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Enrique de Diego

Arzalluz y la reserva mental

La reserva mental es una figura de la moral por la que se oculta el pensamiento de manera que no se diga mentira. Carden o no la lana, la fama la llevan en la materia los jesuitas. Hay un chiste que ilustra la materia: un franciscano consultó a su director espiritual si podía fumar mientras rezaba. El director le reconvino por esa dependencia del vicio distractor. Acudió un jesuita a su director espiritual y le preguntó si podía rezar mientras fumaba. Tal muestra de devoción fue elogiada.

La reserva mental es un medio lícito para la Iglesia católica, por ejemplo para evitar el martirio, pero su utilización habitual es una de las muestras más edulcoradas de hipocresía. Desde luego, Arzalluz carda completamente la lana hasta niveles de perversión moral. La insinuación reciente de que la banda terrorista debería atentar contra objetivos de mayor entidad que un cocinero tiene diversas interpretaciones, como toda reserva mental, pero una de las más directas es que Arzalluz considera convenientes algunos asesinatos, e incluso no le haría ascos a ser el ideólogo de Eta o a marcar objetivos. En ese sentido, hay pruebas abundantes de que Xabier Arzalluz es un columnista más influyente en Eta que Pepe Rei.

La ilustrativa polémica sobre las acanalladas negativas a celebrar los funerales por Gregorio Ordóñez muestra la extensión perversa de la reserva mental en los eclesiásticos vascos. No deja de ser chocante que una de las Iglesias más politizadas del orbe –recientemente el 50 por 100 de los sacerdotes de Vizcaya emitían un comunicado estrictamente político y a Setién no se le conoce una frase religiosa— haya recurrido al argumento de la politización para negar una celebración eucarística en varios templos por el alma de una víctima del terrorismo, que además era un católico coherente, practicante y comprometido.

La persecución de los discrepantes por el padre Echarte no es otra cosa que la participación en el general clima autoritario y de amenaza contra la libertad del nacionalismo, pero lo curioso es que tal nivel estrictamente inquisitorial se hace en nombre de la paz, uno de los términos que ha más ha padecido por la tortuosa reserva mental.

Las últimas declaraciones de Xabier Arzalluz, con sus recomendaciones sobre los objetivos, se produjeron poco después de que inaugurara una sede del PNV en Vitoria. La sede era bendecida por un sacerdote. Si los jesuitas, sacerdotes y pastores de la Iglesia vasca quieren buscar argumentos, por favor, que no salgan con lo de la política y la despolitización, porque en sus reservas mentales –más a favor de los verdugos que de las víctimas— y en sus compromisos patentes está una parte de la responsabilidad de lo que sucede.

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