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Derroche de agua

A estas alturas, la cuestión que cabe plantearse es saber si la Naturaleza, en definitiva, ha venido en apoyo del gobierno de Aznar y Matas, para argumentar hasta lo insoportable a favor de trasvases de agua del Ebro, y de nuevos pantanos a docenas. Cuentan que en cuarenta y ocho horas ha llegado al mar casi tanta agua como en todo un año normal de lluvias desde el Ebro y el Ebre, los dos ríos –el mismo con dos denominaciones– que recorren Aragón y Cataluña hasta Tortosa.

Claro que no todos los años sucede algo parecido. Por fortuna, no suele acontecer de modo tan estruendoso y hasta criminal. Las nubes y los ríos de la zona se desbordan, generalmente, en octubre o noviembre. Y a lo mejor, ni siquiera eso. Pero, pregunto, ¿a qué no hubiera estado nada mal guardar una parte siquiera de esa agua vertida al Mediterráneo, y aprovecharla para tiempos de escasez? Sólo la gota fría de estos últimos días ha venido, hasta ahora, en apoyo de los propósitos del Gobierno de aprovechar científicamente el contenido del Ebro. El resto han sido discrepantes, opositores, voces y gritos airados contra quien pretende reconducir el agua a otros pagos agrarios.

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