte en plaga todo lo que toca.

No importa cuántas crisis se acumulen, ni cuántos ciudadanos pidan auxilio: en el relato oficial, nada falla. Porque, al fin y al cabo, Sánchez, está bien. Y eso, para él, basta.

Ana Hernández es Doctora en Química Orgánica, especializada en Química Médica y Biología, con más de veinte años de experiencia como investigadora tanto en España como en el extranjero. Es autora de múltiples publicaciones científicas y patentes.

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