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Sin hacer demasiado ruido, a diferencia de la batahola que organizaron cuando creían poder arrastrar a CCOO a la Huelga General, tanto Cándido Méndez en nombre de UGT como el PSOE oficial o zapaterista por boca de Jesús Caldera dicen ahora Diego donde antes dijeron digo. Más aún, Caldera proclama que el PSOE nunca ha alentado una Huelga General ni le ha parecido un instrumento adecuado para criticar el decreto-ley para la Reforma Laboral hecho público por el Gobierno cuando fracasó el dialogo CEOE-Sindicatos. Todos hemos padecido una alucinación colectiva. No era el PSOE, era un espejismo.

Pero no hay más que ver las atrocidades que todavía seguía diciendo el sábado su portavoz económico Jordi Sevilla, acusando a la nueva legislación de “promover la xenofobia”, para comprobar que el PSOE ha creído encontrar en ese Decreto-Ley el blanco perfecto para recuperar cierta credibilidad como interlocutor de los trabajadores, que, por cierto, y Huelgas Generales al margen, han prosperado mucho más en todos los sentidos, incluyendo el diálogo, con el gobierno del PP que con los del PSOE.

Sucede que Fidalgo, quizás por timidez de recién llegado, quizás porque así mostraba su condición de hombre fuerte en el mundo sindical, no se inmutó cuando Méndez lanzó el órdago de la Huelga para arrastrar a la central dizque hermana, pero lo rechazó de plano. Y le ha bastado esperar unos días para ver cómo Méndez plegaba velas y el mismísimo PSOE desautorizaba su hiperactivismo antigubernamental. Es la primera batalla política que gana Fidalgo sin mover un músculo ni enarbolar un adjetivo. Y es importante, porque en estos primeros lances se define un hombre público.

Lo cierto es que no hay ningún motivo laboral para montarle una Huelga General al Gobierno. No menos cierto es que tampoco hay ninguna indignación social –tres millones de puestos de trabajo se han creado en los cinco años del PP. Y rigurosamente cierto, en fin, es que el PSOE –de Zapatero a Méndez, pasando por Caldera y Sevilla-- se tiró de cabeza a una piscina donde no hay bañistas por una buena razón: no hay ni medio palmo agua. Ahora los sociatas disimulan diciendo que no querían bañarse sino conocer mundo. Mejor disimular que empecinarse, si bien lo correcto habría sido reconocer el error. Pero, en fin, no vamos a pedir peras al olmo; siempre que no pretenda verdernos acciones de su frutería.

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