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Julio Cirino

Fujimori o el cazador burlado

El Presidente Peruano, Alberto Fujimori, salió ayer de “caza”, pero volvió con el morral vacío. Con chaleco antibalas incluido, despliegue de fuerzas conjuntas, armas, coches y demás parafernalia, salió ayer Fujimori a cazar una presa que probó ser muy escurridiza. Se trataba de encontrar un “Montesinos” especie casi en extinción en la región.

El cazador frustrado, para aumentar la confusión general, señaló que todo este despliegue no obedecía a un deseo de arrestar a su ex-colaborador, sino simplemente a la necesidad de “encontrarle” (sic) -tal vez para preguntarle la hora o pedirle lumbre. Por insólito que pueda parecer, esto es lo que afirmo el Presidente al ser abordado por los periodistas.

Dejando de lado los entretelones de esta tragicomedia, por un momento, creo que hay un nivel de reflexión mas profundo que resulta preocupante para toda Hispanoamérica. No se puede vivir en crisis permanente. Esta situación en Perú, viene prácticamente arrastrándose desde finales de agosto, cuando la entonces pareja, Fujimori-Montesinos, aparecieron en la televisión anunciando el desbaratamiento de una red de traficantes de armas; continúa el 14 de septiembre cuando se ve el infamoso video del soborno, sigue con el “teórico” llamado a elecciones para el año entrante, se arrastra durante todo el mes con la salida de Montesinos a Panamá, pasa a octubre cuando el Congreso aprueba el recorte del mandato de Fujimori para posibilitar las elecciones, y vuelve a la primera plana de los diarios el pasado domingo 22, cuando Montesinos desaparece de Panamá y reaparece en Lima.

Más de dos meses en medio de una crisis institucional grave e impredecible (que además, acarreó ya la renuncia de uno de los dos vice-presidentes con que cuenta Perú) que pone en duda la institucionalidad de los países del Hemisferio. Lamentablemente, nuestro suelo sigue siendo el de los “hombres fuertes” y las instituciones débiles. La crisis en Perú, la guerra en Colombia, los problemas en Panamá, Venezuela, Ecuador, Paraguay o Argentina, si bien diferentes, parecen tener todos un común denominador: La insuficiente consolidación de las estructuras propias de los sistemas democráticos y el creciente abismo entre lo que se definiría como “país teórico o formal” y la realidad palpable en cada uno de ellos.

¿Cómo hacer para lograr los consensos prácticos necesarios para avanzar en el recorte de las posibilidades de los “lideres carismáticos” y mejorar y hacer más eficientes las instituciones que signifiquen el respeto por las libertades y derechos individuales? Esta es la pregunta que tendríamos que tratar de responder mientras Fujimori sale de cacería...

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