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Retórica cínica de victimismo

El nacionalismo, para curarse en salud, está generando una ilegalización virtual de Eh que le permita recuperar una retórica victimista de la que ahora carece y que es para él –para su conjunto– tan necesaria como el oxígeno. Por un lado, Eh se prepara para lo peor, tras el auto de Garzón sobre Ekin, y por otro Arzalluz sale en pinza amenazando con retirar las candidaturas del PNV. De esta forma, si no se produce la ilegalización, para la que no existen indicios razonables, se puede presentar a la parroquia como una victoria de la presión. De paso, se sigue insistiendo en un clima de deslegitimación de las inmediatas elecciones soslayando los auténticos problemas para la libertad como el anuncio de Eh de boicotear las elecciones a través del uso del llamado carnet vasco o las amenazas de Arzalluz de que su partido no respetará tales o cuales medidas de un hipotético gobierno constitucionalista o el hecho real de que el último debate dentro del PSE ha sido sobre la aceptación o no por sus ediles de escolta, como objetivos ciertos del tiro en la nuca y el coche-bomba.

El victimismo nacionalista parece gratuito cuando en muchas poblaciones pequeñas votar a los partidos constitucionalistas es un acto de heroísmo o cuando los candidatos del PP y del PSOE han de hacer campaña con escoltas y medidas de seguridad que les alejan de la relación con los ciudadanos y de la libre expresión de sus ideas.

Esta propensión de los verdugos a travestirse en víctimas es ya un instinto, que por haberse practicado tanto engaña menos, cuando la lista de víctimas mortales se acerca a mil y cuando las víctimas cotidianas de la coacción de la violencia son cientos de miles. Este victimismo nacionalista es, moralmente, cínico y grotesco.

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