La corresponsal de CNN, Kaitlan Collins, se desahogó en un late night sobre la diferencia entre trabajar con Trump o con Biden. Se lamentaba de que ahora curraba los siete días a la semana y se tenía que saltar el desayuno para llegar a todo, mientras que con el demócrata su empleo se parecía más a un trabajo de oficina, de lunes a viernes, de nueve a cinco.
Es un buen resumen de la locura que se está viviendo desde que Trump llegó a la presidencia. Es un no parar. Ha pasado una semana desde la última vez que os estuve contando cosas yanquis y parece que sucedió hace un milenio. Y lo que está pasando es que el Gobierno está empezando a plantear cierres de agencias o incluso ministerios que considera un gasto inútil, especialmente ahora que tiene datos fehacientes de en qué se gastan el dinero.
El que más titulares ha dado ha sido USAID, la agencia de ayuda al desarrollo que fundó JFK dentro del Departamento de Estado y que más tarde fue fijada como agencia permanente por parte del Congreso. Es la mayor entidad de su tipo en el mundo, la que más dinero da. En su primer mandato Trump no se molestó en mirar debajo de la alfombra y ahora que el departamento de Elon Musk se ha puesto a mirar ha encontrado que aquello parecía más un fondo de reptiles para activistas y periodistas de izquierdas que una organización de ayuda al Tercer Mundo.
El foco de USAID, a juzgar por las subvenciones que paga, se ha centrado en avanzar la agenda LGTBQ+ en medio mundo, incluyendo países donde eso no granjea precisamente simpatías hacia los Estados Unidos; luchar contra la desinformación, por organizaciones y periodistas que consideran desinformación cualquier cosa que huela a derecha; y a avanzar la democracia mediante chiringuitos donde meten cuchara políticos retirados y columnistas en activo de los que siempre tienen buena relación con el funcionariado.
Kaitlan Collins ya protagonizó hace meses en otro late night un momento revelador cuando al presentador, Stephen Colbert, se le ocurrió decir que la CNN era objetiva y contaba las noticias como eran y el público se rio. "¿Se supone que eso era un chiste?", preguntó ella con cierta incomodidad. "La verdad es que no, pero supongo que lo es", reaccionó Colbert. Es ese tipo de objetividad la que pagaba USAID, lo cual ha provocado un escándalo notable entre las filas republicanas y ataques de histeria entre los demócratas, firmemente decididos a que Trump no pueda recortar esos pagos por más que sea presidente.
No se puede cerrar ni USAID ni el Departamento de Educación
El caso es que no pueden cerrar ni USAID ni el Departamento de Educación, que es su siguiente objetivo, porque aun siendo parte del Poder Ejecutivo fueron instaurados por leyes promulgadas por el Congreso. Pero lo que peleará el Gobierno de Trump será sobre su capacidad de decidir cuánto del presupuesto, que también aprueba el Congreso, tienen que gastar realmente y cuánto se pueden ahorrar sin incumplir la Constitución. Seguramente lo veamos desarrollarse a través de demandas como la que se presentó este fin de semana y que ha conseguido que un juez prohíba temporalmente a todo aquel que no sea funcionario del Departamento del Tesoro acceder a su base de datos de pagos. Con tal de impedir que el equipo de Elon Musk pueda mirar en qué se está gastando el Gobierno, le ha prohibido el acceso al propio secretario del Tesoro.
Demandas como éstas se acumularán y jueces nominados por los demócratas les darán vidilla, lo que ralentizará el trabajo de recortar el gasto gubernamental mientras tribunales superiores no echen abajo este tipo de demandas frívolas mientras estudian los asuntos realmente importantes, que esencialmente se reduce a uno: ¿qué capacidad tiene realmente el presidente para gestionar un Poder Ejecutivo que la Constitución le reserva en exclusiva? ¿Qué ataduras de las muchas que le ha puesto el Congreso a lo largo de los siglos son realmente constitucionales?
Eso, me temo, tardaremos años en dilucidarlo y en muchos casos seguirá dirimiéndose en los tribunales cuando Trump ya haya dejado de ser presidente.