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Madrid

A Óscar Puente se le acumulan los problemas: plaga de chinches en la T4 de Barajas

Mientras el ministro de Transportes busca culpables imaginarios en las vías, las picaduras de las chinches son reales en el aeropuerto Madrid-Barajas.

Mientras el ministro de Transportes busca culpables imaginarios en las vías, las picaduras de las chinches son reales en el aeropuerto Madrid-Barajas.
El ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente, en declaraciones a los medios a su salida de la sesión de control al Gobierno. | EFE/Javier Lizón

Lo que en su día fue el símbolo de la modernidad aeroportuaria española, la Terminal 4 del aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas, hoy parece el escenario de una versión low-cost de "Están vivos". Chinches, piojos, garrapatas y… ocupantes no autorizados (ONA).

La fauna en Barajas ya compite con la de Doñana. Solo que aquí no hay flamencos rosados ni nutrias entre juncos, sino picaduras, mostradores clausurados y fumigaciones que AENA realiza con la contundencia de quien limpia debajo de la alfombra cuando vienen visitas.

Los trabajadores denuncian un brote de insectos que ha obligado al cierre de mostradores y a fumigaciones urgentes. AENA, asegura que "no hay chinches", aunque desinfecta, fumiga y precinta zonas con el mismo entusiasmo con el que niega la evidencia.

Chinches: pequeños hematófagos con licencia para inquietar

Las chinches comunes (Cimex lectularius) son insectos ectoparásitos que se alimentan exclusivamente de sangre, preferentemente humana. Su actividad es nocturna, y se esconden durante el día en rendijas, tejidos o estructuras cercanas a las zonas de descanso.

Aunque no son vectores conocidos de enfermedades infecciosas, sus picaduras pueden provocar reacciones cutáneas, inflamaciones y cuadros de hipersensibilidad. La exposición prolongada puede afectar al bienestar psicológico de quienes las padecen, generando insomnio y ansiedad.

En los últimos años han resurgido como plaga urbana en países europeos como Francia, donde su proliferación en espacios públicos —cines, trenes y centros educativos— obligó a adoptar medidas de emergencia.

En España, su irrupción en la T4 del aeropuerto de Madrid-Barajas parece responder menos a condiciones climáticas que a una combinación de tránsito masivo, falta de higiene estructural y dejadez institucional.

Cuando el aeropuerto se convierte en domicilio

A la plaga de chinches se suma una situación que ya no puede maquillarse con comunicados ni con limpiezas apresuradas: cientos de personas sin hogar viven de forma permanente en la Terminal 4 de Barajas. Ya no se trata únicamente de quienes pernoctan allí por necesidad puntual.

Las zonas restringidas albergan campamentos improvisados, instalados en espacios ocultos al público, lo que, lejos de resolver la situación, la invisibiliza. Esta convivencia forzada entre precariedad habitacional y funcionamiento aeroportuario ha generado un entorno insalubre que preocupa, y mucho, a los trabajadores.

Según estimaciones del sindicato ASAE, entre 400 y 500 personas residen actualmente en las instalaciones. Algunas sobreviven, otras simplemente buscan resguardo ante la falta de alternativas dignas por parte de las administraciones públicas.

Los sindicatos advierten que el problema no es únicamente social o estético. La falta de higiene, el hacinamiento y la ausencia de control sanitario generan un caldo de cultivo perfecto para la proliferación de plagas. Y como en cualquier sistema cerrado con alta densidad de personas y recursos limitados, los efectos no tardan en aparecer: picaduras, parásitos, infecciones… y miedo.

El ministro multitarea: Twitter, sabotajes y ausencia

¿Y dónde está el ministro de Transportes en todo esto? Óscar Puente, más activo en X (antiguo Twitter) que, en la gestión de sus competencias, el ministro combate los problemas con retuits.

Mientras Barajas se convierte en una versión cutre de "The Walking Dead", él sigue enfrascado en la última teoría conspirativa sobre el caos ferroviario: un sabotaje en el AVE Madrid-Sevilla que ha dejado más de 10.000 viajeros atrapados, 30 trenes afectados y una lista de excusas más larga que la vía del AVE.

Renfe culpa al "enganchón" de un tren Iryo, Iryo lo niega con informe técnico en mano, y Puente ve manos negras por todas partes. Lo único que no ve, al parecer, son chinches. Quizá porque está demasiado ocupado gestionando el Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible con la sostenibilidad de su credibilidad bajo mínimos.

Barajas: la tarjeta de presentación de España

Lo más irónico del asunto es que el Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas es la primera impresión que miles de turistas tienen del país. Y ahora lo que se llevan en la maleta, además de souvenirs, son picaduras.

Como resumen perfecto de una gestión pública plagada —literal y metafóricamente— de incompetencia, la T4 se ha convertido en símbolo de abandono institucional.

Los sindicatos han pedido más presencia policial, medidas higiénicas reales y un diálogo con la dirección del aeropuerto. Lo único que han recibido son respuestas dilatorias y promesas alérgicas a cumplirse.

Mientras tanto, las chinches siguen su expansión, inmunes a ruedas de prensa y desmentidos.

Cuando lo diminuto revela lo evidente

La crisis de Barajas, como el brote de chinches, no nace de la noche a la mañana, ni se erradica con notas de prensa. Es el resultado de una gestión ineficaz, de una política que confunde el relato con la realidad y de un ministro que solo responde si le mencionas en redes sociales. Y aunque lo nieguen mil veces, la plaga no son solo los insectos: es nuevamente la negligencia del gobierno de Sánchez.

¿Chinches? Sí. ¿Caos ferroviario? También. ¿Dimisiones? Eso sí que no se ha detectado por ninguna parte en este gobierno socialcomunista.

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