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Apenas un día después del gran chasco electoral en el País Vasco, los efectos visibles empiezan a dibujar un panorama desolador. Lo es ver a héroes cívicos del PP, del PSOE o del Foro Ermua sentirse abandonados y despreciados en su sufrimiento por los propios conciudadanos cuyas libertades defienden a costa de sus vidas. Lo es ver la falta de reacción del PP, que pese a la correcta actuación de Mayor Oreja en la noche de autos, ha dejado pasar demasiado tiempo permitiendo que corra la especie de su abandono. Lo es el desconcierto de Aznar, que está tardando demasiado en reaccionar como corresponde a un líder nacional, el único que nos queda. Y lo es sobre todo por la situación interna del PSOE, en el que Rodríguez Zapatero puede darse políticamente por desaparecido en la noche del 13 de Mayo.

Desde esa misma noche, González y Rubalcaba parecen haber recuperado las riendas morales y reales del partido. Quizás nunca las perdieron, pero la patética actuación de "Pepiño" Blanco contradiciéndose en media hora acerca de la estrategia post-electoral de su partido y la clamorosa ausencia del Secretario General acredita la vuelta de González al timón de la nave. No es que no esté claro; es que resulta cegador. Tal vez por eso algunos no se atreven a confesarse lo que están viendo.

Pero lo que está detrás del "Triángulo de las Bermudas" de nuestra democracia, el formado por Arzallus, González y Polanco, es ni más ni menos que el "síndrome de Munich", el "apeasement" o "apaciguamiento" que permitió a Chamberlain y Daladier negociar lo que ellos y sus pueblos vivieron como la paz con Hitler, cuando no era más que el prólogo de la guerra más mortífera de la historia de la Humanidad. La vuelta de González se perfila en el horizonte como una solución de emergencia, pero a la vez está favoreciendo de forma nítida que esa emergencia se produzca. Dentro del País Vasco muchos, asqueados, tiran la toalla ante una sociedad que no merece su sacrificio. Fuera del País Vasco, otro tanto sucede con los que creen poder comprar barata su tranquilidad renunciando a los principios y a la integridad de su propio país. No se piensa en que detrás del País Vasco va Navarra, como Polonia fue detras de Checoslovaquia. Ni en que detrás de Arzallus sigue estando Pujol. El "síndrome de Munich", o sea, el "sálvese quien pueda" sobrevuela peligrosamente la vida política nacional. Puede parecer demasiado duro confesarlo, pero la verdad no es o no debería ser nunca demasiado dura. Basta con que sea verdad.

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