Menú

Al final, Zapatero no ha hecho el debate de Presupuestos frente a Cristóbal Montoro. Tampoco Jordi Sevilla, que en asuntos económicos se supone que es su hombre de confianza. El representante del PSOE ha sido Caldera, con un discurso demagógico y superficial que recuerda el de Solchaga en 1981, cuando decía que el déficit era bueno y la inflación no era mala siempre que estuviera bajo control. El keynesianismo barato quedó arrinconado con Boyer y resucitó no en el discurso pero sí en los números presupuestarios con Solchaga tras la Huelga General. Solbes volvió a jubilarlo, creíamos que para siempre. Pero volvió con Borrell, no desapareció con Almunia y continúa con Caldera, como si una maldición secular condenara al PSOE a ser insolvente en materia económica y además a parecerlo. ¿Donde ha quedado aquello de que "bajar los impuestos es de izquierdas"? ¿Dónde Jordi Sevilla para matizar la crítica a la política económica del PP? ¿Dónde está ese discurso "liberal e incluso libertario" del nuevo PSOE? ¿Donde está Rodríguez Zapatero, que no está?

Se nos dice o se nos filtra desde el aparato socialista que está pasando un momento personal delicado por motivos familiares. Tiene nuestro respeto y comprensión en ese terreno personal, faltaría más. Pero el sábado tenía ese mismo problema, sea cual fuere, y eso no le impidió manifestarse en Bilbao con el PNV. Ni siquiera evitó el significativo detalle de que anduviera emboscado en la cola de la manifestación, mientras Benegas y Odón Elorza se situaban orgullosos y desafiantes en primera fila del nacionalismo desfilante. Si pudo meditar, calcular y asistir a ese acto político, que suponía una ruptura de hecho con el PP en materia anterrorista y que desautorizaba la propia moción de censura de su partido contra Ibarreche apenas una semana antes, la verdad es que no resulta de recibo el argumento de los problemas familiares o personales para no comparecer en el debate político esencial de todos los regímenes parlamentarios, que es precisamente el de los Presupuestos.

Porque un político profesional no es sólo una persona, aunque lo sea por encima de todo, sino también una representación de muchas otras personas y , sobre todo, el portavoz de unas determinadas ideas en materia política, económica y social. Esas ideas no pueden faltar en ningún caso, por maltrecha que esté la salud física o anímica del líder político. Y lo peor es que el martes ni estuvo físicamente Zapatero donde debía estar, dando la cara como hacía Aznar en sus años de jefe de la oposición, ni tampoco estuvo ese nuevo discurso, ese nuevo programa, esas nuevas ideas que se supone ha traído el político leonés al socialismo español, tan nuevas que ni siquiera socialismo sería ya.

No resulta creíble aunque sea cierto que Zapatero no pueda debatir con Montoro los Presupuestos porque tiene un problema personal o familiar. Pero aun si resultara creíble, no es de recibo que sea un continuista típico como Caldera y no un diputado menos visto en el Parlamento, por ejemplo el citado Sevilla, el que dé la réplica a un Gobierno que tiene en la economía el gran argumento para que la oposición no abandone su condición subalterna en la política nacional. Si pudo estar en Bilbao, podía estar frente a Montoro. Y si no podía estar en persona, debía estar en efigie, política o ideológica. A este paso acabará diciéndose pronto de él lo que del militar desventurado que proyectaba llegar al poder asomando por la Zarzuela; y dijo Fernández Campo: "ni está, ni se le espera".

En Opinión