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Un mes de protestas y represión en Venezuela

Se cumple un mes del inicio de la actual crisis de Venezuela. Maduro no busca soluciones y sólo responde con ataques, agresiones e insultos.

Se cumple un mes del inicio de la actual crisis de Venezuela. Maduro no busca soluciones y sólo responde con ataques, agresiones e insultos.

El miércoles 12 de febrero de 2014 quedará registrado como el inicio de las multitudinarias protestas en Venezuela de estudiantes y opositores contra el Gobierno de Nicolás Maduro. Durante este mes se han registrado 22 muertos, además de cientos de heridos y detenidos.

Pese a esa situación, hasta el momento Nicolás Maduro no ha hecho autocrítica y sólo se ha limitado a convocar a la oposición con sus propias reglas de juego, de ahí a que el bloque opositor de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), liderado por Henrique Capriles, se negara a participar en dichas reuniones al considerar que se trataba de un "simulacro de diálogo (…) ante los ojos de un país que se debate entre la ira y la angustia".

Lo cierto es que el chavismo no ha reconocido en ningún momento su responsabilidad en la actual crisis y por el contrario ha perseguido a los líderes opositores al acusarlos de "homicidas" y hasta de "terroristas". Por eso, emitió una orden de detención contra Leopoldo López, líder del partido opositor Voluntad Popular (VP), algo que finalmente lo llevó a entregarse. Ahora se encuentra recluido en una cárcel militar a las afueras de Caracas donde espera el juicio por algunos delitos penados con hasta 10 años de prisión. Sin embargo, no es el único que ha sufrido dicho acoso del oficialismo ya que otros dirigentes de su partido también están en la misma situación.

Maduro se ha limitado a culpar a la oposición de realizar un golpe de Estado. De hecho, el pasado lunes dijo que daba por "neutralizadas" las acciones violentas "perpetradas por grupos de la ultraderecha". Hace unos días, su ministro de Exteriores, Elías Jaua, fue más allá y llamó "asesino" al expresidente colombiano, Álvaro Uribe, por ser el "jefe de la agresión contra Venezuela". Esto, como siempre, sin mostrar las pruebas que todos exigen. Otras versiones apuntan a que el principal interés de la desestabilización del Gobierno de Maduro vendría desde dentro del propio Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y muchos –entre ellos el propio Capriles– señalan a Diosdado Cabello como el máximo interesado de propiciar un autogolpe en Venezuela que lo lleve al poder.

Durante este mes, la represión de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) ha sido desmedida. Las fotografías y vídeos que han inundado las redes sociales en estas semanas son buena prueba de ello. Además, la violenta respuesta del Gobierno ha estado reforzada con la actuación de los llamados "motorizados", nombre con el que se conoce a las fuerzas de choque chavistas, especializados en atacar con extrema violencia a grupos opositores.

Durante este tiempo, el chavismo volvió a demostrar su respeto por la libertad de prensa. De una manera camuflada, ha ahogado a los diarios venezolanos hasta el punto de que muchos se han visto obligados a cerrar o reducir sus ediciones, esto por el retraso de la entrega de dólares para comprar papel. Además, llegó a cortar la emisión en Venezuela de la cadena colombiana de noticias NTN24 y a quitarle las credenciales al equipo de CNN en Español. Pocos días después, pareció dar marcha atrás cuando ofreció una entrevista a Christiane Amanpour –una de las periodistas más representativas de la cadena estadounidense CNN– a la que confesó que dormía "feliz, como un niño". Claro que el resultado que fue emitido no fue de su agrado y acusó a la cadena de tenderle una "trampa".

Otra de las características de este mes de protestas ha sido el doble discurso de Maduro y sus constantes contradicciones. No ha dejado de pedir diálogo a la oposición, y también de paz y amor en especial cuando habla de su mentor Hugo Chávez. Pero esa "paz y amor" deja paso a los ataques e insultos en cuestión de segundos. De hecho, el pasado 5 de marzo, en los actos de conmemoración por el primer año de la muerte de Chávez, se le vio más agresivo que nunca contra la oposición, EEUU y también Panamá, país que solicitó una reunión en la Organización de Estados Americanos (OEA) para analizar la crisis venezolana. Incluso llegó a calificar a su presidente Ricardo Martinelli de "lacayo rastrero". Lo único que acepta Maduro es que esa "crisis venezolana" se debata sólo en la Unasur, un organismo muy cercano al chavismo. Panamá podría dar una respuesta que tal vez no guste tanto a Maduro y sus amigos.

Como prueba de su intolerancia, este miércoles, el bolivariano señaló que no permitirá marchas opositoras en Caracas "hasta que aquí no se regularice la situación de la oposición". Dijo además que tiene "el deber de proteger la capital de la República. El 90 por ciento de los caraqueños me acompaña en esta decisión. Yo voy a proteger los territorios que están en paz". Eso sí, volvió a llamar a los opositores –a los que ahora llama "Chuckys del fascismo"– al diálogo en su particular estilo: "Vengan a sentarse, cobardes de la MUD, siéntense, es lo que nuestra patria quiere, depongan actitudes violentas, mezquinas, obstruccionistas; la patria sigue su camino, ahora lo seguirá sin ustedes".

Después de un mes de crisis, Venezuela no levanta cabeza y lo más probable es que las protestas se mantengan. Maduro no parece querer una solución de la mano de todos los sectores y esto ocurre cuando la población sigue sufriendo el desabastecimiento de productos de primera necesidad y también de alimentos. Él prefiere darle la espalda a la realidad y seguir imitando a Chávez, ahora con un programa de radio que ha llamado En Contacto con Maduro.

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