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El PP y el PSOE no se han puesto de acuerdo para volver al espíritu y la letra de la Constitución, que en lo relativo al Poder Judicial mandaba que las Cortes eligieran para el llamado "Gobierno de los Jueces", el Consejo General del Poder Judicial, a ocho juristas de "reconocido prestigio", mientras las asociaciones judiciales elegían a los otros doce. EL PSOE, cargándose la Constitución con la inestimable ayuda del Tribunal Constitucional, se quedó con los veinte nombramientos. El PP, desde la llegada de Aznar a la presidencia del partido, hizo de la vuelta al sistema constitucional una de sus banderas de regeneración democrática del sistema. Adiós bandera. Adiós regeneración democrática. Adiós a todo eso.

De acuerdo con el PSOE, el PP ha decidido maquillar la continuidad del modelo felipista en el nombramiento de los veinte miembros del CGPJ por los partidos políticos con una sutileza no demasiado sutil, aunque de rancio sabor: los doce que corresponde nombrar a las asociaciones judiciales se presentarán en otras tantas ternas para que entre ellas elija, como obispos el Generalísimo, los jueces más cómodos de cabeza y más pastueños de carácter. Ocho directamente, que ni siquiera deben ser jueces; y doce indirectamente, a elegir entre los que presenten las Asociaciones Judiciales. Si después de ésto alguien alberga la más mínima sospecha de que el Poder Judicial llegará alguna vez a ser realmente un Poder, y además Judicial, hay dos insituciones que pueden ayudarle: Alcohólicos Anónimos y el Teléfono de la Esperanza. El suyo es realmente un caso desesperado.

Cuando el golpe de mano felipista contra el CGPJ, Guerra dió públicamente por muerto a Montesquieu. El consenso PP-PSOE va a rescatar sus restos para incinerarlos. Podrían poner la urna a los pies de la Presidencia del Congreso, que es donde simbólicamente le corresponde estar por su subordinación estructural al Legislativo. Pero como éste a su vez emana de la partitocracia, especialmente del bipartidismo, lo mejor sería que se turnen Génova y Ferraz en la custodia de sus restos. Y que el día del Entierro de la Sardina, pasearan la urna por Madrid y la arrojasen simbólicamente al Manzanares, "aprendiz de río" como nosotros somos aprendices de ciudadanos. En lo que a Justicia se refiere, los políticos no nos dejan pasar del estadio de aprendiz. A cambio, como contribuyentes, nos permiten llegar a catedráticos.

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