Desde bastante tiempo antes del(+)

último fallo del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo sobre la Ley Parot
intuíamos que íbamos a tener días amargos, aciagos, indigestos. Aquellos presagios
nos está dejando una realidad cruel. No soy profesional del Derecho, no puedo
construir con base incontestable lo que se pudo haber hecho desde un principio con
todo esto para haber evitado que el actual estrago se haya producido. Lo que es muy
cierto, irrefutable, es que personas del Derecho en todos los estamentos han habido
que pudieron prever los procedimientos a seguir para que no se llegara a la barbarie
que nos están sirviendo. Cómo es posible que ni a un profesional del Derecho, por
libre, se le haya ocurrido denunciar de oficio, desde el primer momento, lo que podía
ocurrir. En el Parlamento, o sea, en el Poder Legislativo, durante las distintas
legislaturas, han abundado profesionales del Derecho, cómo es que a ninguno, o a un
grupo de ellos, no se le ocurrió denunciar de oficio, desde el primer momento, lo que
podía ocurrir. Y así indefinidamente se podría seguir argumentando. Cómo es posible
que habiendo responsables, con nombres y apellidos, de lo que está sucediendo con
este caso ni siquiera se apunte una vía para esclarecer toda esta barbarie.