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Enrique de Diego

Canalladas nacionalistas

Dignos de encomio son los niveles de autocontrol, moderación y dolorida serenidad con los que el Partido Popular (y cuando es el luctuoso caso, el PSOE) entierra a sus víctimas. Esa ha sido la elogiable tónica desde enero de 2000 con Jesús María Pedrosa, José María Martín Carpena, Manuel Indiano Azaustre, Francisco Cano Consuegra y lo es con Manuel Giménez Abad. Intenso tributo de sangre en defensa de la libertad. ¿Cómo hubiera actuado el PNV si hubieran asesinado a cinco de sus dirigentes? Pregunta retórica, porque el PNV tiene inmunidad, incluso por los documentos de Sokoa parece deducirse que cobra el chantaje revolucionario alternativo.

Si el asesinato de personas que están preparadas para defender sin armas las ideas, pero no para ser héroes ni víctimas, no es poco dolor, sobre las lacerantes heridas siempre cae la hiel y la sal de alguna canallada de Arzalluz. Tiene tal personaje dosis de perversión moral en su discurso que se ha hecho un maestro de la manipulación semántica en niveles de maestre ciruelo. Acusar de “bajeza moral” al PP mientras entierra a su presidente de Aragón, asesinado por los aliados de Arzalluz en nombre de las ideas comunes por una banda que se fundó con el mismo fin que el PNV, Arzalluz dixit, eso sí es una bajeza moral de tomo y lomo. Considerar un aprovechamiento de la sangre el pedir la lógica respuesta democrática de acudir a las urnas, sin asomo de ira ni de violencia, es propio de una mente enferma que ha ido dejando sobradas muestras de moverse en el umbral del nazismo, con sus Rh y sus etnias puras y su odio al diferente.

Arzalluz, que es como siempre desde hace décadas el auténtico candidato a lehendakari tras el guiñol de Ibarretxe, ha perdido el sentido humanitario de respeto al dolor y a la vida, y sólo establece análisis abyectos desde su miedo a la pérdida del poder. Arzalluz, por lo demás, ha pactado con el terrorista que ha asesinado a Manuel Giménez insertándose en fracasada francachela en su mundo moral. ¿Cabría deducir que en este caso Eta ha cometido un error inoportuno o, por el contrario, ha seguido la consigna de Arzalluz de que apuntara más alto?.

La dura pregunta tiene respuesta. En esta internacional hispánica de los nacionalismos Arzalluz no está sólo en sus canalladas. El bufón de Pujol se supera: este atentado significa que “Eta quiere que gane el PP”. Artur Mas, con la tranquilidad que da saberse del lado de los inmunes, adopta las ínfulas del cortesano cazurro y da la vuelta a la más inmoral de las tesis de Arzalluz: Eta y el PP se necesitan, Mayor Oreja “se alegra” por los asesinatos. Y pregunto yo: ¿cambiaría CiU la vida de cinco de sus concejales y el miedo de todos los demás por una victoria electoral? ¿estaría dispuesto el PNV a tal trueque por un ascenso en las urnas? Arzalluz sabe el camino para hacer tales peticiones, pero el árbol y las nueces son siempre constitucionalistas. Es el nacionalismo el que se ha beneficiado del terrorismo. Pero a fuer de ello se ha instalado en una bajeza moral infinita, hasta el nivel de no respetar ni el dolor de las víctimas.

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