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No cualquier opinión es igual de válida, porque ha de estar contrastada por los hechos. Las de Arzalluz son desde hace tiempo meras ocurrencias, que serían chascarrillos chistosos si no hubiera muchos héroes por la libertad muertos y muchas familias rotas. José María Aznar y Jaime Mayor Oreja han estado más tiempo fuera del Gobierno que dentro, y en las etapas anteriores el número de asesinatos ha sido mucho mayor. Arzalluz pretende subliminalmente generar la especie de alguna responsabilidad en las muertes por parte de Aznar y Mayor Oreja. Lo que, como tantas veces, lleva la ocurrencia al campo de la inmoralidad y la grosera manipulación.

La opinión de que con el PNV fuera del poder habría menos muertos es una hipótesis razonable, porque parte del hecho de que el PNV lleva más de veinte años en el poder y durante ese tiempo ha habido sistemáticamente asesinatos, lo que conduce a la conclusión lógica de que ha sido incapaz de evitarlos y acabar con el terrorismo. Incluso hay palpables indicios de que se ha aprovechado de él y la evidencia manifiesta a día de hoy de que tiene pactos con el terrorismo nacionalista y mantiene una unidad de acción -cuya recuperación plena y fortalecimiento añora intensamente Arzalluz- con el entramado político de la banda terrorista.

En los últimos días, el presidente del PNV viene haciendo todo lo posible y lo imposible para hacer indeseable a cualquier nacionalista la asistencia a la manifestación convocada por su monago Ibarretxe, que se pretende un ejercicio de toma de la calle por su partido y de exhibición de fuerza por los batzokis. Por cierto, un catedrático de historia de la Universidad de Deusto ha decidido abandonar el País Vasco ante las continuas amenazas y actos de violencia como la quema de su coche. Una víctima más de la limpieza ideológica que el PNV ha sido incapaz de frenar en veinte años de poder. Puestos a ocurrencias, con Arzalluz de padre predicador con hábitos, vivíamos mejor.

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