Menú

Por supuesto, no había el menor peligro de que entrara en España ganado con el mal de las "vacas locas". En realidad, tampoco lo había en Francia, pero se produjo, y de qué forma. Naturalmente, no había peligro, ni el más remoto, de que en España se produjera nunca un brote autóctono del mal de las "vacas locas". El ministro Arias Cañete, que parece el pararrayos de todas las desgracias políticas, nos lo aseguraba con énfasis, impartía lecciones de tranquilidad ciudadana y sosiego al por mayor. Bueno, pues ya está comprobado el primer caso de en España, ya hay un segundo en estudio y se han sacrificado varias decenas de animales de dos ganaderías.

¿Acabará aquí la cosa? El ministro dice que debemos tener plena confianza en los mecanismos de control y que podemos estar tranquilos. Dados los precedentes nacionales y extranjeros, dados los precedentes valorativos e informativos del ministro Arias Cañete y dados los hechos, tozudos, que lo desmienten, comprenderá el ministro que la ciudadanía no esté lo que se dice absolutamente tranquila. Está lo que se dice aterrorizada.

Truenan los políticos contra la supuesta irresponsabilidad de los medios de comunicación que crean alarmas infundadas y favorecen la psicosis colectiva, los ataques de pánico entre la población. Pero en realidad lo que más alarma en los medios no son las noticias de las "vacas locas", sino las de los políticos enloquecidos y desvergonzados que trapichean con el número de animales que se analizan o que se sacrifican según los "cupos" que los diversos países y los diversos grupos de presión negocian hasta altas horas de la madrugada.

Para descreer de un ministro de agricultura, pesca y ganadería de cualquier país europeo, incluído el español, basta con leer una entrevista suya de diez días antes. Seguir de cerca una epidemia que se cruza con tantos intereses económicos como la de las "vacas locas" es abonarse a la alarma. En España, gracias a los desmentidos del ministro y a sus llamadas a la tranquilidad, estamos a punto de instalarnos en el pánico.

En Opinión